Túnez: ¿un modelo a seguir?

Título

Túnez: ¿un modelo a seguir?

Autor

Eduard Soler i Lecha

Fecha

25/06/13

Fuente

esglobal

Descripción

Artículo sobre el estado de la política de cambios en Túnez, tres años después del inicio de la primavera árabe, ya tocando su fin.

Texto original

En 2013 Túnez ha sido noticia por el aumento de la tensión política, con incidentes graves como el asesinato del líder izquierdista Chokri Belaid en febrero o la violencia desatada en mayo tras la prohibición de que el grupo salafista Ansar al Sharia celebrara un congreso en la ciudad de Kairuán. No obstante, la segunda mitad del año podría traernos noticias más positivas si se consigue aprobar la nueva Constitución y las siguientes elecciones parlamentarias se desarrollan con normalidad y transparencia.

De la misma forma que Túnez marcó tendencias al iniciar una protesta popular masiva que puso fin a décadas de autoritarismo, los progresos en su transición democrática podrían tener un efecto balsámico y ejemplarizador para el resto del mundo árabe. En un momento en que el escepticismo sobre los resultados de la primavera árabe se está sobreponiendo al optimismo entre políticos y creadores de opinión este podría ser el modelo a seguir. El horizonte de la transición democrática, de la recuperación de la dignidad y de una mayor justicia social sigue vigente. Tanto el clima de polarización política e inseguridad como unas perspectivas económicas poco halagüeñas han puesto sobre la mesa que el proceso iba a ser más lento y más lleno de obstáculos de lo que la sociedad tunecina y los observadores internacionales habían querido pensar.

El desembarco de la cooperación internacional

La comunidad internacional ha visto en Túnez un banco de pruebas, no solo para la extensión de la democracia en el mundo árabe sino también para repensar sus políticas de cooperación. ¿Por qué Túnez? Por tres motivos. Primero, porque tenía un papel simbólico como iniciador de la primavera árabe. Segundo, porque al haberse producido una ruptura clara con el régimen de Ben Alí, Túnez se presentaba como una página en blanco en la que redibujar los términos de una relación más equilibrada y justa. Y, tercero, porque Túnez es relativamente pequeño (comparado con Egipto, por ejemplo) y tiene una administración pública operativa y una sociedad dinámica, lo que aumenta la viabilidad y la eficacia de los proyectos de cooperación. 

Precisamente, porque la inmensa mayoría de los donantes internacionales coincidieron en el diagnóstico de que Túnez era un buen lugar donde invertir en nuevos proyectos de cooperación, en especial en el ámbito democrático y del buen gobierno, se produjo desde los primeros meses de 2011 un masivo desembarco de cooperantes, políticos y actores de la sociedad civil. Todos buscaban interlocutores en el tejido asociativo y la complicidad de las nuevas autoridades. Para las elecciones constituyentes de 2011 hubo tres misiones distintas de asistencia electoral y una infinidad de visitas y de ofertas de colaboración que recibieron los miembros de la Asamblea Constituyente. La avalancha fue tal que se hicieron más que evidentes algunos de los problemas clásicos de la cooperación internacional,  en concreto de la europea: capacidad de absorción del tejido asociativo y de las instituciones locales, descoordinación entre donantes y rigidez y lentitud en los trámites burocráticos.

Los retos principales

La cooperación internacional en Túnez tiene por delante muchos retos. Destaca la oportunidad para consolidar un nuevo equilibrio de prioridades en el que la cooperación en materia de seguridad no se haga a expensas del resto de prioridades y, muy especialmente, de la democracia y el respeto a los derechos humanos. La agenda de reforma del sector de seguridad, un tema tabú hasta hace unos años, es un caso claro que demuestra que hoy es posible aumentar la cooperación en materia de seguridad y a la vez contribuir a la consolidación de un sistema democrático y de respeto de las libertades fundamentales.

Otro reto mayúsculo es evitar el sentimiento de frustración y abandono que, con intensidad y motivaciones distintas, sienten hoy muchos actores políticos y sociales en Túnez. Muchos temen pasar de moda, que el mundo se olvide de ellos, que se vuelvan a reproducir los mismos errores del pasado, que la cooperación en materia de terrorismo y de control migratorio vuelva a ser el centro de atención y que, del mismo modo que se toleraron los excesos del régimen de Ben Alí, se pase de puntillas ante posibles abusos de las nuevas autoridades.

Claro está, en Túnez, como en cualquier otro lugar, no hay una visión unánime sobre la cooperación internacional. Todo depende de qué cooperación estemos hablando – ¿la financiada por los países del Golfo, la de la UE, la de sus Estados miembro, la de EE UU? – y de quién sea nuestro interlocutor – ¿un activista de largo recorrido en la lucha contra Ben Alí, una persona cercana a los islamistas de Ennahda, un joven activista que despertó política y socialmente en 2011?

A pesar de todo existe un amplio consenso sobre el hecho de que las condiciones de la cooperación han mejorado de forma sustancial, ya sea porque los correos electrónicos de las asociaciones han dejado de estar intervenidos, sus sedes ya no están bajo vigilancia policial, pueden acceder con normalidad a sus cuentas en el Banco Central o, simplemente, porque ahora cuentan con una amplia gama de actores dispuestos a poner en marcha todo tipo de proyectos. Incluso los funcionarios públicos reconocen que, desde la revolución, su capacidad para trabajar y para interactuar con homólogos extranjeros se ha ampliado ampliamente.

No todos los donantes internacionales tienen la misma capacidad para aprovechar la oportunidad que se ha abierto en Túnez. En algunos casos, como el de Estados Unidos o el de las monarquías del Golfo, se tienen los recursos pero se topan con la resistencia de una parte importante de la población. En otros, como España, la imagen es más positiva pero escasean los recursos hasta el punto de verse forzada a cerrar la Oficina Técnica de Cooperación allí. En estas circunstancias la apuesta por una política europea más fuerte y articular complicidades entre la cooperación española y la delegación de la UE en el país, además de la implementación de programas de alcance regional, aparecen como vías razonables para mantener la presencia en Túnez y seguir contribuyendo a su transición.

 

Este artículo recoge las ideas principales que aparecen en el documento Europa y la democracia en el Norte de África: una segunda oportunidadDescargar el documento completo

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Citación

Eduard Soler i Lecha, “Túnez: ¿un modelo a seguir?,” Repositorio HISREDUC, consulta 8 de noviembre de 2024, http://repositorio.historiarecienteenlaeducacion.com/items/show/4800.