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La media luna sobre el Sena.
Título
La media luna sobre el Sena.
Autor
Mario Vargas Llosa
Fecha
27/05/2016
Fuente
Diario El Pa�s
Descripción
Art�culo de Vargas Llosa imaginando un presidente musulm�n en Francia.
Texto original
La medialuna sobre el Sena
Acaba de haber elecciones generales en Francia y la �Fraternidad musulmana� ha ganado con comodidad; socialistas y republicanos, temerosos de que el Frente Nacional de Marine Le Pen pudiera acceder al poder en estos comicios, han asegurado aquel triunfo. La Francia que fue anta�o cristiana, luego laica, tiene ahora, por primera vez, un presidente musulm�n, Mohammed Ben Abbes.
Contrariamente a lo que se tem�a, los �grupos identitarios� (nacionalistas y xen�fobos), no han entrado en zafarrancho de combate y parecen haberse resignado a lo ocurrido con unos cuantos alborotos y alg�n crimen, algo que, por lo dem�s, los discretos medios de comunicaci�n apenas mencionan. El pa�s muestra una ins�lita pasividad ante el proceso de islamizaci�n, que empieza muy de prisa en el �mbito acad�mico. Arabia Saudita patrocina con munificencia a la Sorbona, donde los profesores que no se convierten deben jubilarse, eso s�, en condiciones econ�micas �ptimas. Desaparecen las aulas mixtas y los antiguos patios se llenan de jovencitas veladas. El nuevo presidente de la universidad, Rediger, autor de un best seller que ha vendido tres millones de ejemplares: Diez preguntas sobre el Islam, defiende la poligamia y la practica: tiene dos esposas leg�timas, una veterana y otra de apenas quince a�os.
Quien cuenta esta historia, Fran�ois, es un oscuro profesor de literatura que se pas� siete a�os escribiendo una tesis sobre Joris-Karl Huysmans y ha publicado un solo libro, V�rtigo de neologismos, sobre este novelista decimon�nico. Solter�n, ap�tico y anodino, nunca le interes� la pol�tica pero �sta entra como un ventarr�n en su vida cuando lo echan de la universidad por no convertirse y pierde a su novia, Myriam, que, debido al cambio de r�gimen, debe emigrar a Israel con toda su familia al igual que la mayor�a de jud�os franceses.
Fran�ois observa todos estos enormes cambios que suceden a su alrededor �por ejemplo, que la pol�tica exterior francesa se vuelque ahora a acercar a Europa y en especial a Francia a todos los pa�ses �rabes- con un fatalismo tranquilo. Este parece ser el estado de �nimo dominante entre sus compatriotas, una sociedad que ha perdido el �lan vital, resignada ante una historia que le parece tan irremediable como un terremoto o un tsunami, sin reflejos ni rebeld�a, sometida de antemano a todo lo que le depara el destino. Basta leer unas pocas p�ginas de esta novela de Michel Houellebecq para entender que el t�tulo le viene como anillo al dedo: Sumisi�n. En efecto: esta es la historia de un pueblo sometido y vencido, que, enfermo de melancol�a y de neurosis, se va viendo desaparecer a s� mismo y es incapaz de mover un dedo para impedirlo.
Aunque la trama est� muy bien montada y se lee con un inter�s que no decae, a ratos se tiene la impresi�n no de estar enfrascado en una novela sino en un testimonio psicoanal�tico sobre los fantasmas macabros de un inconsciente colectivo que se tortura a s� mismo infligi�ndose humillaciones, fracasos y una lenta decadencia que lo llevar� a la extinci�n. Como este libro ha sido le�do con avidez en Francia por un enorme p�blico, cabe suponer que en �l se expresan unos sentimientos, miedos y prejuicios de que es v�ctima un importante sector de la sociedad francesa.
Es simplemente inveros�mil que alguna vez ocurra en Francia aquello que parece profetizar Sumisi�n, un retroceso tan radical hacia la barbarie del pa�s que entroniz� por primera vez Los Derechos del Hombre, cuna de las revoluciones que, seg�n Marx, se propon�an �asaltar el cielo�, y de la literatura m�s refractaria al status quo de toda Europa. Pero tal vez semejante pesimismo se explique recordando que la modernidad ha golpeado de manera inmisericorde a Francia, que nunca ha sabido adaptarse a ella �por ejemplo sigue arrastrando un Estado macrocef�lico que la asfixia y unas prestaciones generosas que no puede financiar-, al mismo tiempo que el terrorismo se ha encarnizado en su suelo impregnando de inseguridad y desmoralizaci�n a sus ciudadanos. Por otra parte su clase pol�tica, que ha ido decayendo y parece haber perdido por completo su capacidad de renovarse, no sabe c�mo enfrentar los problemas de manera radical y creativa. Esto explica el crecimiento enloquecido del Front National y el repliegue tribal al nacionalismo de orejeras que proponen sus dirigentes como remedio a sus males.
La novela de Michel Houellebecq da forma y consistencia a esos fantasmas de manera muy eficaz y seguramente contribuye a difundirlos. Lo hace con pericia literaria y una prosa fr�a y neutral. Es dif�cil no sentir cierta simpat�a por Fran�ois y tantos infelices como �l, sobre los que se abate la desgracia sin que atinen a ofrecer la menor resistencia a unos acontecimientos que, como dir�a el buenazo de Monsieur Bovary, parecen �la falta de la fatalidad�. Pero todo esto es puro espejismo y, una vez concluida la magia de la lectura, conviene cotejar la ficci�n con el mundo real.
Verdad que la poblaci�n musulmana en Francia es, comparativamente, la m�s numerosa de Europa, pero, tambi�n, que se trata de la menos integrada y que la tensi�n y violencias que a veces estallan entre ella y el resto de la sociedad se deben en buena parte al estado de marginaci�n y desarraigo en que se encuentra. Por otro lado, es importante recordar que el mayor n�mero de v�ctimas del terrorismo de los islamistas fan�ticos son los propios musulmanes y que, por lo tanto, presentar a esta comunidad cohesionada e integrada pol�tica e ideol�gicamente como hace la novela de Houellebecq es irreal. Y, tambi�n, suponer que una de las sociedades que est� m�s a la vanguardia en el mundo en cuestiones sociales �de sexo, de religi�n, de g�nero y derechos humanos en general- podr�a involucionar hacia pr�cticas medievales como la poligamia y la discriminaci�n de la mujer con la facilidad con que describe Sumisi�n. Semejante conjetura va m�s all� de cualquier licencia po�tica.
Y, sin embargo, entre tantas mentiras hay unas verdades que se insin�an y prevalecen en el libro de Michel Houellebecq. Son los prejuicios, la xenofobia y la paranoia que inspiran esa siniestra fantas�a, aquella sensaci�n mentirosa de que el futuro est� determinado por fuerzas contra las cuales el hombre com�n y corriente es impotente y no tiene otra opci�n que la de acatarlo o suicidarse. No es cierto que la libertad no exista y los seres humanos sean ciegos int�rpretes de un gui�n pre-establecido. Siempre hay algo que se puede hacer para enfrentarse a derroteros adversos. Si el fatalismo que postula Sumisi�n frente a la historia fuera cierto, nunca habr�amos salido de las cavernas. Gracias a que es posible la insumisi�n ha habido progreso. Vivir con la sensaci�n de la derrota en la boca, como viven los personajes de esta novela, da una lastimosa imagen del ser humano. Fran�ois acata lo que considera su sino y se somete; al final de libro, se tiene la sospecha de que, pese a su secreta e invencible repugnancia contra todo lo que ocurre, terminar� por convertirse tambi�n, de modo que pueda volver a ense�ar en la Sorbona, prepare la edici�n de la Pl�iade de las novelas de J.K. Huysmans y acaso, como Rediger, hasta se case con varias mujeres.
Acaba de haber elecciones generales en Francia y la �Fraternidad musulmana� ha ganado con comodidad; socialistas y republicanos, temerosos de que el Frente Nacional de Marine Le Pen pudiera acceder al poder en estos comicios, han asegurado aquel triunfo. La Francia que fue anta�o cristiana, luego laica, tiene ahora, por primera vez, un presidente musulm�n, Mohammed Ben Abbes.
Contrariamente a lo que se tem�a, los �grupos identitarios� (nacionalistas y xen�fobos), no han entrado en zafarrancho de combate y parecen haberse resignado a lo ocurrido con unos cuantos alborotos y alg�n crimen, algo que, por lo dem�s, los discretos medios de comunicaci�n apenas mencionan. El pa�s muestra una ins�lita pasividad ante el proceso de islamizaci�n, que empieza muy de prisa en el �mbito acad�mico. Arabia Saudita patrocina con munificencia a la Sorbona, donde los profesores que no se convierten deben jubilarse, eso s�, en condiciones econ�micas �ptimas. Desaparecen las aulas mixtas y los antiguos patios se llenan de jovencitas veladas. El nuevo presidente de la universidad, Rediger, autor de un best seller que ha vendido tres millones de ejemplares: Diez preguntas sobre el Islam, defiende la poligamia y la practica: tiene dos esposas leg�timas, una veterana y otra de apenas quince a�os.
Quien cuenta esta historia, Fran�ois, es un oscuro profesor de literatura que se pas� siete a�os escribiendo una tesis sobre Joris-Karl Huysmans y ha publicado un solo libro, V�rtigo de neologismos, sobre este novelista decimon�nico. Solter�n, ap�tico y anodino, nunca le interes� la pol�tica pero �sta entra como un ventarr�n en su vida cuando lo echan de la universidad por no convertirse y pierde a su novia, Myriam, que, debido al cambio de r�gimen, debe emigrar a Israel con toda su familia al igual que la mayor�a de jud�os franceses.
Fran�ois observa todos estos enormes cambios que suceden a su alrededor �por ejemplo, que la pol�tica exterior francesa se vuelque ahora a acercar a Europa y en especial a Francia a todos los pa�ses �rabes- con un fatalismo tranquilo. Este parece ser el estado de �nimo dominante entre sus compatriotas, una sociedad que ha perdido el �lan vital, resignada ante una historia que le parece tan irremediable como un terremoto o un tsunami, sin reflejos ni rebeld�a, sometida de antemano a todo lo que le depara el destino. Basta leer unas pocas p�ginas de esta novela de Michel Houellebecq para entender que el t�tulo le viene como anillo al dedo: Sumisi�n. En efecto: esta es la historia de un pueblo sometido y vencido, que, enfermo de melancol�a y de neurosis, se va viendo desaparecer a s� mismo y es incapaz de mover un dedo para impedirlo.
Aunque la trama est� muy bien montada y se lee con un inter�s que no decae, a ratos se tiene la impresi�n no de estar enfrascado en una novela sino en un testimonio psicoanal�tico sobre los fantasmas macabros de un inconsciente colectivo que se tortura a s� mismo infligi�ndose humillaciones, fracasos y una lenta decadencia que lo llevar� a la extinci�n. Como este libro ha sido le�do con avidez en Francia por un enorme p�blico, cabe suponer que en �l se expresan unos sentimientos, miedos y prejuicios de que es v�ctima un importante sector de la sociedad francesa.
Es simplemente inveros�mil que alguna vez ocurra en Francia aquello que parece profetizar Sumisi�n, un retroceso tan radical hacia la barbarie del pa�s que entroniz� por primera vez Los Derechos del Hombre, cuna de las revoluciones que, seg�n Marx, se propon�an �asaltar el cielo�, y de la literatura m�s refractaria al status quo de toda Europa. Pero tal vez semejante pesimismo se explique recordando que la modernidad ha golpeado de manera inmisericorde a Francia, que nunca ha sabido adaptarse a ella �por ejemplo sigue arrastrando un Estado macrocef�lico que la asfixia y unas prestaciones generosas que no puede financiar-, al mismo tiempo que el terrorismo se ha encarnizado en su suelo impregnando de inseguridad y desmoralizaci�n a sus ciudadanos. Por otra parte su clase pol�tica, que ha ido decayendo y parece haber perdido por completo su capacidad de renovarse, no sabe c�mo enfrentar los problemas de manera radical y creativa. Esto explica el crecimiento enloquecido del Front National y el repliegue tribal al nacionalismo de orejeras que proponen sus dirigentes como remedio a sus males.
La novela de Michel Houellebecq da forma y consistencia a esos fantasmas de manera muy eficaz y seguramente contribuye a difundirlos. Lo hace con pericia literaria y una prosa fr�a y neutral. Es dif�cil no sentir cierta simpat�a por Fran�ois y tantos infelices como �l, sobre los que se abate la desgracia sin que atinen a ofrecer la menor resistencia a unos acontecimientos que, como dir�a el buenazo de Monsieur Bovary, parecen �la falta de la fatalidad�. Pero todo esto es puro espejismo y, una vez concluida la magia de la lectura, conviene cotejar la ficci�n con el mundo real.
Verdad que la poblaci�n musulmana en Francia es, comparativamente, la m�s numerosa de Europa, pero, tambi�n, que se trata de la menos integrada y que la tensi�n y violencias que a veces estallan entre ella y el resto de la sociedad se deben en buena parte al estado de marginaci�n y desarraigo en que se encuentra. Por otro lado, es importante recordar que el mayor n�mero de v�ctimas del terrorismo de los islamistas fan�ticos son los propios musulmanes y que, por lo tanto, presentar a esta comunidad cohesionada e integrada pol�tica e ideol�gicamente como hace la novela de Houellebecq es irreal. Y, tambi�n, suponer que una de las sociedades que est� m�s a la vanguardia en el mundo en cuestiones sociales �de sexo, de religi�n, de g�nero y derechos humanos en general- podr�a involucionar hacia pr�cticas medievales como la poligamia y la discriminaci�n de la mujer con la facilidad con que describe Sumisi�n. Semejante conjetura va m�s all� de cualquier licencia po�tica.
Y, sin embargo, entre tantas mentiras hay unas verdades que se insin�an y prevalecen en el libro de Michel Houellebecq. Son los prejuicios, la xenofobia y la paranoia que inspiran esa siniestra fantas�a, aquella sensaci�n mentirosa de que el futuro est� determinado por fuerzas contra las cuales el hombre com�n y corriente es impotente y no tiene otra opci�n que la de acatarlo o suicidarse. No es cierto que la libertad no exista y los seres humanos sean ciegos int�rpretes de un gui�n pre-establecido. Siempre hay algo que se puede hacer para enfrentarse a derroteros adversos. Si el fatalismo que postula Sumisi�n frente a la historia fuera cierto, nunca habr�amos salido de las cavernas. Gracias a que es posible la insumisi�n ha habido progreso. Vivir con la sensaci�n de la derrota en la boca, como viven los personajes de esta novela, da una lastimosa imagen del ser humano. Fran�ois acata lo que considera su sino y se somete; al final de libro, se tiene la sospecha de que, pese a su secreta e invencible repugnancia contra todo lo que ocurre, terminar� por convertirse tambi�n, de modo que pueda volver a ense�ar en la Sorbona, prepare la edici�n de la Pl�iade de las novelas de J.K. Huysmans y acaso, como Rediger, hasta se case con varias mujeres.
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Mario Vargas Llosa, “La media luna sobre el Sena. ,” Repositorio HISREDUC, consulta 24 de diciembre de 2025, https://repositorio.historiarecienteenlaeducacion.com/items/show/4696.
