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Manifestantes irrumpen en el Parlamento de Kuwait. REUTERS\r\n
Docenas de manifestantes entraron hoy por la fuerza en el Parlamento kuwaití después de que la Policía emplease la fuerza para disolver una marcha que pedía la renuncia del primer ministro del país, el jeque Nasser Al Mohamed Al Sabah, informaron activistas kuwaitíes y medios locales.
\r\nOpositores kuwaitíes colgaron en las redes sociales vídeos en los que muestran cómo una muchedumbre exaltada entra en la sede del Legislativo de este país del Golfo profiriendo lemas contra el Gobierno.
\r\n\"El pueblo quiere derrocar al jefe del Gobierno\", coreaba una multitud a las puertas del Parlamento. Los cánticos recordaban a los que en febrero pasado en Egipto pedían el fin de tres décadas de era Mubarak. El gobierno kuwaití ha conseguido evitar el contagio de las revueltas tunecinas y egipcias gracias a un generoso estado del bienestar.
\r\nNo se trata de la primera vez en las últimas semanas que miles de kuwaitíes salen a las calles de su país para pedir la dimisión de Al Sabah, miembro de la Familia Real, aunque hasta el momento las protestas habían discurrido de forma tranquila.
\r\n\r\nLas desavenencias en el Parlamento kuwaití y las crisis gubernamentales son una constante en este rico reino
\r\nEl pasado 20 de octubre, decenas de miles de personas se manifestaron para pedir la dimisión del jefe de Gobierno, en una crisis que acabó con la dimisión del ministro de Exteriores, Mohamed Salem al Sabah, obligado a dimitir por su supuesta implicación en una trama de corrupción. El diplomático Sabah al Jaled lo sustituyó al frente de esa cartera, además de asumir también el cargo de viceprimer ministro.
\r\nSegún medios de comunicación kuwaitíes, Salem estaba involucrado en el escándalo que supuso el descubrimiento de una supuesta trama de corrupción en la que miembros del Ejecutivo habrían pagado sobornos a parlamentarios para \"ganar su lealtad\".
\r\nLas desavenencias en el Parlamento kuwaití y las crisis gubernamentales son una constante en este rico reino petrolero del Golfo, que cuenta con uno de los Parlamentos más democráticos de la región.
\r\nLos kuwaitíes acuden este jueves a las urnas para elegir su cuarto Parlamento desde 2006. El último fue disuelto el pasado diciembre después de una crisis política que llevó al asalto de la Cámara por un grupo de manifestantes y forzó la destitución del primer ministro. Las autoridades rechazan los paralelismos con la primavera árabe; aseguran que Kuwait ya tiene un sistema democrático, y confían en apaciguar las quejas con nuevas dádivas. Mientras, en la calle, el debate sobre la necesidad de limitar el poder de la familia real está sacando a la superficie las líneas de fractura de la sociedad kuwaití.
\r\n“Elijamos a 50 ángeles o a 50 demonios nada va a cambiar hasta que no se mueva la calle”, declara Saad Al Ajmi, el editor del periódico online Al Aan.
\r\nAl Ajmi se refiere a que sea cual sea el resultado de las urnas, es el emir quien, de acuerdo con la Constitución, elige al primer ministro. Además, la familia reinante, Al Sabah, también se reserva las carteras clave de Defensa, Interior y Asuntos Exteriores. En consecuencia no se produce la alternancia que cabría esperar en un régimen democrático. Además, los ministros (un máximo de 16 de los que solo uno tiene que ser diputado) disponen de escaño en la Cámara, con lo que pasa de 50 a 65 miembros, distorsionando el resultado electoral a favor de los progubernamentales.
\r\nDe ahí que la oposición, una vaga coalición de islamistas, liberales, nacionalistas e independientes, haya hecho causa común de la petición de reformas constitucionales, a pesar de las diferencias que separan a los distintos grupos. En Kuwait, que fue pionero entre las monarquías petroleras de la península Arábiga en la adopción de una Constitución y un Parlamento tras su independencia en 1961, no están permitidos los partidos políticos, lo que complica aún más el ejercicio democrático.
\r\nPero el asunto divide a los 1,2 millones de kuwaitíes, de los que 400.000 tienen derecho al voto. Suleiman al Onaizi, del Centro de Investigación y Estudios sobre Kuwait, considera “muy peligrosa” la reforma constitucional. “Terminará llevándose por delante a nuestra familia real”, asegura. “Si consiguen el derecho a elegir el Gobierno, el próximo paso será rechazar al emir. Van paso a paso, pero su objetivo último es el poder”, asegura. ¿Quiénes? “No están en la foto, son recién llegados al país, no las familias originales”, añade exponiendo una de las fallas que dividen a los kuwaitíes. También teme que los partidos políticos abran la brecha entre suníes y chiíes o entre urbanos y tribales.
\r\nA pesar de la riqueza que se asocia con el emirato, el sexto exportador de petróleo del mundo, la utilización del tesoro para comprar lealtades políticas ha generado desigualdades y rencillas que los kuwaitíes airean con una libertad inimaginable en otras monarquías petroleras.
\r\n“Olvídese de los buenos sueldos y los beneficios sociales que todos recibimos. Eso es una miseria. El dinero de verdad es el de los contratos que se reparten 20 grandes familias”, explica un funcionario para poner contexto a la gravedad de las acusaciones de corrupción que los opositores achacan los gobernantes.
\r\nLas grandes familias de comerciantes, los chiíes, algunas tribus... cualquiera que apoya al Gobierno se convierte en objetivo de la oposición. A la vez, quienes se sienten atacados reaccionan tachando a los opositores de oportunistas, agentes iraníes o kuwaitíes de segunda. La creciente polarización de la sociedad empieza a preocupar a los observadores.
\r\n“Las protestas que hubo el año pasado no han tenido que ver con la primavera árabe, pero si el Gobierno no lo gestiona bien pueden terminar convirtiéndose una”, señalan fuentes diplomáticas europeas. En cualquier caso, para quienes participaron en el asalto al Parlamento del pasado noviembre, Túnez y Egipto fueron una inspiración.
\r\nEn lo que parece un aviso de lo que se avecina, miembros de la tribu Al Mutairi incendiaron en la noche del lunes al martes la jaima electoral de Mohamed al Yuwaihel, un candidato considerado progubernamental, al que acusaban de haberles insultado. Varios miles de Al Mutairi impidieron el acceso de los camiones de bomberos y permanecieron en el lugar hasta las cuatro de la madrugada para asegurarse de que no quedaba rastro.
\r\n“Vinieron las fuerzas especiales, pero igual que el día que asaltamos el Parlamento no dieron un paso porque sabían que si lo daban…”, confía un testigo a la vez que con la mano hace el gesto de cortarse la garganta.
\r\nEl incidente motivó la reunión al día siguiente del Consejo de Ministros que advirtió que “la estabilidad de Kuwait es la línea roja”. Los opositores, por su parte, cancelaron sus mítines individuales y se reunieron en la carpa de Musalem al Barrak, uno de los candidatos más vocales contra el régimen, no para denunciar el incendio, sino para expresar su apoyo a los Al Mutairi. Uno tras otro los candidatos pidieron unidad y calma, pero también un cambio radical.
\r\n“Ya nadie cree en el régimen”, explica con el ruido de fondo de los discursos Mansur al Khuzam, fundador y secretario general del partido islamista Al Umma. A la pregunta de cuál es el objetivo, responde que “una transición pacífica hacia una democracia verdadera”. ¿Hay lugar para la familia real? “Depende de ellos. Si son flexibles y aceptan los cambios, tendrán un sitio, pero buscamos una democracia con los estándares europeos, no con los estándares árabes”, resume.
\r\nCuatro son las líneas que fracturan la sociedad kuwaití:
\r\n\r\nUn tercio de los 1,2 millones de kuwaitíes son chiíes. Pero sus orígenes son distintos. Parte de ellos llegaron desde Persia a finales del siglo XVII; otros proceden de los oasis chiíes de Arabia Saudí, y solo una minoría son emigrantes recientes desde Irán.
\r\n“Antes no distinguíamos entre suníes y chiíes, pero el avance islamista lo hace patente”, declara Ahmad al Bustan, profesor de la Universidad de Kuwait. “Dicen que los chiíes apoyamos al Gobierno. Es porque tenemos miedo de los radicales religiosos y nos sentimos protegidos”, explica. Admite que él respalda al Ejecutivo. “Me tienen en el bote, pero ¿estoy contento? No, no estoy contento. Mi alumno se ha convertido en mi decano y no me trata bien. Pasa todo el tiempo”, añade. Sin embargo, lo que más parece molestarle no es esa sutil discriminación sino que no confíen en su consejo. “Como todas las semanas con el ministro de Educación y cuando le digo que, si no se produce un cambio gradual, habrá una revolución, cree que exagero y me pregunta qué necesito”.
\r\nUno de los motivos por los que la oposición se enfrentó al anterior primer ministro, el jeque Naser Mohamed al Ahmed al Sabah, fue por sus buenas relaciones con la comunidad chií.
\r\n“Todos en Kuwait venimos originalmente de tribus”, ha escrito Badrya Darwish en el Kuwait Times. Pero no todos se identifican como miembros de una. Según el censo de 1965, el 80% de los habitantes del emirato eran urbanos y un 20% beduinos. Hoy en día, a pesar de que la práctica totalidad de la población está asentada, las estadísticas identifican a un 40% como urbanos y al 60% restante como afiliado a una tribu.
\r\nEl activista político y de derechos humanos Abdelaziz al Orayedh explica que ello se debe en parte a que en 1965 no incluyó a muchos nómadas (lo que hubiera dado una distribución más cercana al 60-40). Pero también a que los beduinos son más propensos a la poligamia (una media de dos esposas) y tienen más hijos.
\r\nFrente a la imagen occidentalizada que proyecta Kuwait, con rascacielos, centros comerciales y jóvenes a la última, su particular Estado de bienestar ha fomentado el mantenimiento de las estructuras tribales. Sus valores más conservadores han convertido a sus diputados en aliados naturales de los islamistas. Muchos liberales temen que si disponen de más poder lleven el emirato hacia el modelo saudí.
\r\n“La gente se lo toma a broma, pero no sabe donde se está metiendo”, alerta preocupado Al Orayedh. Los jeques tribales retrasaron el voto de las mujeres hasta 2006, favorecen la segregación sexual en los espacios públicos y son menos proclives a la apertura de la economía que reclaman los liberales.
\r\nEsta división resulta más difícil de cuantificar, pero es algo que se percibe. La sociedad kuwaití es muy elitista. No todo el mundo es ciudadano de primer grado. Aunque nadie lleva una marca en la frente, la pureza de las raíces figura en la cédula de nacionalidad y, además, se desprende de los apellidos. Pertenecer a una de las grandes familias o tribus fundadoras es un grado que se traduce en prebendas y contratos.
\r\n“Son gente baja”, intenta descalificar a sus oponentes políticos un destacado islamista. “Nosotros les llamamos esclavos porque aunque en Kuwait se abolió la esclavitud, son descendientes de los que eran nuestros esclavos”, explica sin reparar en la contradicción que supone propugnar un sistema democrático y establecer categorías de ciudadanos.
\r\nQuienes no pueden trazar sus raíces hasta siete generaciones de kuwaitíes, o han adquirido la nacionalidad en tiempos recientes, son vistos como advenedizos.
\r\nEsa misma línea de razonamiento parece subyacer para las objeciones que no sólo el Gobierno, sino la mayoría de los ciudadanos, oponen a la naturalización de varios miles de personas que desde la independencia del país en 1961 viven sin papeles, los llamados bidún. “No les ven como potenciales recursos humanos para construir la sociedad sino como competidores por unos recursos escasos”, explica una consultora estadounidense con larga experiencia en el país.
\r\nLos trabajadores extranjeros, que suponen dos tercios de los habitantes, ni siquiera entran en la foto, ya que carecen de derechos civiles.
\r\nDespués de un siglo de alternancia entre las dos principales ramas de la familia real kuwaití de los Al Sabah, en 2006 se rompió el pacto no escrito entre los dos hijos de Mubarak al Kabir, Yaber y Salem. Los descendientes de Yaber desplazaron a los Al Salem tras lograr que el Parlamento declarara “no apto” al jeque Saad, que padecía Alzheimer. El jeque Sabah consiguió los apoyos necesarios para ser proclamado emir y eligió como príncipe heredero a su hermano Nawaf. Para muchos kuwaitíes esa lucha palaciega subyace a los actuales enfrentamientos políticos que dividen el país.
\r\n“En nuevo emir dijo que quería convertir Kuwait en un centro financiero internacional y enseguida una parte de la familia real empezó a retirar su dinero de las inversiones en las que participaba”, explica el activista político y de derechos humanos Abdulaziz al Orayedh.
\r\nPara hacer frente a esos pagos, muchos empresarios pidieron préstamos millonarios. La crisis financiera de 2008 arruinó a algunos de ellos, creando una base de descontento entre uno de los apoyos tradicionales de la monarquía.
\r\nCuando en marzo del año pasado empezaron las protestas estudiantiles, no sólo contaron con el apoyo de los diputados de la oposición, sino también con los de los rivales dentro de la familia real del entonces primer ministro, el jeque Naser, un hombre del emir. Ahora los observadores temen que estas querellas internas den profundidad al creciente descontento popular por la concentración de poder en la familia real y su despilfarro de los recursos públicos.
\r\nLos kuwaitíes eligieron ayer una nueva Asamblea Nacional con la que intentan poner fin a la crisis política abierta por las protestas del año pasado. Pero la participación del 59,7% desilusionó a quienes esperaban una participación masiva en los comicios, calificados como \"los más cruciales y peligrosos de la historia de Kuwait\" por el presidente del Parlamento saliente. La oposición, que defiende cambios constitucionales, confía en obtener una mayoría suficiente de los 50 escaños en liza para neutralizar los 15 reservados a los ministros.
\r\n\"Sí, esperábamos más participación, pero estamos en medio de las vacaciones de primavera\", justifica Saad al Ajmi, editor del diario online Al Aan, uno de los más críticos. Históricamente, la asistencia a las urnas ha rondado el 85%. Pero a partir de 2006 esa tasa cayó por debajo del 65%. Según el catedrático Abullah Alshayji, influyó la escasa respuesta de las mujeres, que pudieron votar desde ese año. Sin embargo, otros analistas lo atribuían a la creciente desilusión con la impotencia de la Cámara y confiaban en que el debate abierto ahora se tradujera en un mayor número de votantes.
\r\nPero a pesar de las tensiones de la campaña, el ambiente en los colegios electorales era relajado, incluso festivo en los destinados a las mujeres. En la escuela Al Waha, en Jahra, uno de los 98 centros de voto distribuidos por el emirato, partidarios de los candidatos tratan de ganar apoyos hasta el final, justo antes de que los electores accedan a las urnas.
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\"Hay mucho indeciso\", explica un prosélito mientras entrega la tarjeta de su candidato, Abu Rumai. \"Estamos con la oposición porque queremos más libertad y oportunidades para los jóvenes\", explica. No está claro que los votantes tengan muy en cuenta las intenciones políticas (aquí no hay programas porque los partidos no están autorizados).
\r\n\"Voy a votar a mis dos primos, a un amigo que aprecio mucho y a Ali Salem al Daqbasi\", confía F. al E., poniendo de relieve las peculiaridades del sistema kuwaití. Sus parientes son progubernamentales. Sin embargo, los otros dos candidatos están con la oposición que pide reformas constitucionales. Esto, que podría sonar progresista, resulta contradictorio en el caso de Al Daqbasi, quien se opuso a que se extendiera el derecho de voto a las mujeres.
\r\nCada elector puede marcar hasta cuatro casillas de la lista de su circunscripción, y en cada uno de los cinco distritos electorales del emirato se eligen 10 diputados. Se han presentado 287 candidatos. 23 son mujeres.
\r\nJahra, 32 kilómetros al noroeste de Ciudad Kuwait, es el contrapeso tribal y tradicionalista al estilo cosmopolita y occidentalizado que se respira en el Marina Crescent de la capital. En la escuela Said Hashem (único colegio para mujeres en Jahra), la mayoría de votantes, vocales de mesa e interventoras se cubren con el niqab, el velo que tapa la cara salvo los ojos. Eso exige una maniobra ante la vocal para permitir su identificación sin que el juez que preside la mesa (no hay juezas) les vea la cara.
\r\n* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 3 de febrero de 2012
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\r\nLa oposición kuwaití afirma que su llamamiento al boicot ha funcionado y que la participación es del 26.7%. Una cifra bajísima, teniendo en cuenta que los pasados comicios de enero alcanzaron el récord del 60% de participación.
\r\nPero esa barrera queda hoy lejos y deja en serios problemas al Gobierno. \"Hasta ahora la participación está siendo muy baja\", observaba George Irani, profesor de la Universidad Americana de Kuwait, a lo largo de la tarde. \"Si se queda en menos del 40% sería un problema\", añadía. Los activistas del boicot esperan una abstención del 70%, mientras que el Gobierno espera que la participación se sitúe en torno al 50%. A falta de que se revelen las cifras oficiales, si la cifra facilitada por la oposición se confirma, la lectura es que los partidarios de la abstención habrían ganado.
\r\nLas mujeres kuwaitíes esperan volver a entrar como diputadas en el Parlamento que se vota hoy. Serán las quintas elecciones en las que participan desde que ganaron el derecho al sufragio en este pequeño emirato del Golfo Pérsico, en 2005.
\r\nY por eso políticas como Maasuma Mubarak esperan que las mujeres logren acercarse a los resultados de 2009, cuando cuatro candidatas lograron por primera vez un escaño en la Asamblea Nacional, compuesta por 50 miembros.
\r\n\"Espero que tres o cuatro mujeres puedan entrar en el Parlamento esta vez\", señaló Mubarak. Zekra al Rashidi también se mostró optimista: \"Confío en las votantes kuwaitíes, porque el voto de una mujer es un voto libre\". Pero lo cierto es que, a priori, la baja participación no beneficiará a las mujeres.
\r\nEstas elecciones son las segundas que se celebran este año. Las anteriores, el pasado enero, se saldaron sin que ninguna mujer fuera elegida diputada.
\r\nEntonces, la participación alcanzó la cifra récord del 60% y la oposición islamista obtuvo la mayoría de los escaños. Ya en esos días, los analistas le daban a la Cámara poco tiempo de vida.
\r\nLos colegios electorales han cerrado a las 20.00 hora local (las 18.00 horas en España) y los resultados se conocerán antes de la medianoche de hoy. Estaban llamados a las urnas 422.569 votantes. El 56% de ellos son mujeres. Los electores eligen entre 307 candidatos, de los que 14 son mujeres, ocho candidatas menos que en las elecciones de enero. La novedad para esta votación es que un decreto acaba de reformar la Ley Electoral recortando el número de votos por persona de cuatro a uno. Los diez candidatos con más votos en cada distrito obtienen escaños.
\r\nLa oposición se opone a este decreto porque piensa que reducir el número de votos beneficiará a los candidatos próximos al Gobierno –lo que es igual a decir familia real-. El primer ministro es nombrado a dedo por el emir, el jeque Sabah al Ahmad al Sabah, de 83 años. Por ello, muchos kuwaitíes se oponen a esta campaña electoral y han llamado al boicot.
\r\nDecenas de miles de personas marcharon ayer por las calles de la capital kuwaití llamando a los ciudadanos a no participar en los comicios. \"¡La gente quiere hacer caer el decreto!\", reclamaron los manifestantes haciéndose eco de una de las estrofas más famosas de las revoluciones árabes.
\r\nLa marcha fue permitida por las autoridades. Kuwait cuenta con uno de los sistemas políticos más abiertos de su entorno. Pero el emirato está inmerso en una alta volatilidad política -desde 2006 ha habido cinco legislaturas en el Parlamento-, que ha ido acrecentándose desde principios de 2011. Ese año, una ola de protestas en la plaza Erada de Kuwait City provocaron la caída del Gabinete, con el primer ministro –sobrino del emir- a la cabeza.
\r\nAunque la Primavera Árabe no ha tenido un impacto directo en el cuestionamiento de la monarquía, existe un movimiento opositor en Kuwait que reclama reformas democráticas y mayor transparencia contra la corrupción. De hecho, lo que viene siendo una disputa constante entre Gobierno y Asamblea Nacional, se está convirtiendo desde el año pasado en un debate sobre el equilibrio de poder entre el emir y el Parlamento en el país con las sextas reservas mundiales de petróleo.
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