Las feministas tunecinas se han asustado, pero al final su movilización y la de los socialistas de Ettakatol han logrado parar el golpe. En la nueva Constitución de Túnez la mujer será “igual” al hombre y no “complementaria” como intentó el partido islamista mayoritario Ennahda.
Desde finales del año pasado, una Asamblea Constituyente elegida democráticamente, en la que los islamistas ostentan la mayoría relativa, elabora la nueva Carta Magna de Túnez. Seis comisiones redactan los artículos de la futura Constitución que revisa y armoniza, antes de someterlos al pleno, una Comisión de Coordinación.
Ennahda propuso en verano, en la Comisión de Derechos y Libertades, que la mujer fuese considerada, en el artículo 28 de la Ley fundamental, como “complementaria” del hombre, suscitando una oleada de protestas. Varias asociaciones de la sociedad civil convocaron manifestaciones el 13 de agosto, aniversario de la promulgación del estatuto personal por el presidente Habib Bourguiba, para expresar su rechazo.
Sin parangón en el mundo árabe, el estatuto o código personal equipara, desde hace 56 años, a las mujeres tunecinas con los hombres y prohíbe además la poligamia —autorizada en el islam— y el repudio de la esposa, al tiempo que instaura el matrimonio y el divorcio civil. Por algo Túnez fue el primer país árabe en el que hubo una mujer ministro (1983) y también piloto (1980).
La movilización surtió efecto. Ennahda dio marcha atrás. La nueva redacción del artículo 28, aprobada por consenso esta semana en la Comisión de Coordinación, estipula no solo la igualdad entre sexos, sino que recalca la “igualdad de oportunidades en función de la competencia”. Señala, por último, que la violencia contra la mujer debe ser penalizada. Se da por descontando que el pleno de la asamblea ratificará este enunciado.
“Es un paso adelante, pero lo sucedido demuestra que debemos mantener la vigilancia para impedir cualquier retroceso”, comentó Emna Menif, de la asociación feminista Kolna Tounes. La más célebre de las feministas tunecinas, Lina Ben Mehni, considera, sin embargo, que las mujeres van a peor en Túnez. “Antes reclamaban más derechos, ahora luchan por preservar los que tienen”, declaró.
Mientras los islamistas moderados ceden, los más radicales (salafistas) recibieron este miércoles un mazazo simbólico. Un tribunal de Monastir condenó a ocho meses de cárcel, con ingreso en prisión, a un integrista que profanó hace tres semanas el modesto mausoleo de Burguiba en su ciudad natal.
Wu Yajun, empresaria de 49 años, es, con 6.200 millones de dólares (4.680 millones de euros), la quinta fortuna de China, según la revista Forbes. El espectacular despegue económico experimentado por China en las tres últimas décadas ha permitido a muchas intrépidas enriquecerse —hay bastantes más mujeres empresarias de éxito que en política—, pero también ha provocado una regresión hacia los abusos que se practicaban antes de la fundación de la República Popular en 1949, como la prostitución forzosa, la compraventa de niñas y adolescentes y los matrimonios obligados.
A estas prácticas odiosas ha contribuido en parte la política del hijo único, impuesta en 1979, que ha ocasionado un fuerte desequilibrio de sexos al abortarse millones de fetos femeninos por la tradición china de preferencia de hijos varones. En consecuencia, en la actualidad hay 23,15 millones de varones más que mujeres en edad de matrimonio, según la Comisión Nacional de Población y Planificación familiar.
Frente a este grave desequilibrio de género, cuyas consecuencias pueden ser desestabilizadoras para el país, la Federación de Mujeres comenzó en 2003, con evidente retraso, una campaña de cuidados a la niña para “erradicar la discriminación de género desde el embarazo e inculcar la igualdad desde la infancia”.
En la liberación de las chinas jugó un papel fundamental la Ley de Matrimonio de 1950. La última ley al respecto data de 2001 y, aunque es considerada una victoria de las activistas y organizaciones de mujeres al prohibir “la bigamia, la convivencia del cónyuge con otra persona, y la violencia familiar, el maltrato y abandono entre los miembros de la familia”, su principal fallo es que no hay voluntad de cumplirla. Empresarios, funcionarios y altos mandos del Partido Comunista Chino miden su “éxito” en el número de amantes que mantienen.
Además, el último informe de la Federación de Mujeres de China revela un significativo retroceso en los índices de igualdad de género en el mercado laboral. Si en la década de los noventa los sueldos de las mujeres en las ciudades equivalían al 77,5% del de los hombres, en 2010 se habían reducido al 67,3%. En el campo, la brecha se ha hecho mucho mayor y ha pasado del 79% al 56%.
Una reciente encuesta de las consultoras inmobiliarias Horizon Research e Ifeng.com halló que en las principales ciudades chinas los hombres figuraban en un 80% de los títulos de la propiedad matrimonial mientras que las mujeres, en su mayoría como copropietarias, sólo aparecen en un 30% de los registros.
En medio del auge de divorcios que vive China –unos 10.000 diarios– esta diferencia se ha vuelto particularmente sensitiva.
En 2011 la Corte Suprema China dictaminó que, en caso de divorcio, la propiedad queda enteramente en manos del que figura como titular.
Según la socióloga Leta Hong Fincher, autora de "Leftover Women: The Resurgence of Gender Inequality in China" (Las mujeres de sobra: el resurgimiento de la desigualdad de género en China), este dictamen reafirma una discriminación ancestral contra la mujer.
"Las familias tradicionalmente dan preeminencia a los hombres: el dinero familiar fluye en esta dirección. Si hay una hija, prefieren dar dinero al sobrino varón para que se compre una casa. De manera que las mujeres comienzan en desventaja aún antes de casarse. El dictamen de la justicia empeora aún más la situación", indicó a BBC Mundo Leta Hong Fincher.
El caso de Zhang Yuan, citado por Leta Hong Fincher en su libro, es un claro ejemplo de esta nueva vulnerabilidad económico-legal.
En 2005 Zhang Yuan y su marido adquirieron un departamento en Pekín por US$30.000.
El departamento hoy vale US$317.000 –más de diez veces su precio original– pero lejos de alegrarse por esta rápida valorización de su hogar Zhang se siente amenazada porque en el título de propiedad sólo aparece el nombre del marido.
En su momento Zhang, una profesional independiente, aceptó la norma cultural por la cual el marido registraba la propiedad a su nombre a pesar de que ella contribuía en partes iguales en los pagos de la hipoteca.
Con el nacimiento de un hijo y los dos años de licencia que tomó para cuidarlo, su situación se tornó más precaria y dependiente.
"Este caso es el de muchas mujeres profesionales que, por una razón u otra, no tienen su nombre en el título de propiedad. Incluso mujeres que quieren que su nombre figure, terminan cediendo a la presión social", señala Leta Hong Fincher.
La resolución de la Corte Suprema no sólo crea una creciente vulnerabilidad socioeconómica para las mujeres sino que les hace perder el tren del gran auge inmobiliario chino.
"Es la máxima acumulación de riqueza inmobiliaria de la historia. Se calcula que equivale a un 3,3% de todo el Producto Interno Bruto chino, unos US$27billones. Y las mujeres están básicamente excluidas", indicó a BBC Mundo Leta Hong Fincher.
La privatización de la vivienda pública de 1998 contribuyó a esta creciente vulnerabilidad al quitarle a las mujeres el "techo protector" del estado.
Shang Wen, citada en el libro de Leta Hong Fincher, fue más afortunada.
Sus padres, profesionales de ideas "avanzadas", le compraron un departamento en Pekín en 2004 y lo pusieron a su nombre.
El casamiento posterior, seguido de un divorcio por violencia doméstica, no la dejó desprotegida y hoy, a los 32 años, con un hijo, tiene trabajo y el respaldo de una propiedad que vale unos US$150.000, cinco veces más que lo que pagaron sus padres.
Derechos de autor de la imagenGETTYImage captionEl caso es sintomático por otra razón. Según ella misma admite, se casó a los 28 años ante el temor de no encontrar marido.
"A los 30 se considera que una mujer no puede casarse. Hay mucha presión. Sé que es estúpido, pero una lo siente", comenta Shang.
El término para las mujeres que no hallan marido a determinada edad es "shengnu", literalmente, de sobra (sheng), mujer (nu).
Esta idea de vida obsoleta o inútil si no hay matrimonio tuvo una sanción oficial en 2007 cuando la Federación de la Mujer en China, organismo oficial creado en 1949, aconsejó a las mujeres que tuvieran en cuenta que después de los 27 serían consideradas "shengnu" y hallarían muy difícil casarse y tener una vida plena.
Desde entonces la Federación ha publicado artículos en su página web como "Las ocho cosas que puede hacer para salir de la trampa del 'Shengnu'" o "¿Tenemos que simpatizar realmente con las 'Shengnu'?", que apuntan a generar ansiedad y prisa entre las mujeres de determinada edad.
Derechos de autor de la imagenGETTYImage captionEditorialmente hay un particular ensañamiento con las profesionales.
"Las chicas bonitas no necesitan educarse para casarse con una familia rica y poderosa, pero las que tienen un aspecto común y corriente tendrán muchas dificultades. Estas chicas se profesionalizan más para incrementar su valor. La tragedia es que no se dan cuenta que, a medida que las mujeres se hacen mayores, valen menos, de manera que para cuando obtienen su doctorado, son como viejas y amarillentas perlas", señala un artículo.
Según Leta Hong Fincher, hay una clara sincronía entre estos artículos y la política oficial del Consejo del Estado respecto a un problema crucial para un país con casi 1.400 millones de personas: la planificación familiar.
Muchas mujeres profesionale, por una razón u otra, no tienen su nombre en el título de propiedad. Incluso mujeres que quieren que su nombre figure, terminan cediendo a la presión socialLeta Hong Fincher, autora de "Leftover Women"
"Poco antes de la definición oficial del 'Shengnu', el consejo lanzó una reforma del programa de planificación familiar para 'mejorar la calidad de la población', una idea basada en la promoción de una calidad genética superior. El Consejo nombró a la Federación como uno de los más importantes ejecutores de esta política", señala Leta Hong Fincher.
El moralismo de esta campaña es notable y apunta al sector más pasible de suministrar ese material genético superior.
En un artículo denosta a las profesionales que "se creen muy avanzadas porque van a clubes nocturnos para tener una relación de una noche y terminan de amantes de un funcionario o un rico, olvidadas cuando son mayores".
La Federación de Mujeres de China fue creada con el triunfo de la revolución comunista bajo la consigna popularizada por Mao Zedong de que las "mujeres sostienen la mitad del cielo".
En su momento el maoísmo representó un gran salto respecto a una sociedad para la que las mujeres eran ciudadanas de cuarta categoría.
Una de las costumbres más conocidas del premaoísmo –la de vendar muy ajustadamente los pies de las niñas para que no crecieran y fueran más atractivas al hombre– reflejaba este sometimiento económico-social a nivel corporal y subjetivo.
Derechos de autor de la imagenGETTYImage captionUno de los objetivos del libro de Leta Hong Fincher es "terminar con el mito" de que a las mujeres les había ido muy bien en la China promercado y postsocialista.
"La reivindicación femenina fue un objetivo explícito del Partido Comunista a comienzos de la revolución. Esto se ve claramente en la propaganda oficial que mostraba a mujeres médicas, ingenieras, astronautas, siempre a la par del hombre. Pero la realidad es que hoy las mujeres no están protegidas contra la violencia doméstica y tienen menos acceso a las redes empresarias y menos apoyo financiero de sus familias", señala Fincher.
Ni la política del hijo único implementada en los ochenta logró desbarrancar esta ancestral prerrogativa masculina.
El progreso económico y el ascenso de una nueva clase media que buscaba lo mejor para su única hija contribuyeron a que las mujeres avanzaran mucho a nivel universitario, pero generaron claras desigualdades en el reparto de la bonanza.
El impacto queda muy claro en la voz de Zhang Yuan, una de las entrevistadas por Fincher:
"Estoy muy preocupada por el futuro. La ley es terriblemente injusta en China".
Había mucha esperanza para ellas en las revoluciones de la primavera árabe. En Egipto las mujeres se manifestaban contra un régimen autoritario mano a mano con sus compañeros varones. Parecía que un nuevo amanecer democrático traería libertad, igualdad y nuevas oportunidades. Más de dos años después, ante el avance de grupos islamistas por las vías legítimas de Gobierno y, ante la inestabilidad, la inseguridad y el desgobierno en el que han quedado las calles del país, las mujeres se encuentran en una situación mucho más compleja y delicada. Algunas, incluso, confiesan que bajo el régimen de Hosni Mubarak vivían mucho mejor.
El caso de Egipto es especialmente sensible, entre el resto de países de la primavera árabe. Allí, unas elecciones consideradas justas y transparentes han llevado a una situación de gran incertidumbre e inquietud en las calles. El 25 de enero, cuando se conmemoraba el segundo aniversario del inicio de las protestas que llevaron al derrocamiento de Mubarak, la plaza de la libertad se convirtió, en parte, en un lugar de violencia e indignidad. Al menos 19 mujeres fueron agredidas sexualmente en la icónica plaza de Tahrir, varias de ellas violadas por turbas de jóvenes descontrolados, según denunciaron varios grupos de defensa de los derechos humanos. La policía se hallaba en paradero desconocido. Quedaban solas esas mujeres para intentar defenderse a sí mismas.
El auge conservador en Egipto es el mejor ejemplo de la situación
Al desgobierno en las calles de Egiptose le ha añadido el avance de grupos, antes acallados o prohibidos por Mubarak, que ahora tratan de hacer de su interpretación conservadora del Corán la legalidad vigente en el país. Solo bajo esa luz se entiende que alguien como el legislador Reda Saleh al Alhefwani, del partido político afiliado a la sociedad de los Hermanos Musulmanes, se preguntara en una comisión parlamentaria recientemente: “¿Cómo le piden al Ministerio del Interior que proteja a una mujer cuando ella misma se mezcla con hombres?”.
En semejante contexto, hasta los elementos más radicales de la sociedad se han visto legitimados a decir lo que les place. El jeque Abu Islam, un predicador televisivo, ha comparado a las mujeres que se manifiestan con “ogros, sin vergüenza, educación, miedo o, incluso, feminidad”.
“Hay un clima de violencia contra las mujeres", explica la socióloga Imam Bibars, directora regional de la organización Ashoka Arab World. “Lo que se ve tras el ascenso al poder del presidente Mohamed Morsi no es un aumento del acoso sexual en las calles. Es violencia contra las mujeres, para eliminarlas de la vida pública, para dejarlas de lado. Es un movimiento planificado, pensado y acometido por los fundamentalistas, tanto en el Gobierno como en grupos más extremistas, como los salafistas. Lo que vemos es una campaña para asustar a las mujeres, para forzarlas a que callen y que no formen parte del movimiento que quiere avanzar la democracia”, añade.
Al menos 19 mujeres fueron violadas en la plaza de Tahrir en el aniversario del revolución
“Y si las mujeres en El Cairo están asustadas, las de las zonas rurales y remotas mucho más. Yo misma me lo pienso dos veces ahora antes de ir a cualquier sitio a solas, sin la compañía de amigos varones o mujeres. Sé que hay animales en muchos sitios”. Bibars lo tiene claro: “Si los que ahora mandan siguen en el poder, y se les deja hacer lo que quieran, Egipto acabará como Afganistán o como Irán. Quieren hacerlo y lo lograrán si se les deja”.
Las activistas egipcias citan un ejemplo reciente que ha confirmado sus temores. La rama en Egipto de los Hermanos Musulmanes, un grupo que ha extendido su poder en el mundo árabe tras las revueltas de la primavera árabe, y cuyos aliados controlan el Gobierno en ese país, criticó duramente el pasado mes de marzo una resolución de condena a la violencia contra las mujeres debatida en un comité de la Organización de Naciones Unidas.
“Esa declaración, de ser ratificada, llevaría a la desintegración de la sociedad y, sin duda, sería el paso final en la invasión intelectual y cultural de los países musulmanes, al eliminar la especificidad moral que ayuda a preservar la cohesión de las sociedades islámicas”, dijeron los Hermanos Musulmanes en un comunicado oficial. Entre otras cosas, critican que la ONU quiera “concederle la igualdad de derechos a las mujeres adúlteras y a los hijos ilegítimos de esas relaciones adultas”, “ofrecer protección y respeto a las prostitutas”, “la abolición de la poligamia” y, sobre todo, “anular la necesidad del consentimiento de un marido en asuntos como viajar, trabajar o emplear anticonceptivos”.
Las presentadoras de la televisión pública vuelven a llevar velo
“Ese es un comunicado muy útil, en realidad", opina Heba Morayef, directora de la oficina de Human Rights Watch en Egipto. “No proviene de un sector extremista y aislado, sino de la sociedad de los Hermanos Musulmanes en sí misma, difundido en su página web en inglés y en árabe. Ahora sabemos con quién tratamos, una plataforma islamista socialmente conservadora. No sorprende por lo que se dice en el comunicado, sino porque procede de una agrupación a la que están afiliados el partido mayoritario en el Congreso y el presidente de Egipto, y que está comprometida con el avance de la sharía, o ley islámica”, añade.
Ante esa perspectiva, muchas mujeres dicen algo ahora impensable durante los días de la revolución de 2011. “Con Mubarak, en este apartado, estábamos mejor”, asegura la activista Dalia Ziada, que fue candidata en las primeras elecciones parlamentarias libres del país. No lo duda. Lo repite, de hecho, varias veces. “Su mujer, Suzanne Mubarak, tuvo un gran papel en la aprobación de una ley de 2007 que prohíbe la ablación genital femenina. Ahora los salafistas quieren anular esa ley”, explica.
En mayo de 2012 el legislador Nasser al Shaker, del partido salafista Nour, pidió, de hecho, que se permitiera reinstaurar la práctica de extirparle el clítoris a las mujeres, de acuerdo con su interpretación de los preceptos del Corán.
“Este régimen promueve la violencia contra las mujeres para, de ese modo, asustarlas y apartarlas de las manifestaciones”, añade Ziada. “Si las familias ven que en las calles no hay seguridad, no dejarán acudir a las protestas a sus hijas. Las propias mujeres se lo pensarán dos veces antes de unirse a una manifestación. Son métodos a los que ya recurría Mubarak, pero ahora las cosas han cambiado a peor. Mubarak no era perfecto. El régimen tenía muchos problemas. Pero en lo que respecta a derechos de las mujeres, la situación ha empeorado notablemente”, añade.
“Hay en marcha un fuerte movimiento y no se rinden”, insiste una analista
Mucho se debatió sobre el futuro de la mujer en Egipto el pasado mes de septiembre, cuando la presentadora de televisión Fatma Nabil dio el parte en el Canal 1 de televisión tocada con un velo islámico que le cubría cabello y cuello. Fue toda una novedad. No porque el velo apareciera en televisión, algo que era común en cadenas privadas, sino porque el Canal 1 es público y hasta entonces las presentadoras que habían aparecido en él llevaban todas el pelo descubierto. La norma no escrita de que los asuntos confesionales quedaban fuera de los medios informativos públicos quedaba entonces rota.
Aquel incidente, sin embargo, fue una anécdota, un pequeño aparte comparado con los verdaderos problemas que vive Egipto dos años después de la revolución. La mayoría de mujeres en Egipto lleva velo y, para muchas, verlo en televisión no es un asunto de derechos civiles o no.
Las verdaderas amenazas se hallan en la calle. Muchas de las activistas entienden y asumen la contradicción que se vive en la resaca de la primavera árabe. Las mujeres se ven agredidas. Sus derechos se ven gravemente amenazados. Pero muchas de ellas han decidido que no van a ser acalladas, y toman un papel cada vez más protagonista en la vida civil y política de su país.
“Muchas más mujeres deciden denunciar las agresiones”, asegura una docente
“Hay más mujeres defendiendo sus derechos, y más mujeres activistas”, asegura Rabab el Mahdi, profesora de Ciencia Política en la Universidad Americana de El Cairo. “Con la primavera árabe se han roto muchos tabúes en ese sentido. Paralelamente ha habido un incremento en las agresiones a las mujeres. El problema de la agresión sexual en Egipto siempre ha estado ahí, no es algo nuevo. Pero con la revolución se ve más, y más mujeres han decidido protestar y denunciar a sus agresores. Por otro lado, antes había una gran presencia del aparato de seguridad del Estado, controlada por el régimen, que ahora ha desaparecido. Hay menos policía en las calles, y los agresores tienen más margen de maniobra, lo que ha llevado, también, a un aumento de las agresiones”, añade.
Ha habido mujeres valientes que han dado el paso de hablar públicamente de la lacra del acoso sexual en Egipto. La periodista Hania Moheeb fue una de las agredidas en la plaza de Tahrir el 25 de enero. Una turba la rodeó en la oscuridad, la desnudó y la violó durante tres cuartos de hora. Con gran coraje, el mes pasado la reportera decidió relatar ese calvario. En una entrevista en la cadena de televisión NBC contó que entre el grupo que la violó había hombres que fingían acudir en su ayuda. “Lo que sé es que mi cuerpo fue violado hasta el último segundo en que se me pudo poner en una ambulancia”, dijo.
Egipto se halla en una compleja y delicada situación social, política y económica. Los partidos salafistas han ganado fuerza en las calles, ejerciendo presión sobre el Gobierno de Morsi e incitando a las agresiones contra cristianos y musulmanes chiíes.
“Con Mubarak, en este apartado, estábamos mejor”, señala una activista
Las reservas de moneda extranjera están un 60% por debajo de los niveles de hace dos años. El país ha solicitado un préstamo por valor de 3.600 millones de euros al Fondo Monetario Internacional, que ha puesto como condiciones una serie de reformas de austeridad que, con toda seguridad, incrementarán el descontento en las calles.
En ese contexto, en marzo el presidente se apresuró a presentar una iniciativa nacional para proteger a las mujeres y sus derechos. Dijo que los principales problemas para las féminas de Egipto son el analfabetismo, el desempleo y el acoso sexual. “Esta iniciativa pondrá fin a cualquier intento de marginalizar a las mujeres, reducir sus derechos o suprimir su libertad o dignidad”, dijo el presidente en un discurso recogido por varios medios locales. No dio más detalles.
En su Ejecutivo hay solo dos mujeres. Tras las elecciones legislativas de hace más de un año, el Parlamento quedó conformado con apenas un pequeño 2% de féminas, muy por debajo del 12% de los últimos años de Mubarak.
“Por muchas trabas que pongan, no creo que puedan anular a las mujeres políticamente. La revolución ha puesto en marcha un movimiento muy fuerte, y las mujeres siguen muy activas en la oposición, y no se rinden”, asegura Fatemah Khafagy, analista egipcia experta en asuntos relativos a los derechos de las mujeres. “Creo que a los Hermanos Musulmanes les asustamos las mujeres, porque en cierto modo temen que votemos más que los hombres y que les podamos echar del poder. Y, de ese modo, van eliminando cuotas y van cambiando leyes, utilizando la religión para decirnos a las mujeres que nuestro lugar está en casa, no en la esfera pública. Pero no está funcionando”, opina.
Bajo el dominio de Hosni Mubarak, el régimen acallaba a los disidentes y silenciaba a los grupos islamistas. Con la democracia, estas activistas mujeres sienten que la mayoría política quiere enmudecerlas a ellas, con la excusa de una religiosidad, para ellas, debería limitarse al ámbito de la esfera privada, y no exhibirse desde el Gobierno. Para ellas, la lucha por sus libertades comenzó hace dos años, y dista mucho de haber acabado.