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Los or�genes del conflicto yugoeslavo (junio/julio 1991)
Título
Los or�genes del conflicto yugoeslavo (junio/julio 1991)
Autor
Fran�ois Fetj�
Fecha
10/07/1991
Fuente
El Pa�s
Descripción
Art�culo del historiador franc�s de origen h�ngaro Fran�ois Fetj� sobre los origenes del conflicto yugoslavo y sus implicaciones en 1991.
"La �nica posibilidad de evitar el estallido de una guerra, considera el articulista, es, pues, tener en cuenta la historia y crear una confederaci�n de Estados soberanos. Para ello parece necesario que Serbia alcance el grado de democracia que ya se han otorgado Eslovenia y Croacia."
"La �nica posibilidad de evitar el estallido de una guerra, considera el articulista, es, pues, tener en cuenta la historia y crear una confederaci�n de Estados soberanos. Para ello parece necesario que Serbia alcance el grado de democracia que ya se han otorgado Eslovenia y Croacia."
Texto original
La intervenci�n de los Doce, aunque no tenga un �xito total, no habr� sido en vano. Croatas, eslovenos y serbios tendr�n tres meses para intentar conciliar sus puntos de vista sobre el futuro de Yugoslavia. Tambi�n los occidentales tendr�n tres meses para armonizar su postura sobre "el polvor�n de los Balcanes".A mi entender, sus dudas -por no decir divisiones- frente a la pugna entre Belgrado y las dos rep�blicas independentistas de la federaci�n se basan en un malentendido.
Varios pa�ses de la Comunidad Europea, temiendo un contagio del separatismo en su propio suelo, se han mostrado obstinadamente aferrados a la f�rmula de la unidad yugoslava y han considerado a croatas y eslovenos como unos aguafiestas asimilables a los terroristas. No se ha tenido en cuenta que Yugoslavia no es un Estado naci�n comparable a los occidentales, con una unidad consagrada por la historia, y una legitimidad, por estructuras gubernamentales eficaces.
En efecto, creada tras la guerra de 1914, Yugoslavia -en parte formada por un conglomerado de restos de la monarqu�a austro-h�ngara y del imperio turco- es una formaci�n multinacional reciente que jam�s ha conseguido unir democr�ticamente a sus partes y que s�lo se ha podido sostener gracias a la dictadura real y despu�s a la comunista. El conflicto actual no es un conflicto entre un Gobierno federal de reconocida legitimidad y unos nacionalismos separatistas, extremistas e irresponsables, sino que ha surgido entre unos dirigentes nacional-comunistas serbios que controlan el Ej�rcito y la polic�a federales -de hecho serbios-, decididos a someter a unos eslovenos y unos croatas que se han otorgado Gobiernos democr�ticos, se orientan hacia Europa y que, para continuar participando en el Estado, proponen su transformaci�n en una confederaci�n.
No se puede ignorar que ha sido la negativa de los serbios de Belgrado la que ha decidido a las dos rep�blicas a dar el paso hacia un status de independencia. As�, el conflicto actual es, como demostraremos, ideol�gico, nacional, pol�tico y econ�mico.
Inconsecuente
En estas condiciones, Occidente, aun comprendiendo su tendencia a mantener el statu quo territorial, ser�a inconsecuente -sobre todo tras haber proclamado con tanto entusiasmo el fin de la dominaci�n comunista en Europa Central- si tendiera hoy su mano para mantener a dos rep�blicas democr�ticas bajo el yugo comunista.
Para entender mejor la situaci�n actual, debemos retroceder al pasado. De todos los pa�ses de la Europa central y suroriental, Yugoslavia, una vez considerada modelo del socialismo independiente y relativamente liberal, ha sido la m�s gravemente afectada por la crisis general del sistema comunista. Y ello porque a la crisis econ�mica y social se a�ad�an tensiones de orden nacional, como ocurre en la Uni�n Sovi�tica, modelo de Tito.
En el origen del conflicto se encuentran divergencias econ�micas. Estaba en juego el control de los fondos de desarrollo gestionados por Belgrado y te�ricamente destinados a nivelar las grandes desigualdades existentes entre el norte y el sur. Eslovenia y Croacia, que dispon�an de economistas de nivel europeo y de estructuras m�s desarrolladas, se consideraban da�adas por la importancia del porcentaje que deb�an aportar a los fondos federales y que les imped�a efectuar inversiones con vistas a hacer su econom�a m�s competitiva.
Por otra parte, los serbios -la nacionalidad m�s numerosa- se sent�an en desventaja tras la aplicaci�n de la �ltima Constituci�n de Tito, la de 1974, cuyas medidas de descentralizaci�n hab�an dispersado a gran n�mero de serbios en las otras rep�blicas (600.000 en las regiones de Knin y de Krajna en Croacia, los serbios de Kosovo -10% frente al 90% de albaneses-).
La frustraci�n de los serbios era h�bilmente explotada por el joven y fogoso dirigente comunista serbio Milosevic, que ve�a en ella un instrumento eficaz para la salvaci�n del r�gimen comunista y se hac�a portavoz de un nacionalismo a ultranza. Comenz� por meter en cintura las regiones de Kosovo y Voivodina y por reprimir brutalmente, a pesar de la protesta de las otras rep�blicas, a los autonomistas albaneses. En 1990 tuvieron lugar las elecciones legislativas que dieron en Croacia una gran mayor�a al partido democristiano de Franjo Tudjman, mientras en Eslovenia llevaron al poder a un comunista reformador, Milan Kucan, quien se identific� totalmente con el movimiento independentista.
El conflicto se incuba
Durante varios meses, la crisis se fue incubando. El boicoteo por parte de los dirigentes serbios a la elecci�n como presidente de la federaci�n del delegado de Croacia, Stipe Mesic, llev� al paroxismo el desacuerdo entre las rep�blicas.
El jefe del Gobierno federal, Ante Markovic, un croata de sensibilidad unitaria y que tuvo el m�rito de estrangular la hiperinflaci�n en 1990, intent� una mediaci�n a trav�s de un proyecto que, conservando el status federal del pa�s para los asuntos extranjeros, las finanzas y la defensa, propon�a una ampliaci�n de las competencias de las rep�blicas. Sus tentativas fracasaron por la intransigencia de unos y otros. Las rep�blicas eslovena y croata respondieron poniendo en marcha su intenci�n ya anunciada de proclamar su soberan�a, manteniendo su propuesta de creaci�n de una confederaci�n de Estados soberanos.
Estas declaraciones fueron, sin embargo, recibidas en Belgrado como una provocaci�n. Tambi�n fueron deploradas por Washington y los Doce. El Estado Mayor del Ej�rcito reclam� enseguida la proclamaci�n del estado de excepci�n.
Los principales incidentes violentos estallaron en los dos enclaves serbios de Croacia, donde la poblaci�n, armada por los nacionalistas de Belgrado, se declar� independiente del poder de Zagreb, expulsando a los polic�as croatas y poniendo barricadas en la carretera tur�stica que lleva al Adri�tico. Acto seguido, el Ej�rcito sac� sus carros blindados y sus helic�pteros de los cuarteles de Eslovenia para hacer entrar en raz�n a los independentistas. Da la impresi�n, sin embargo, que subestim� la voluntad y capacidad de resistencia de los eslovenos. Los golpes dados por las milicias, las deserciones masivas de soldados federales y la confusi�n reinante en Belgrado parec�an llevar a Milosevic y a los jefes del Ej�rcito que le eran fieles a una valoraci�n m�s realista de la situaci�n.
Intervenci�n de los Doce
Recordamos que fue en ese momento cuando los Doce decidieron intervenir. Era una buena ocasi�n para reparar la molesta impresi�n de impotencia dada por Europa durante la guerra del Golfo. Esta vez se trataba de arreglar un asunto europeo. A primera vista, los tres emisarios enviados por la CE parecieron tener �xito: persuadieron a los serbios para que reconocieran a Mesic como presidente y a las dos rep�blicas para retrasar tres meses su independencia. Pero el alto el fuego s�lo fue respetado durante algunas horas, especialmente en Croacia, donde serbios y croatas se enfrentaron con creciente violencia. En cuanto a los eslovenos, pusieron en libertad a los numerosos prisioneros serbios, pero se negaron a entregar las fronteras con Austria e Italia.
La segunda misi�n de la CE parece haber tenido m�s �xito. Pero una vez m�s, el resultado parece precario. Incluso si los dirigentes serbios del Ej�rcito federal se abstuvieran realmente de cualquier nueva intervenci�n contra los eslovenos, es posible preguntarse si manifestar�n la misma contenci�n respecto a los croatas, a los que acusan de atacar a sus compatriotas y con los que tienen viejas cuentas que saldar.
Compromiso
En el caso de que el conflicto se desplazara a Croacia y si los serbios se contentaran con restablecer su control de esa rep�blica, �cu�l ser�a la actitud de los Doce y de los americanos? �Cu�les podr�an ser, adem�s de las sanciones a Yugoslavia en su conjunto, las medidas a tomar para sentar a los adversarios a una mesa de negociaciones? �Podr�a hacer una elecci�n clara entre la prioridad que ellos dieron al mantenimiento de un statu quo, por otra parte delicuescente, y el derecho a la autodeterminaci�n de dos naciones que, frente al comunismo, han optado por la democracia y por Europa?
Sea cual sea el curso que tomen los acontecimientos, la �nica alternativa a la guerra civil y a un estallido general parece, hoy igual que ayer, un compromiso que permita la transformaci�n del Estado federal en una confederaci�n de Estados soberanos que se comprometan a cooperar pac�ficamente. Y habr�a que hacerse una �ltima pregunta, si dicha soluci�n es posible sin que la rep�blica serbia, que tiene en sus manos la llave de la situaci�n, pase a la democracia.
Fran�ois Fejt� es historiador de origen h�ngaro y autor del libro R�quiem por un imperio difunto, sobre los �ltimos a�os del Imperio Austroh�ngaro.
* Este art�culo apareci� en la edici�n impresa del Mi�rcoles, 10 de julio de 1991
Varios pa�ses de la Comunidad Europea, temiendo un contagio del separatismo en su propio suelo, se han mostrado obstinadamente aferrados a la f�rmula de la unidad yugoslava y han considerado a croatas y eslovenos como unos aguafiestas asimilables a los terroristas. No se ha tenido en cuenta que Yugoslavia no es un Estado naci�n comparable a los occidentales, con una unidad consagrada por la historia, y una legitimidad, por estructuras gubernamentales eficaces.
En efecto, creada tras la guerra de 1914, Yugoslavia -en parte formada por un conglomerado de restos de la monarqu�a austro-h�ngara y del imperio turco- es una formaci�n multinacional reciente que jam�s ha conseguido unir democr�ticamente a sus partes y que s�lo se ha podido sostener gracias a la dictadura real y despu�s a la comunista. El conflicto actual no es un conflicto entre un Gobierno federal de reconocida legitimidad y unos nacionalismos separatistas, extremistas e irresponsables, sino que ha surgido entre unos dirigentes nacional-comunistas serbios que controlan el Ej�rcito y la polic�a federales -de hecho serbios-, decididos a someter a unos eslovenos y unos croatas que se han otorgado Gobiernos democr�ticos, se orientan hacia Europa y que, para continuar participando en el Estado, proponen su transformaci�n en una confederaci�n.
No se puede ignorar que ha sido la negativa de los serbios de Belgrado la que ha decidido a las dos rep�blicas a dar el paso hacia un status de independencia. As�, el conflicto actual es, como demostraremos, ideol�gico, nacional, pol�tico y econ�mico.
Inconsecuente
En estas condiciones, Occidente, aun comprendiendo su tendencia a mantener el statu quo territorial, ser�a inconsecuente -sobre todo tras haber proclamado con tanto entusiasmo el fin de la dominaci�n comunista en Europa Central- si tendiera hoy su mano para mantener a dos rep�blicas democr�ticas bajo el yugo comunista.
Para entender mejor la situaci�n actual, debemos retroceder al pasado. De todos los pa�ses de la Europa central y suroriental, Yugoslavia, una vez considerada modelo del socialismo independiente y relativamente liberal, ha sido la m�s gravemente afectada por la crisis general del sistema comunista. Y ello porque a la crisis econ�mica y social se a�ad�an tensiones de orden nacional, como ocurre en la Uni�n Sovi�tica, modelo de Tito.
En el origen del conflicto se encuentran divergencias econ�micas. Estaba en juego el control de los fondos de desarrollo gestionados por Belgrado y te�ricamente destinados a nivelar las grandes desigualdades existentes entre el norte y el sur. Eslovenia y Croacia, que dispon�an de economistas de nivel europeo y de estructuras m�s desarrolladas, se consideraban da�adas por la importancia del porcentaje que deb�an aportar a los fondos federales y que les imped�a efectuar inversiones con vistas a hacer su econom�a m�s competitiva.
Por otra parte, los serbios -la nacionalidad m�s numerosa- se sent�an en desventaja tras la aplicaci�n de la �ltima Constituci�n de Tito, la de 1974, cuyas medidas de descentralizaci�n hab�an dispersado a gran n�mero de serbios en las otras rep�blicas (600.000 en las regiones de Knin y de Krajna en Croacia, los serbios de Kosovo -10% frente al 90% de albaneses-).
La frustraci�n de los serbios era h�bilmente explotada por el joven y fogoso dirigente comunista serbio Milosevic, que ve�a en ella un instrumento eficaz para la salvaci�n del r�gimen comunista y se hac�a portavoz de un nacionalismo a ultranza. Comenz� por meter en cintura las regiones de Kosovo y Voivodina y por reprimir brutalmente, a pesar de la protesta de las otras rep�blicas, a los autonomistas albaneses. En 1990 tuvieron lugar las elecciones legislativas que dieron en Croacia una gran mayor�a al partido democristiano de Franjo Tudjman, mientras en Eslovenia llevaron al poder a un comunista reformador, Milan Kucan, quien se identific� totalmente con el movimiento independentista.
El conflicto se incuba
Durante varios meses, la crisis se fue incubando. El boicoteo por parte de los dirigentes serbios a la elecci�n como presidente de la federaci�n del delegado de Croacia, Stipe Mesic, llev� al paroxismo el desacuerdo entre las rep�blicas.
El jefe del Gobierno federal, Ante Markovic, un croata de sensibilidad unitaria y que tuvo el m�rito de estrangular la hiperinflaci�n en 1990, intent� una mediaci�n a trav�s de un proyecto que, conservando el status federal del pa�s para los asuntos extranjeros, las finanzas y la defensa, propon�a una ampliaci�n de las competencias de las rep�blicas. Sus tentativas fracasaron por la intransigencia de unos y otros. Las rep�blicas eslovena y croata respondieron poniendo en marcha su intenci�n ya anunciada de proclamar su soberan�a, manteniendo su propuesta de creaci�n de una confederaci�n de Estados soberanos.
Estas declaraciones fueron, sin embargo, recibidas en Belgrado como una provocaci�n. Tambi�n fueron deploradas por Washington y los Doce. El Estado Mayor del Ej�rcito reclam� enseguida la proclamaci�n del estado de excepci�n.
Los principales incidentes violentos estallaron en los dos enclaves serbios de Croacia, donde la poblaci�n, armada por los nacionalistas de Belgrado, se declar� independiente del poder de Zagreb, expulsando a los polic�as croatas y poniendo barricadas en la carretera tur�stica que lleva al Adri�tico. Acto seguido, el Ej�rcito sac� sus carros blindados y sus helic�pteros de los cuarteles de Eslovenia para hacer entrar en raz�n a los independentistas. Da la impresi�n, sin embargo, que subestim� la voluntad y capacidad de resistencia de los eslovenos. Los golpes dados por las milicias, las deserciones masivas de soldados federales y la confusi�n reinante en Belgrado parec�an llevar a Milosevic y a los jefes del Ej�rcito que le eran fieles a una valoraci�n m�s realista de la situaci�n.
Intervenci�n de los Doce
Recordamos que fue en ese momento cuando los Doce decidieron intervenir. Era una buena ocasi�n para reparar la molesta impresi�n de impotencia dada por Europa durante la guerra del Golfo. Esta vez se trataba de arreglar un asunto europeo. A primera vista, los tres emisarios enviados por la CE parecieron tener �xito: persuadieron a los serbios para que reconocieran a Mesic como presidente y a las dos rep�blicas para retrasar tres meses su independencia. Pero el alto el fuego s�lo fue respetado durante algunas horas, especialmente en Croacia, donde serbios y croatas se enfrentaron con creciente violencia. En cuanto a los eslovenos, pusieron en libertad a los numerosos prisioneros serbios, pero se negaron a entregar las fronteras con Austria e Italia.
La segunda misi�n de la CE parece haber tenido m�s �xito. Pero una vez m�s, el resultado parece precario. Incluso si los dirigentes serbios del Ej�rcito federal se abstuvieran realmente de cualquier nueva intervenci�n contra los eslovenos, es posible preguntarse si manifestar�n la misma contenci�n respecto a los croatas, a los que acusan de atacar a sus compatriotas y con los que tienen viejas cuentas que saldar.
Compromiso
En el caso de que el conflicto se desplazara a Croacia y si los serbios se contentaran con restablecer su control de esa rep�blica, �cu�l ser�a la actitud de los Doce y de los americanos? �Cu�les podr�an ser, adem�s de las sanciones a Yugoslavia en su conjunto, las medidas a tomar para sentar a los adversarios a una mesa de negociaciones? �Podr�a hacer una elecci�n clara entre la prioridad que ellos dieron al mantenimiento de un statu quo, por otra parte delicuescente, y el derecho a la autodeterminaci�n de dos naciones que, frente al comunismo, han optado por la democracia y por Europa?
Sea cual sea el curso que tomen los acontecimientos, la �nica alternativa a la guerra civil y a un estallido general parece, hoy igual que ayer, un compromiso que permita la transformaci�n del Estado federal en una confederaci�n de Estados soberanos que se comprometan a cooperar pac�ficamente. Y habr�a que hacerse una �ltima pregunta, si dicha soluci�n es posible sin que la rep�blica serbia, que tiene en sus manos la llave de la situaci�n, pase a la democracia.
Fran�ois Fejt� es historiador de origen h�ngaro y autor del libro R�quiem por un imperio difunto, sobre los �ltimos a�os del Imperio Austroh�ngaro.
* Este art�culo apareci� en la edici�n impresa del Mi�rcoles, 10 de julio de 1991
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Fran�ois Fetj�, “Los or�genes del conflicto yugoeslavo (junio/julio 1991)
,” Repositorio HISREDUC, consulta 10 de diciembre de 2025, http://repositorio.historiarecienteenlaeducacion.com/items/show/4456.
