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Si los levantamientos que se encadenan en determinados países árabes tienen en común una misma motivación, a saber, la expresión ultrajada de un hartazgo y de una necesidad vital de emancipación y de libertad, los regímenes totalitarios contestados son muy diferentes los unos de los otros. En Yemen se trata de una dictadura estática, esclerotizada, sin proyecto real de sociedad y sin dinámica, basada exclusivamente en las alianzas tribales. Una dictadura virtual, sorda, opiácea, que ha instalado al pueblo en el estoicismo y la renuncia.
\r\nEn Túnez, el régimen, nacido a partir de una esperanza de renovación y de progreso, cayó en la trampa de una espantosa estrechez de miras que condujo a Ben Ali a perder de vista la oportunidad de poder inscribir su nombre con letras de oro en la historia de su país. Ben Ali era, sin duda alguna, el más convincente de los presidentes árabes. Disponía de un pueblo magnífico, instruido, moderno, emancipado y no violento. Su reino era pan bendito. Pero, al no hacer la gloria estremecerse más que a las almas que son dignas de ella (Gogol dixit), el soberano de Cartago optó por la depredación bulímica y por una represión policial que no tenían ninguna razón de ser. Privilegió el reino de sus allegados y de su familia política en detrimento de su propio reino y acabó por verse superado por el giro de los acontecimientos. Podríamos decir que la dictadura de Túnez era sobre todo un poder crapuloso sobre el país, basado en el nepotismo, la corrupción y el tráfico de influencias.
\r\n\r\nEn la insurrección de 1988 en Argelia cometimos la torpeza de no contar con guías prevenidos
\r\nTúnez podría arreglárselas. En Egipto, se trata de las relaciones de fuerza de la región
\r\nEn Egipto se trata de un régimen fantoche, deseado y alimentado por los intereses estadounidenses e israelíes. Considerado como la punta de lanza del mundo árabe, se ha convertido en su eslabón débil. Su incondicional alianza con los norteamericanos ha perjudicado mucho al destino de Palestina y dispersado considerablemente a la unidad árabe. Al concentrar en su seno a las principales instituciones árabe-africanas (políticas, económicas, culturales y deportivas), Occidente ha hecho de él su único interlocutor y su principal peón en la región. Valiéndose de ese privilegio, el régimen de Mubarak trocó deliberadamente su estatuto de hermano mayor por el poco brillante papel de cómplice y de traidor, actitud que el pueblo egipcio, considerado como el más intelectualizado del mundo árabe, no ha acabado de digerir. En la dictadura egipcia se da el ejercicio flagrante de una creciente injerencia de los intereses geoestratégicos occidentales, en particular los de Estados Unidos e Israel. Su vocación consiste esencialmente en amordazar el orgullo y la dignidad nacionales en beneficio de ambiciones vampirizantes exteriores.
\r\nLos levantamientos que tienen lugar en esos tres países responden también a una urgencia capital. En Yemen, como en Túnez y en Egipto, los pueblos reclaman la libertad, el honor y la posibilidad de acceder a una vida decente. Los regímenes denostados han sido, para nuestros pueblos, la causa principal del marasmo y de la descomposición socioeconómica que nos deniegan el derecho a poder ascender en el concierto de las naciones. Pero de ningún modo se trata de revoluciones. Se trata de una reacción espontánea, incoherente y sin orientación precisa, cuyo objetivo es el de expulsar al tirano sin prever ni preocuparse por lo que vendrá después. Una revolución es un acto pensado, maduramente articulado en torno a una hoja de ruta, de una estrategia, y conducido por actores identificados y determinados. No vemos a cabecillas titulares designados en las calles de El Cairo, de Túnez o de Adén. Privados de catalizadores eficaces, estos vastos movimientos de protesta van a tener que seguir hasta el final y desbaratar todos los ardides que los Gobiernos amenazados van a multiplicar para cambiar la situación a su favor. Nos hallamos ante la duda sideral, de ahí que se haga imperativo el recurso inmediato a conciencias intelectuales o políticas capaces de encarnar la cólera popular y la saludable alternancia exigida por el pueblo. Sería desastroso seguir sitiando las plazas públicas sin erigir en ellas tribunas y sin hallar para ellas una voz fuerte y creíble que desbanque los discursos falaces y las llamadas a la calma de los regímenes acorralados. Como sería desastroso aceptar un compromiso, que, con toda evidencia, no sería sino una trampa inesperada y una tentativa de ganar tiempo para los Mubarak y sus esbirros. Cometimos esa torpeza en Argelia con ocasión de la formidable insurrección de octubre de 1988. Al no contar con guías prevenidos que nos evitaran las trampas de la recuperación y nos precavieran de los fallos de nuestra inadvertencia, aplaudimos la proclamación de la democracia y del multipartidismo para desengañarnos algunos años más tarde bajo el tsunami islamista. No quisiera que esta catástrofe se operara en Túnez y en Egipto. Esa es la razón por la que resulta de extrema importancia, para esos dos países, escoger a hombres y mujeres aguerridos, vigilantes y dispuestos a erradicar toda traza de los antiguos aparatos represivos del Estado y a impedir las tentativas de instrumentalización y desviación ideológicas que reducirían a cenizas la instauración de una auténtica democracia laica y republicana.
\r\nSin embargo, si el caso tunecino suscita la simpatía de Occidente, el de Egipto le quita el sueño. Porque en Egipto no se trata del porvenir del pueblo egipcio, sino de una nueva configuración de las relaciones de fuerza en la región. Si el régimen de Mubarak se hundiera, la \"paz\" de Oriente Próximo ya no estaría garantizada. Entendiendo por \"paz\" la estabilidad de Israel y su impunidad. Estados Unidos va a emplear todo su peso para mantener el régimen, a riesgo de sacrificar a Mubarak. Y los egipcios están viviendo las horas más peligrosas de su historia republicana. O aceptar la \"transición\" o la guerra civil. Personalmente, no soy nada optimista. Cada día que pasa lo hace en beneficio del régimen, que ha elegido la guerra de desgaste. Ya no es la calle la que gestiona el asedio. La economía está parada, la gente no percibe sus salarios y los estómagos empiezan a acusar el hambre. El régimen lo sabe y va a tratar de prolongar las manifestaciones pacíficas para volver a desplegarse, restablecer sus redes de propaganda y de disuasión y sembrar la duda en los ánimos. En el momento en que escribo, Mubarak habría confiado ya el destino de Egipto a los expertos del Pentágono. Esa \"transición\" que reclama Washington es la trampa mortal que destruirá toda oportunidad de recuperar su honor y su salvación al pueblo egipcio.
\r\nHay dos preguntas que hacerse:
\r\n1. ¿Podrían extenderse estos levantamientos a Libia, Argelia, Marruecos y Jordania? Para Libia, la cuestión ni se plantea. Para los libios, Gadafi no es un dictador sino un líder iluminado. Tardaremos en ver sumidas en la cólera a las calles de Trípoli. Respecto a los otros tres países, a pesar de la corrupción generalizada, el desempleo, el empobrecimiento galopante y la falta de perspectivas para la juventud y los nuevos diplomados, no habrá insurrecciones en ellos. Los Gobiernos actuales prometerán la introducción de vastas y urgentes reformas para satisfacer las reivindicaciones de sus pueblos y seguirán sin comprender que es la alternancia lo que la nación exige. El brazo de hierro será flexible, pero nadie podrá prever la reacción popular a corto plazo. Una cosa es cierta, gracias a lo que ocurre en Túnez y en Egipto, los pueblos saben ya dónde están sus verdaderas fuerzas. Nada será ya como antes.
\r\n2. ¿Van a cambiar algo estos levantamientos? En Yemen, nada concluyente. Al régimen le bastaría con hacer algunas concesiones para dispersar a las multitudes. Las alianzas tribales están demasiado corrompidas como para renunciar a sus conquistas en beneficio de sus comunidades. Túnez podría arreglárselas. Tiene bazas reales de salir bien parado de la transición, pero los excluidos del aparato del poder no renunciarán a su parte del pastel. En cuanto a Egipto, se velan las armas, o, por seguir con la tradición musulmana, es \"la noche de la duda\". Se juega todo a una carta. Y todo lleva a creer que se va a armar una buena. Los envites geoestratégicos son de tal calibre que gustosamente aceptarían el sacrificio de algunas decenas de miles de muertos.
\r\nYasmina Khadra es escritor argelino. Traducción de Juan Ramón Azaola.
\r\n* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de febrero de 2011
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\r\nEl corazón de Astaná había sido cerrado al tráfico para facilitar la llegada de los invitados y permitía contemplar en todo su esplendor el vecino Palacio de la Paz y la Reconciliación, la pirámide diseñada por Norman Foster, contra cuyos cristales se estrellaban los copos de nieve que desparramaba la fuerte ventisca, en la segunda capital más fría del mundo después de la mongola Ulan Bator.
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Acabado el evento, nada mejor para escapar de los 12 grados bajo cero reinantes que adentrarse en otro de los símbolos de Astaná, la gigantesca yurta, una tienda de campaña donde los nómadas se refugian en las estepas de Asia Central, también obra del arquitecto británico, que cubre un lujoso centro comercial, cuya parte superior alberga una playa artificial con arena traída de las islas Maldivas y que, a una temperatura de 30 grados, permite, por 8.000 tengues por persona (42 euros), disfrutar del baño a grandes y chicos. Pero, aunque artificial, ese paraíso tropical es inalcanzable para la inmensa mayoría de los habitantes de Kazajistán, cuyo sueldo medio no alcanza los 80.000 tengues (420 euros) al mes.
\r\nAstaná es el espejo más nítido de la megalomanía del dictador, cuya fortuna estimada fuera de Kazajistán supera los 1.000 millones de dólares (750 millones de euros), además de las muchas empresas y bienes que posee su familia en el interior del país. En 1994, Nazarbáyev decidió trasladar la capital desde Alma Ata, en el sur del país, al norte, a un lugar en mitad de la estepa. El arquitecto japonés Kisho Kurokawa diseñó los planos de la que se convertiría en 1998 en la nueva capital, con una proyección de 800.000 habitantes para 2030. Pero en 2011 ya se habían alcanzado los 750.000 habitantes y, sin una red de transporte público, Astaná es un caos de tráfico y faraónicos edificios y monumentos.
\r\n\r\n\r\n\r\nEl arquitecto Kurokawa diseñó los planos de la nueva capital, una urbe de grandes monumentos en mitad de la estepa
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Por aquellos días se acercaban las elecciones legislativas bajo la nueva ley electoral aprobada en 2009 y Nur Otan sabía que iba a dejar de ser “el único” partido. Para mostrar su voluntad democratizadora antes de ejercer en 2010 la presidencia de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) —lo que Nazarbáyev, obsesionado con hospedar cumbres y eventos internacionales, obtuvo porque es “nuestro dictador más querido”, según un diplomático europeo—, se modificó la ley electoral de manera que si ningún partido pasaba la barrera del 7% de la totalidad de los votos, el segundo más votado entraría de todas formas en el Parlamento. No hizo falta aplicar la enmienda.
\r\nLos comicios del pasado 15 de enero arrojaron unos resultados muy alentadores para la democracia kazaja: Nur Otan obtuvo el 81% de los votos y superaron la barrera del 7% dos partidos afines. La oposición se quedó fuera. El segundo grupo con escaños en el Parlamento es Ak Zhol (Camino Claro), que representa los intereses de los empresarios y está dirigido por Timur Kulikáyev, casado con una de las tres hijas de Nazarbáyev y ya colocado al frente de Samruk-Kazyna, el fondo soberano de riqueza de Kazajistán. Y el tercero es el Partido Comunista del Pueblo, formación salida del aparato del Partido Comunista que encabezó Nazarbáyev en 1989, al frente del cual se convertiría en el último presidente del Sóviet Supremo de la República Socialista Soviética de Kazajistán, hasta que el 24 de abril de 1990 asumió la presidencia del nuevo país independiente de Asia Central.
\r\nNazarbáyev se presentó en 1991 a las elecciones presidenciales y las ganó con el 91,5% de los votos. Era el único candidato. En los sucesivos comicios dejó de competir contra sí mismo y permitió que algunos figurantes —políticos sin la menor relevancia— se presentaran como rivales, de manera que su listón de popularidad se mantuviera inalterable gracias a las artes fraudulentas de sus incondicionales. En las últimas elecciones, en 2011, se presentaron cuatro candidatos, y el presidente fue reelegido por el 95,54% de los votos. Hacía ya mucho tiempo que, por distintos motivos, habían desaparecido los contendientes que pudieron representar un desafío a su mandato.
\r\nCon una prensa amordazada, Internet controlado y una ley que facilita la liquidación de los periódicos y prohíbe a los periodistas que hayan colaborado con alguna publicación suspendida trabajar durante tres años, Nazarbáyev, de 71 años, decidió gozar hasta su muerte del culto a la personalidad que ha llenado Kazajistán de sus retratos y bustos. Para ello, ha establecido penas de prisión por todo insulto a su “honor” y a su “dignidad”, al tiempo que una ley le ha concedido inmunidad de por vida.
\r\nMagnífico y discreto anfitrión, Nazarbáyev gusta de invitar a los amantes de la caza, desde el rey Juan Carlos hasta el príncipe Andrés, pasando por Vladímir Putin, además de emires y sultanes. Todos parecen rendidos a los encantos de este hombre que controla con mano de hierro a su pueblo, y al que George Bush recibió con grandes honores en la Casa Blanca por su contribución a la lucha contra el terrorismo y su apoyo a la guerra de Afganistán.
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Con una extensión de 2,5 millones de kilómetros cuadrados (cinco veces España) y sexto país del mundo en recursos naturales, Kazajistán guarda en su subsuelo enormes reservas de petróleo, gas, uranio, volframio, zinc, plata y otros muchos minerales. Con las puertas abiertas a la inversión extranjera, una situación estratégica —tiene fronteras con Rusia, una China sedienta de recursos para su veloz desarrollo, Turkmenistán, Uzbekistán y Kirguizistán— y sin querer casarse con nadie, Kazajistán es la novia de todos y la más cotizada.
\r\nNazarbáyev, con sueños imperiales, casó a la menor de sus hijas, Aliya, con Aidar Akáyev, hijo del entonces presidente de Kirguizistán, Askar Akáyev, expulsado del poder en 2005 por la llamada Revolución de los Tulipanes. El matrimonio no funcionó, y la más emprendedora de las tres hijas del dictador se divorció para casarse después con un importante empresario kazajo, mientras su exmarido se explayaba en un libro sobre el nepotismo, la corrupción y la dictadura de Nazarbáyev. Aliya también ha escalado las cumbres del mundo empresarial y —al igual que Gulnara Karímova, la hija del dictador uzbeco— ha creado con los joyeros italianos Damiani una colección exclusiva de joyas denominada Alsara.
\r\nNazarbáyev, que se trata en secreto en Alemania de cáncer de próstata, tampoco tuvo suerte con el marido de Dariga, su hija mayor: Rajat Aliyev, exiliado en Austria, donde fue embajador, y sentenciado en ausencia a 20 años de cárcel por el secuestro de dos banqueros hasta ahora desaparecidos. Aliyev adujo que fue un juicio político por criticar el intento de Nazarbáyev de 2007 de nombrarse presidente eterno. En 2008 fue condenado en ausencia por un tribunal militar a otros 20 años por intento de golpe de Estado. Austria siempre rechazó la extradición. Sin haberlo pedido y sin que su esposa le dijera nada, Aliyev recibió en junio de 2007 por fax la comunicación de su divorcio.
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\r\nLos otros tres candidatos, personajes sin envergadura vinculados al régimen, obtuvieron cada uno alrededor del 3%. La abstención apenas llegó al 10%. \"La elevada participación del electorado demuestra un mayor compromiso político por parte de los ciudadanos\", dijo el lunes el presidente de la comisión electoral, Mirzo-Ulugbek Abdusalmov.
\r\nUna interpretación muy distinta ofrecía la OSCE. \"Los votantes han sido privados de una verdadera elección\", indicó el comunicado de la misión de observación, que además de la absoluta falta de pluralidad, constató \"irregularidades\" en el proceso de votación. La OSCE nunca ha reconocido como homologable una elección en Uzbekistán, y este caso no fue la excepción: \"Estos comicios no han cumplido con los requisitos de la OSCE\" para ser considerados como democráticos. Por el contrario, los observadores de la pos soviética Comunidad de Estados Independientes (CEI) describieron las elecciones uzbekas como \"libres, abiertas y transparentes\".
\r\nKarímov, economista de 70 años, dirige con mano de hierro desde hace 18 años esta ex república soviética de Asia Central, donde los partidos políticos y los medios independientes están prohibidos, y los opositores se hallan en la cárcel o en el exilio. El mandatario uzbeko, abanderado en la lucha contra los integristas islámicos, estuvo en el foco de la crítica mundial a raíz de la represión de un levantamiento en mayo de 2005, que dejó centenares de muertos.
\r\nUzbekistán, de 27 millones de habitantes, es la república más poblada de la región. A pesar de las vastas reservas de hidrocarburos, la economía del país, en buena medida bajo control estatal, no logra despegar, y una tercera parte de la población vive en la pobreza.
\r\n* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de diciembre de 2007
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\r\nHa sido el mismo Karímov, de 67 años, el que ha generado la oposición musulmana radical al aplastar en 1992 a la oposición laica, representada por los partidos Birlik y Erk. Karímov ha emprendido una lucha contra los extremistas religiosos que desean acabar con su régimen, encarcelando a miles.
\r\nA partir de los noventa, los nuevos países que surgieron del desmoronamiento de la URSS comenzaron a vivir un agitado periodo de autoidentificación nacional en que se activó el factor religioso. Tradicionalmente musulmanes, surgieron en Uzbekistán una serie de grupos fundamentalistas, como Akromia, Adolat (Justicia), Islom Lashkarlari (Soldados del Islam), Tablij (Sociedad para la Divulgación de la Fe), Touba (Arrepentimiento) y Nur (Luz), muy activos en el valle de Ferganá. Su objetivo es la creación de un Estado islámico teocrático, un nuevo califato.
\r\nSuperpoblado, este valle donde viven unos siete millones de personas, está dividido entre Kirguizistán, Uzbekistán y Tayikistán y es un auténtico volcán con erupciones periódicas. La revolución kirguiza de los tulipanes, en marzo, comenzó en ese valle, en Jalalabad y Osh. La tradicional influencia islámica en el valle se ve reforzada por la miseria y por la explosión demográfica; los jóvenes son presa fácil de los fundamentalistas.
\r\nLos radicales uzbekos han utilizado el terrorismo en varias ocasiones. El más extremista es el Movimiento Islámico de Uzbekistán, que aboga por la vía armada para instaurar un Gobierno que se rija por la ley musulmana. Otro movimiento que cobra cada día más fuerza en ese país es Jizb at-Tajrir al Islami (Partido de Liberación Islámico).
\r\n* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de mayo de 2005
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\r\nQuien asuma el poder estos días —habrá que estar atento a quién dirige el funeral en Samarcanda— aprovechará este miedo al vacío hacia fuera y hacia dentro. En las cocinas de las casas, lugar, como en tiempos soviéticos, donde la gente se expresa, se teme tanto al régimen como a una inestabilidad en la que ganen peso grupos yihadistas. El islamismo radical es ajeno a la tradición uzbeka, pero también la democracia. En sus 27 años de mandato, anterior incluso a la disolución de la Unión Soviética, Karímov ha gobernado con mano de hierro, impidiendo que floreciera una mínima sociedad civil. Y en un país joven, con escasas perspectivas vitales y en el que muchos no han conocido más que este régimen, son muchas las costuras, sociales y regionales, susceptibles de quebrar la aparente estabilidad.
\r\nEl papel destacado de militantes uzbekos en el fronterizo Afganistán y en Siria da consistencia a los temores frente al islam radical, pero conviene adoptar cierta precaución ante el uso interesado de una amenaza que, en el Asia Central exsoviética, ha sido frecuentemente exagerada o utilizada para justificar agendas geopolíticas. Ahora, resulta inevitable mirar hacia Rusia, China y EE UU. Pero ninguno de ellos influirá decisivamente en los acontecimientos de los próximos días.
\r\nA medio plazo, quien aspire a reemplazar a Karímov, utilizará, con toda probabilidad, la agenda exterior para consolidarse. A favor de Tashkent juega la falta de interés por una desestabilización de este país clave. Toda Asia Central se vería afectada y con ella intereses vitales de China —estabilidad de Xinjiang o el proyecto de nueva ruta de la seda— y Rusia —por su vulnerable frontera meridional con Kazajistán—, pero también de EE UU —presencia en Afganistán— y, en menor medida, de la UE. El entorno es así favorable para la consolidación de una opción continuista en Uzbekistán, pero también propicio para que cualquier tensión interna o incidente fronterizo, particularmente con Tayikistán o Kirguistán, desencadene una reacción de consecuencias imprevisibles.
\r\nGobernó Uzbekistán, el país más poblado de Asia Central, con mano de hierro durante 27 años. Islam Karimov, para muchos uno de los últimos herederos directos de los restos de la Unión Soviética, falleció el viernes a los 78 años.
\r\nEl gobierno uzbeco finalmente confirmó su muerte luego de numerosos rumores, y seis días después de que Karimov fuera hospitalizado por lo que se cree fue una hemorragia cerebral.
\r\nDiversos reportes desde una de las naciones más herméticas del planeta señalan que han comenzado las preparaciones para el funeral que tendría ligar este sábado.
\r\nKarimov llegó al poder inmediatamente después del colapso de la URSS y de la independencia de Uzbekistán. Hasta la fecha había sido su primer y único presidente.
\r\nSu mandato de más de un cuarto de siglo estuvo salpicado de duras acusaciones de violencia estatal, manipulación electoral y por un escándalo que llevó a la caída en desgracia de su propia hija.
\r\nKarimov nació en 1938 en Samarcanda, una de las ciudades más antiguas de Asia Central y punto clave de la mítica Ruta de la Seda. Se educó en un orfanato antes de estudiar Ingeniería y Economía en la universidad.
\r\nDurante los años siguientes inició el ascenso en los rangos del Partido Comunista de Uzbekistán, del que se convirtió en primer secretario en 1989, en un momento en que la fragilidad de la URSS empezaba a ser evidente.
\r\nEn 1991, Karimov declaró la independencia de Uzbekistán y ganó las primeras elecciones presidenciales por un amplio margen, en unos comicios que fueron calificados de \"gravemente amañados\" por la organización no gubernemental Human Rights Watch.
\r\nEse proceso se repitió con similares resultados a lo largo de20 años. En las elecciones del año pasado, fue reelegido con un 90% de los sufragios.
\r\nEl monopolio casi total del poder por parte de Karimov estuvo acompañado de la represión del disenso.
\r\nPolíticos opositores y activistas de derechos humanos fueron encarcelados o expulsados del país. La prensa independiente en Uzbekistán es a menudo descrita como \"prácticamente inexistente\".
\r\nDerechos de autor de la imagenAPImage caption \r\nEl año pasado, Amnistía Internacional aseguró que era \"un secreto a voces que cualquiera que no goce del favor de las autoridades puede ser detenido y torturado en Uzbekistán\".
\r\nSegún otra conocida acusación -negada por las autoridades uzbecas- dos presos fueron hervidos hasta morir en 2002.
\r\nActivistas y testigos dicen que las fuerzas de seguridad del Estado mataron a cientos de manifestantes en la ciudad oriental de Andijan en 2005, en un incidente sobre el que el gobierno acusó al extremismo islamista.
\r\nSus críticos acusaron al gobierno de Karimov de exagerar la amenaza del islamismo para atraer el favor y la ayuda internacional y reprimir a la oposición interna.
\r\nSe cree que miles de musulmanes fueron encarcelados.
\r\nMientras que la actuación de Karimov en materia de derechos humanos fue criticada por gobiernos internacionales, Uzbekistán sigue siendo un aliado útil para Estados Unidos, que usó el país como base durante la guerra de Afganistán.
\r\nDerechos de autor de la imagenAPImage caption \r\nUzbekistán también controla importantes reservas de petróleo, gas y oro y es un importante productor de algodón.
\r\nLa muerte del presidente plantea dudas sobre la estabilidad de un país que durante décadas fue dominado por un hombre y sobre quién lo sucederá al frente.
\r\nLas luchas internas por el poder se produjeron ya en los últimos años, con varios competidores intentando posicionarse en la carrera por la sucesión del líder.
\r\nEn algún momento, la hija de Karimov, Gulnara, fue vista como un posible reemplazo, pero desde 2014 se cree que está bajo arresto domiciliario y no se la ha vuelto a ver en público.
\r\nDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage caption \r\nSu otra hija, Lola, embajadora de Uzbekistán ante la Unesco, confirmó oficialmente que su padre había sufrido un derrame en su cuenta de Instagram poco después de que un comunicado oficial hubiera informado que el mandatario había sido hospitalizado.
\r\nEl mero reconocimiento de la enfermedad de Karimov por parte de las autoridades uzbecas -después de los insistentes rumores sobre su delicado estado de salud- fue un signo de que el estado del presidente era grave.
\r\nEntre quienes pugnan por ocupar su lugar se encuentran el actual primer ministro Shavkat Mirziyoyev y el vice primer ministro Rustam Azimov.
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