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El antiguo conflicto entre sunitas y chiítas deja al Oriente Medio al borde del colapso
Título
El antiguo conflicto entre sunitas y chiítas deja al Oriente Medio al borde del colapso
Autor
David Gardner
Fecha
07/01/2014
Fuente
El Cronista
Descripción
Artículo sobre la lucha sunní-chií en los orígenes del conflicto en Siria e Irak
Texto original
La feroz batalla entre sunitas y chiítas está minando las fronteras imperiales establecidas un siglo atrás. Cuando los árabes empezaron a invadir las calles para desafiar a los déspotas dinásticos hace casi tres años, una ola de euforia se apoderó de su mundo a medida que sus ciudadanos se atrevían a soñar que finalmente lograban abrirse paso al siglo veintiuno.
Ahora, parece que han retrocedido casi un siglo, al período posterior a la primera guerra mundial, cuando los territorios árabes del Imperio Otomano fueron desmembrados. Luego, fueron las maquinaciones imperiales de Gran Bretaña y Francia que se repartieron sus tierras y su futuro. Ahora, una violenta guerra civil en Siria que se está extendiendo a los países vecinos amenaza con arrasar las fronteras post-otomanas.
¿Los estados del Cercano Oriente se están desmembrando (especialmente a lo largo de las líneas de falla entre sunitas y chiítas musulmanes que van desde Beirut a Bagdad)? ¿Están las fronteras de Oriente Medio a punto de quebrarse, engendrando el equivalente árabe de un rompecabezas post-soviético?
Los primeros contornos de esas fronteras se esbozaron en el Tratado Sykes-Picot de 1916, destinado a limitar la rivalidad anglo-francesa en el Oriente Medio que pudiese socavar la alianza contra Alemania. Esta línea inventada en la arena, desde la Palestina mediterránea a las montañas de Zagros en la frontera de Irak con Irán, atravesaba la Gran Siria y Mesopotamia en los mandatos francés y británico. Más tarde, la ratificó la Sociedad de Naciones. Estas fueron esferas de influencia a la medida de los imperios orientales de Europa más que de futuras naciones-estados orgánicos y cohesivos, y mucho menos la independencia panárabe que Gran Bretaña había ofrecido para incitar a la revuelta árabe contra los aliados otomanos de Alemania.
La pesadilla viciosa de Siria que rebana territorio dentro y fuera de sus fronteras ya ha generado una especie de taquigrafía geopolítica entre los expertos... el final de Sykes- Picot. Pero lo que parece estar sucediendo se ve desordenado, como el doble atentado suicida de la semana pasada a la embajada de Irán en Beirut mediterránea bien lo demuestra.
La fuerza impulsora es la lucha dominante entre sunitas y chiítas, que no conoce fronteras e irrumpe en las fronteras arbitrarias dibujadas por los británicos y los franceses. Algunos ven esto principalmente como una lucha interestatal por el poder regional entre Arabia Saudita e Irán. Eso es parte de la historia, pero casi no se explica la ferocidad de la masacre etno-sectaria que compite con todo lo visto en las guerras que sucedieron a la desintegración de Yugoslavia.
Primero el Líbano, en su guerra civil de 1975 a 1990, después Irak y ahora Siria se vieron convulsionadas por los conflictos etno-sectarios. Pero lo que había sido una subtrama -que se remonta al cisma en el Islam del siglo VII- del drama entre suníes y chiíes irrumpió en el centro del escenario después de la invasión liderada por Estados Unidos a Irak en 2003. Ese hecho catapultó a la minoría chií dentro del Islam (la mayoría en Irak) al poder en un país central árabe por primera vez desde la caída de la dinastía heterodoxa fatimí chiíta en 1171. El equilibrio de poder regional se inclinó hacia la República Islámica de Irán -chiíta, persa, con ambiciones como potencia hegemónica regional competidora de Israel-y avivó las brasas del enfrentamiento entre suníes y chiíes con llamas milenarias. Irak se disolvió en un baño de sangre sectario, eliminando a minorías como sus antiguas comunidades cristianas entre las identidades heridas de los sunitas y chiítas. Siria, similar en su maquillaje étnico-sectario, va por el mismo camino, injertando el cisma entre suníes y chiíes y la pelea entre Irán y Arabia Saudita en lo que empezó como otra lucha árabe contra la tiranía. Tanto Irak como Siria parecen haber perdido todo sentido de la narrativa nacional.
Irak, que teóricamente es una confederación independiente, prácticamente se fragmentó en tres bloques: los kurdos, que son cuasi-independientes, en el norte, los suníes en el centro y los chiítas en el sur. Después de la carnicería sectaria de 2006 a 2008, Bagdad es casi una ciudad chiíta.
Siria se está fragmentando mucho más desordenadamente. El régimen de Bashar-al-Assad se aferra, pero ha perdido partes del norte y el noreste a manos de los kurdos, y grandes sectores del este de Siria a manos de los rebeldes sunitas. La secta alauita de al-Assad, una rama esotérica del chiísmo, se ubica a lo largo de la costa noroeste y las montañas, un enclave brevemente autónomo en la década de 1930 bajo el dominio francés.
En el verano, el Hezbolá, el aliado paramilitar libanés de Irán, se sumó a la lucha para salvar a los Assad y reabrir el camino de Damasco a la costa. Ahora, el enclave aluita vigente se extiende a los bastiones del partido de Dios en el valle Bekaa del Líbano, cerca de donde suníes y chiítas están librando una batalla en la región montañosa de Qalamoun. Y eso no es todo.
La región transfronteriza entre los ríos Éufrates y Tigris, conocida como Jazeera, se está convirtiendo en un emirato suní, ya que los suníes desafectos de Irak occidental unen fuerzas con rebeldes suníes de Siria oriental, bajo la maligna influencia de grupos yihadistas vinculados con Al Qaeda: una pesadilla estratégica potencial para la región. Los kurdos de Siria, en control de facto de lo que denominan Kurdistán occidental, se están uniendo al Gobierno Regional del Kurdistán autónomo de Irak. El espectro de un Kurdistán más grande -para 25 millones de kurdos sin tierra y que se extiende sobre Siria, Irak, Turquía e Irán- alarmó a Turquía. Ankara, como parte de sus esfuerzos para poner fin a una sublevación kurda de 30 años en el sudeste de Turquía, está intentando llevar a los kurdos sirios e iraquíes (principalmente suníes) a una suerte de atmósfera económica y cultural turca. Irán, con antiguos vínculos con facciones locales, también está cortejando a los kurdos.
Es tentador ver esto como un regreso a los millet -el sistema fluido de regiones administrativas otomanas que permitía cierta autonomía y cohesión étnico-religiosa a los súbditos a cambio de lealtad al imperio, estabilidad y pago regular de impuestos-, salvo que hay poca estabilidad y lealtad para todos.
Una vez que prácticamente todas las instituciones estatales colapsan, la gramática integrada y subconsciente de la afiliación sectaria entra con fuerza, y las sectas construyen círculos de defensa. Eso es lo que pasó en el Líbano, partido en fragmentos relativamente homogéneos a lo largo del país y dentro de Beirut, una ciudad dividida en guetos en forma similar a Damasco y Bagdad.
El cuadro más grande del Levante diseñado por los imperialistas europeos probablemente no vea cortes claros, sino más bien una rearticulación del espacio nacional y, en algunos casos, transfronterizo, junto con traslados de población. En el Líbano -a pesar de 22 años de ocupación israelí que concluyó en 2000 y 29 años de ocupación siria que concluyó en 2005- las fronteras externas no se movieron un milímetro y nadie intentó volver a trazarlas.
Mientras tanto, el fuego en Siria continúa fundiendo fronteras que no siempre son talesà Cuando se tiran a la vez muchos hilos de estas sociedades entrelazadas, es difícil saber si la maraña se desenredará o si volverá a enredarse.
Ahora, parece que han retrocedido casi un siglo, al período posterior a la primera guerra mundial, cuando los territorios árabes del Imperio Otomano fueron desmembrados. Luego, fueron las maquinaciones imperiales de Gran Bretaña y Francia que se repartieron sus tierras y su futuro. Ahora, una violenta guerra civil en Siria que se está extendiendo a los países vecinos amenaza con arrasar las fronteras post-otomanas.
¿Los estados del Cercano Oriente se están desmembrando (especialmente a lo largo de las líneas de falla entre sunitas y chiítas musulmanes que van desde Beirut a Bagdad)? ¿Están las fronteras de Oriente Medio a punto de quebrarse, engendrando el equivalente árabe de un rompecabezas post-soviético?
Los primeros contornos de esas fronteras se esbozaron en el Tratado Sykes-Picot de 1916, destinado a limitar la rivalidad anglo-francesa en el Oriente Medio que pudiese socavar la alianza contra Alemania. Esta línea inventada en la arena, desde la Palestina mediterránea a las montañas de Zagros en la frontera de Irak con Irán, atravesaba la Gran Siria y Mesopotamia en los mandatos francés y británico. Más tarde, la ratificó la Sociedad de Naciones. Estas fueron esferas de influencia a la medida de los imperios orientales de Europa más que de futuras naciones-estados orgánicos y cohesivos, y mucho menos la independencia panárabe que Gran Bretaña había ofrecido para incitar a la revuelta árabe contra los aliados otomanos de Alemania.
La pesadilla viciosa de Siria que rebana territorio dentro y fuera de sus fronteras ya ha generado una especie de taquigrafía geopolítica entre los expertos... el final de Sykes- Picot. Pero lo que parece estar sucediendo se ve desordenado, como el doble atentado suicida de la semana pasada a la embajada de Irán en Beirut mediterránea bien lo demuestra.
La fuerza impulsora es la lucha dominante entre sunitas y chiítas, que no conoce fronteras e irrumpe en las fronteras arbitrarias dibujadas por los británicos y los franceses. Algunos ven esto principalmente como una lucha interestatal por el poder regional entre Arabia Saudita e Irán. Eso es parte de la historia, pero casi no se explica la ferocidad de la masacre etno-sectaria que compite con todo lo visto en las guerras que sucedieron a la desintegración de Yugoslavia.
Primero el Líbano, en su guerra civil de 1975 a 1990, después Irak y ahora Siria se vieron convulsionadas por los conflictos etno-sectarios. Pero lo que había sido una subtrama -que se remonta al cisma en el Islam del siglo VII- del drama entre suníes y chiíes irrumpió en el centro del escenario después de la invasión liderada por Estados Unidos a Irak en 2003. Ese hecho catapultó a la minoría chií dentro del Islam (la mayoría en Irak) al poder en un país central árabe por primera vez desde la caída de la dinastía heterodoxa fatimí chiíta en 1171. El equilibrio de poder regional se inclinó hacia la República Islámica de Irán -chiíta, persa, con ambiciones como potencia hegemónica regional competidora de Israel-y avivó las brasas del enfrentamiento entre suníes y chiíes con llamas milenarias. Irak se disolvió en un baño de sangre sectario, eliminando a minorías como sus antiguas comunidades cristianas entre las identidades heridas de los sunitas y chiítas. Siria, similar en su maquillaje étnico-sectario, va por el mismo camino, injertando el cisma entre suníes y chiíes y la pelea entre Irán y Arabia Saudita en lo que empezó como otra lucha árabe contra la tiranía. Tanto Irak como Siria parecen haber perdido todo sentido de la narrativa nacional.
Irak, que teóricamente es una confederación independiente, prácticamente se fragmentó en tres bloques: los kurdos, que son cuasi-independientes, en el norte, los suníes en el centro y los chiítas en el sur. Después de la carnicería sectaria de 2006 a 2008, Bagdad es casi una ciudad chiíta.
Siria se está fragmentando mucho más desordenadamente. El régimen de Bashar-al-Assad se aferra, pero ha perdido partes del norte y el noreste a manos de los kurdos, y grandes sectores del este de Siria a manos de los rebeldes sunitas. La secta alauita de al-Assad, una rama esotérica del chiísmo, se ubica a lo largo de la costa noroeste y las montañas, un enclave brevemente autónomo en la década de 1930 bajo el dominio francés.
En el verano, el Hezbolá, el aliado paramilitar libanés de Irán, se sumó a la lucha para salvar a los Assad y reabrir el camino de Damasco a la costa. Ahora, el enclave aluita vigente se extiende a los bastiones del partido de Dios en el valle Bekaa del Líbano, cerca de donde suníes y chiítas están librando una batalla en la región montañosa de Qalamoun. Y eso no es todo.
La región transfronteriza entre los ríos Éufrates y Tigris, conocida como Jazeera, se está convirtiendo en un emirato suní, ya que los suníes desafectos de Irak occidental unen fuerzas con rebeldes suníes de Siria oriental, bajo la maligna influencia de grupos yihadistas vinculados con Al Qaeda: una pesadilla estratégica potencial para la región. Los kurdos de Siria, en control de facto de lo que denominan Kurdistán occidental, se están uniendo al Gobierno Regional del Kurdistán autónomo de Irak. El espectro de un Kurdistán más grande -para 25 millones de kurdos sin tierra y que se extiende sobre Siria, Irak, Turquía e Irán- alarmó a Turquía. Ankara, como parte de sus esfuerzos para poner fin a una sublevación kurda de 30 años en el sudeste de Turquía, está intentando llevar a los kurdos sirios e iraquíes (principalmente suníes) a una suerte de atmósfera económica y cultural turca. Irán, con antiguos vínculos con facciones locales, también está cortejando a los kurdos.
Es tentador ver esto como un regreso a los millet -el sistema fluido de regiones administrativas otomanas que permitía cierta autonomía y cohesión étnico-religiosa a los súbditos a cambio de lealtad al imperio, estabilidad y pago regular de impuestos-, salvo que hay poca estabilidad y lealtad para todos.
Una vez que prácticamente todas las instituciones estatales colapsan, la gramática integrada y subconsciente de la afiliación sectaria entra con fuerza, y las sectas construyen círculos de defensa. Eso es lo que pasó en el Líbano, partido en fragmentos relativamente homogéneos a lo largo del país y dentro de Beirut, una ciudad dividida en guetos en forma similar a Damasco y Bagdad.
El cuadro más grande del Levante diseñado por los imperialistas europeos probablemente no vea cortes claros, sino más bien una rearticulación del espacio nacional y, en algunos casos, transfronterizo, junto con traslados de población. En el Líbano -a pesar de 22 años de ocupación israelí que concluyó en 2000 y 29 años de ocupación siria que concluyó en 2005- las fronteras externas no se movieron un milímetro y nadie intentó volver a trazarlas.
Mientras tanto, el fuego en Siria continúa fundiendo fronteras que no siempre son talesà Cuando se tiran a la vez muchos hilos de estas sociedades entrelazadas, es difícil saber si la maraña se desenredará o si volverá a enredarse.
Archivos
Citación
David Gardner, “El antiguo conflicto entre sunitas y chiítas deja al Oriente Medio al borde del colapso,” Repositorio HISREDUC, consulta 26 de diciembre de 2024, http://repositorio.historiarecienteenlaeducacion.com/items/show/4808.