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�C�mo alimentar a 9 mil millones de personas?
Título
�C�mo alimentar a 9 mil millones de personas?
Autor
Bruno Parmentier
Fecha
2009
Fuente
Parmentier, Bruno (2009) Nourrir l'humanit�: Les grands probl�mes de l'agriculture mondiale au XXI si�cle.
LA DECOUVERTE: http://www.editionsladecouverte.fr/catalogue/index-Nourrir_l_humanit__-9782707157027.html
LA DECOUVERTE: http://www.editionsladecouverte.fr/catalogue/index-Nourrir_l_humanit__-9782707157027.html
Descripción
Alimentar a los franceses? La tarea es relativamente f�cil, ya que desaparecieron maldici�n milenaria que hizo que todo el mundo preocupados por su subsistencia diaria. Alimentar al mundo? Un reto mucho m�s complejo frente al esc�ndalo de 850 millones de personas que no pueden comer hasta saciarse y tres mil millones de seres humanos m�s que va a alimentar en 2050. bordea el imposible, por lo que el mundo dejar� de agua, tierra y energ�a, y vamos a hacer frente a los efectos de nuestras incoherencias actuales: el calentamiento global, la contaminaci�n, erosi�n, p�rdida de la biodiversidad ...
en este libro se presentan todos los aspectos de este enorme desaf�o, probablemente el m�s grande en el XXI � siglo y para el cual la agricultura de nuevo ser�n llamados a tomar el centro del escenario. Muy educativo y est�n expuestos los problemas del futuro de los subsidios agr�colas en un comercio "globalizado", los informes sobre la agricultura con la agroindustria y al por menor, el riesgo de crisis de salud de gran magnitud, la expansi�n de la producci�n de GM, sino tambi�n la aparici�n de nuevos pa�ses exportadores (china, Brasil), etc. Un libro completo que accesible, que cautivar� a los agricultores y ciudadanos urbanos y tomadores de decisiones.
en este libro se presentan todos los aspectos de este enorme desaf�o, probablemente el m�s grande en el XXI � siglo y para el cual la agricultura de nuevo ser�n llamados a tomar el centro del escenario. Muy educativo y est�n expuestos los problemas del futuro de los subsidios agr�colas en un comercio "globalizado", los informes sobre la agricultura con la agroindustria y al por menor, el riesgo de crisis de salud de gran magnitud, la expansi�n de la producci�n de GM, sino tambi�n la aparici�n de nuevos pa�ses exportadores (china, Brasil), etc. Un libro completo que accesible, que cautivar� a los agricultores y ciudadanos urbanos y tomadores de decisiones.
Idioma
Castellano (Fragmento)
Franc�s (Original)
Franc�s (Original)
Texto original
[Extracto]
Probablemente dentro de unos a�os dir�n, refiri�ndose a la alimentaci�n mundial, que el siglo XXI comenz� en 2007, pues hemos pasado en ese momento de una situaci�n de abundancia (en algunos pa�ses solamente, por supuesto) a otra de escasez (ligero exceso de la demanda sobre la oferta mundial). Los precios agr�colas, que no pararon de caer durante d�cadas, est�n empezando a repuntar con fuerza sorprendente, ganando en pocas semanas el terreno perdido durante veinte a treinta a�os de declive (cereales, pan, arroz, leche, carne, etc.)
Los pa�ses exportadores tradicionales han cerrado sus fronteras para mantener sus cultivos para ellos, los especuladores se han frotado las manos, y muchos pa�ses importadores, en Am�rica, �frica y Asia, han sufrido las revueltas del hambre; en los pa�ses ricos, preocupa el poder adquisitivo y se teme por la escasez de alimentos y la reaparici�n del hambre en ciertos sectores sociales de la poblaci�n. Esta inversi�n de la situaci�n global tendr� consecuencias duraderas. Ahora nos damos cuenta de que la sensaci�n de seguridad del suministro de alimentos que caracteriz� a los pa�ses ricos a fines del siglo XX ha sido probablemente un doble par�ntesis hist�rico y geogr�fico: hist�rico, ya que dur� s�lo unas d�cadas, y geogr�fico, porque afecta a un tercio de la humanidad.
Las consecuencias, en cadena, han sido innumerables: muchos pa�ses que hab�an descuidado su agricultura desde hace varias d�cadas han tomado conciencia de la fragilidad de una pol�tica de abastecimiento basada en la compra de excedentes de alimentos baratos en el mercado mundial. Los barrios bajos de muchas capitales del Sur se han visto privados del acceso al arroz tailand�s, al trigo franc�s o al ma�z americano. Los antiguos campesinos, que hab�an sido expulsados de sus tierras, ante la indiferencia de sus gobiernos y de la comunidad internacional cuando tuvieron que abandonar la agricultura de subsistencia, precisamente por estas importaciones a bajo precio que los hab�an arruinado, se encuentran una vez m�s en una situaci�n cr�tica: emigrados a la ciudad, no pueden pagar los alimentos a precios asequibles, y tienen muy pocas oportunidades de regresar a la agricultura de subsistencia en sus antiguas tierras.
El fen�meno del aumento de precios de los cereales es mucho m�s grave en el Tercer Mundo que en los pa�ses ricos. Por un lado, como en los pa�ses pobres se comen muchos productos sin procesar (arroz, frijoles, ma�z, harina de trigo, soja, etc), los precios mundiales tienen un impacto directo sobre el poder adquisitivo; por el contrario, en los pa�ses ricos s�lo se consumen sin transformar algunos productos agr�colas, como frutas y verduras, mientras en el resto, muy elaborados, intervienen otros muchos factores en la evoluci�n de los precios al consumidor (costo de salarios,
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energ�a, transporte, alquileres, etc.). Por otra parte, las barriadas pobres de las ciudades del Tercer Mundo destinan entre la mitad y las tres cuartas partes de sus ingresos a la compra de alimentos, mientras que la poblaci�n rica de los pa�ses desarrollados apenas gasta entre el 10% y el 20% de su presupuesto en alimentos. El efecto de los aumentos de precios en los distintos conjuntos sociales no es, ni con mucho, el mismo.
Seg�n el Fondo Internacional de Desarrollo Agr�cola (FIDA), una agencia de la ONU, por cada aumento del 1% en el precio de los alimentos b�sicos, 16 millones m�s de personas se ven afectadas por la inseguridad alimentaria. Se estima que 1.200 millones de personas podr�an estar cr�nicamente hambrientas desde ahora hasta el a�o 2025, el doble de lo que se hab�a previsto anteriormente. De hecho, la FAO estima que el n�mero de personas subnutridas ha aumentado s�lo durante 2007 en 75 millones (de 850 a 925 millones), mientras que el �ndice de precios de los alimentos creci� un 12% en 2006 respecto al a�o anterior, un 24% en 2007 y un 50% durante los siete primeros meses de 2008.
La demanda de alimentos no deja de crecer
El crecimiento de la poblaci�n, por una parte, contin�a. El incremento de la poblaci�n mundial supera las 200.000 personas al d�a, y, por lo tanto, cerca de 80 millones al a�o (es el saldo entre nacimientos y defunciones), lo que significa 80 M m�s de consumidores. Se debe estabilizar la poblaci�n mundial en alrededor de 9.000 millones en 2050, lo que representa 1.100 millones de asi�ticos, 800 millones de africanos y 400 millones de latinoamericanos m�s. Estos incrementos requieren aumentar de manera constante la producci�n agr�cola mundial en un 1,2% anual.
En segundo lugar, hay mucha m�s gente que come carne. Tambi�n se debe contar con el cambio de la dieta. En todas las latitudes y en todas las culturas, se observa un fen�meno absolutamente universal: cuando las personas que han comido alimentosa b�sicos durante generaciones consiguen elevar su bienestar material, se apresuran a comprar y consumir az�cares, grasas y en general productos de origen animal (carne, leche, huevos). Eso es lo que ocurri� en Francia en el siglo XX: desde 1950, se ha pasado de 44 a 85 kg de carne al a�o por habitante, de 5 a 18 kg de queso, de 10 a 25 kg de pescado, de 5 a 14 kg de aceite. Sin embargo, se redujo en m�s de la mitad el consumo de pan y patatas. Podemos observar este fen�meno ahora en las clases medias de los pa�ses emergentes, especialmente en China (en carne) y la India (en leche). Estamos hablando de cientos de millones de personas. Y, sin embargo no hemos visto lo peor: supongamos que los trabajadores chinos, que ahora se pueden comer un ala de pollo con el arroz, empiezan a comer m�s queso, y que los trabajadores indios, que beben m�s leche, dejan de creer en la reencarnaci�n y tambi�n empiezan a comer carne ...
Se necesita una media de 4 kg de prote�na vegetal para producir un kilo de pollo. Esta proporci�n es de 6 a 1 para carne de cerdo y de 12 a 1 para la carne de vacuno. Las poblaciones que anteriormente estaban obligadas a ser vegetarianas y que se convierten en carn�voras, ejercen fuertes presiones sobre los recursos del planeta, en especial sobre todos los que son escasos: tierra, agua y energ�a.
Si la sobrepoblaci�n en el mundo es un fen�meno preocupante, no debemos olvidar otro hecho: la sobrepoblaci�n real es la de la ganader�a. El peso acumulado de los 1.400 millones de cabezas de bovinos es actualmente superior a los 6.500 millones de seres humanos del planeta. El 80% de los alimentos animales proviene de cultivos aptos para el consumo humano: ma�z, trigo, sorgo, soja, etc. La cr�a del ganado consume por s� sola el 44% de la producci�n mundial de cereales. Un vegetariano consume en promedio 180 kg de grano al a�o y un consumidor de carne alcanza el equivalente de 930 kg de grano al a�o.
Es muy poco probable que se impida a las clases medias del mundo comprar m�s productos de origen animal. La pol�tica m�s realista es, por tanto, acelerar lo m�s posible la evoluci�n natural, que hace que despu�s de varias generaciones de abundancia, despilfarro y obesidad, la gente se vuelve m�s razonable y terminan comiendo menos carne y m�s frutas y verduras para bajar de peso de nuevo. Podr�amos entonces compensar parcialmente el aumento del consumo de la clase media del Tercer Mundo por una disminuci�n de la de las clases acomodadas del mundo occidental. Pero no est� claro cu�les son las pol�ticas adoptadas para acelerar el proceso de compartir informaci�n y formaci�n en el consumo de alimentos "responsable"
Un desorden claramente escandaloso
Entre el 10% y 15% de los cultivos del mundo se pierden, con picos de hasta un 50% en algunas zonas. En el caso de los cereales, las causas son muchas: p�rdida de grano antes o durante la cosecha, ca�da de los tallos, pudrici�n o deterioro durante el almacenamiento, comida de los p�jaros, deterioro por insectos o mohos, p�rdidas durante el transporte o la limpia, etc. Hay un enorme nicho por explotar en el siglo XXI, siguiendo el modelo de lo que han hecho, por ejemplo, los pa�ses europeos; son especialmente necesarias importantes inversiones en almacenamiento en muchos pa�ses del Sur.
Pero los pa�ses ricos occidentales y los denominados en transici�n tambi�n tienen sus propios problemas de desorden, que se trasladan de la producci�n al consumo. La cantidad de alimentos tirados a la basura en todas las etapas es fenomenal. Desde los supermercados, cuyos empleados a menudo dicen que "su principal cliente es el contenedor de basura�, a los restaurantes y cafeter�as, con normas de higiene que les proh�ben reutilizar los restos de comida, pasando por los particulares. Desde la reciente crisis de salud, se hace a�n m�s dif�cil recuperar los restos de los restaurantes y panader�as para d�rselo a los cerdos.
Por otra parte, se consolida la tendencia hacia el aumento del tama�o y el contenido de elementos complejos en las raciones servidas, especialmente en los EE.UU. (las raciones servidas en Am�rica del Norte en los restaurantes son 30-40% m�s abundantes que las de Europa), lo que incrementa tanto la obesidad como la cantidad de desechos. Se inicia, as�, el siglo XXI con m�s personas con sobrepeso que desnutridas (1.100 millones, de los que alrededor de 400 son francamente obesos). Y esos n�meros est�n aumentando r�pidamente. Seg�n la Organizaci�n Mundial de la Salud, la obesidad es la primera epidemia no infecciosa en la historia de la humanidad.
Por no mencionar el considerable peso de los envases de alimentos (en su mayor�a no retornables y no reciclables), los kil�metros recorridos en coche para ir de compras al supermercado, y la desfachatez de los occidentales de a�adir mil millones de nuevos consumidores� Tanto que no se han encontrado formas efectivas para almacenar energ�a ni energ�a alternativa al petr�leo, transportable a buen precio; a lo que se suma la voracidad de los miles de millones de coches (>60 millones por a�o), cuyos propietarios, solventes, representan una amenaza considerable de aumento de la demanda de productos agr�colas. Si se materializa esa amenaza, es inevitable que cause grandes conflictos entre la atenci�n a la alimentaci�n b�sica de los pobres o al tanque de gasolina de los ricos. En el estado actual de la t�cnica de los biocombustibles de primera generaci�n, una hect�rea de colza permite el funcionamiento de un veh�culo diesel durante 25.000 km y 1 hect�rea de remolacha azucarera permite doblar esa cifra para un coche de gasolina. Adem�s, hay que contar con que una tonelada de petr�leo equivalente es capaz de producir tres toneladas de di�ster (y los balances son mucho m�s pobres para producir etanol del ma�z o de la remolacha) Para hacer rodar a todos los coches franceses mediante bio-combustibles con las tecnolog�as actuales, deber�amos dedicar todas las tierras de cultivo del pa�s a ese fin. Pero entonces �qu� comemos?
La primera generaci�n de bio-combustibles a base de cereales y oleaginosas, representa un verdadero error hist�rico. No se pens� m�s que en sus bondades: iban a sostener la ca�da de los precios, serv�an para luchar contra el efecto invernadero, iban a crear empleo y a contribuir a la independencia energ�tica nacional. Decepci�n cruel: producen penurias graves y tienen un costo ecol�gico prohibitivo, hasta tal punto que se empieza a preguntar si, en �ltima instancia, no agravan el efecto invernadero. Si no ten�amos suficientes granos y oleaginosas producidos sosteniblemente, �c�mo se puede elegir quemarlos en los motores?
Es probable que pronto tengamos que reconvertir las plantas de bioetanol y di�ster europeas de primera generaci�n; afortunadamente, no se han construido muchas, a diferencia de los EE.UU. que han levantado 170. Este pa�s reserva ahora sus excedentes de ma�z para la fabricaci�n de gasolina, a expensas del suministro de alimentos a M�jico; existe una relaci�n directa entre el tanque de combustible de los ricos y el avituallamiento de la mesa de los pobres: ha sido lo que ha provocado las primeras revueltas del Hambre, en enero de 2007, cuando el precio de las tortitas de ma�z, un alimento b�sico de este pa�s, se increment� en un 50 %. Si los europeos persisten en esta pol�tica, tambi�n pueden convertirse en "causantes del hambre del planeta"
La hoja de ruta es sencilla: hay que encontrar, al estilo de lo que est� sucediendo en Brasil con la ca�a de az�car, plantas que proporcionen mucha biomasa y requieran poca energ�a (probablemente, pues, deber�n ser plantas perennes), que consuman la menor cantidad de agua posible (puesto que va a haber escasez), y que se desarrollen en tierras distintas a las que ya se utilizan para producir alimentos (puesto que no hay suficientes). Este es el reto de los biocombustibles de segunda generaci�n, en cuyo desarrollo se debe invertir de manera r�pida y eficaz para reducir los plazos de diez a�os que se est�n manejando para su puesta a punto. Se deber�a acelerar el proceso desarrollando nuevas plantas mediante ingenier�a gen�tica, aunque surgen otros problemas: si la biomasa se utiliza para mover nuestros veh�culos, tendremos menos para fertilizar la tierra, y si se consiguen plantas resistentes que crecen muy r�pidamente, �c�mo asegurarse de que no invadan todo, incluidos los campos de cereales?
En suma, el desaf�o al que se enfrenta la agricultura mundial es simple: aumentar la producci�n agr�cola constantemente en el 2% anual con el fin �ltimo de que se duplique para 2050. Pero con diferencias considerables seg�n continentes: se debe multiplicar por cinco la producci�n agr�cola en �frica, e incluso "s�lo por tres" si los africanos permanecen como vegetarianos (la poblaci�n se duplicar�, pasando de 800 a m�s de 1.500 millones, y ya hay entre un 30 y un 50% de personas que no comen suficiente)
Es pr�cticamente imposible. En Asia, ser�a necesario multiplicar la producci�n por 2,3, otro reto enorme, dados los altos rendimientos actuales y la falta de tierras. Por el contrario, en Am�rica Latina, bastar�a con multiplicar "s�lo" por 1,9, que es probablemente posible porque puede aumentar los rendimientos y la superficie cultivada. La poblaci�n europea, por su lado, debe disminuir (no hay m�s que dos pa�ses por encima del nivel de reemplazo de la poblaci�n, Irlanda y Francia) y probablemente no tenga problemas de abastecimiento. Hay que tener en cuenta, sin embargo, a pesar de todas las proclamas sobre el cierre de las fronteras, es probable que sobrevenga una inmigraci�n masiva, aunque s�lo sea para mantener en su proporci�n actual la fuerza de trabajo.
Dificultades reales para aumentar el suministro de alimentos
En cuanto a la producci�n agr�cola mundial, se puede ser optimista y observar que se ha hecho mucho en el siglo XX, que comenz� con 1.800 millones de personas y termin� con 6.300, o 4.500 millones de personas adicionales. Como hab�a casi tantas personas que pasaban hambre en 2000 que en 1900 (alrededor de 850 millones) se logr� esta haza�a de alimentar a 4.500 millones m�s de bocas suplementarias. Desde este punto de vista, el alimentar a un poco menos de tres mil millones m�s en el siglo XXI debe ser relativamente f�cil.
Pero tambi�n se puede ser pesimista, se�alando que lo hecho era lo m�s f�cil: producir m�s alimentos con muchos m�s suministros (inputs) en la tierra (m�s agua, m�s energ�a y m�s productos qu�micos). El reto del siglo XXI ser� mucho m�s complicado para el futuro: esta vez se debe producir m�s (y mejor), pero con menos: menos tierra, menos agua, menos energ�a y menos productos qu�micos. Se llegan a tocar los l�mites del planeta, y se necesita mucha inteligencia y movilizaci�n colectiva para lograr cruzar este nuevo umbral.
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El calentamiento plantea enormes problemas para la agricultura. 2007 fue el a�o de la toma generalizada de conciencia sobre la realidad del calentamiento global y de la enorme amenaza que representa para la humanidad desde ahora, con el punto de inflexi�n que signific� la asignaci�n del Nobel de la Paz a Al Gore y el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Clim�tico).
Por desgracia, este calentamiento no promete casi nada bueno para la agricultura (incluso si significase que se pudieran cultivar algunas nuevas tierras en Siberia, y en Tierra del Fuego y en el norte de Canad�), pues no veremos generalizarse las lluvias benefactoras, sino m�s bien intensificar los meteoros extremos: avance de los desiertos, secado de r�os y aguas subterr�neas, por un lado; inundaciones, tormentas y huracanes de alta potencia, por otro. La cantidad total de agua que caer� del cielo ser� ligeramente superior, dada la mayor evaporaci�n, pero estar� peor repartida, por no hablar ya de la invasi�n marina de las tierras muy f�rtiles de los grandes deltas y del ascenso del nivel del agua salada en los acu�feros.
Los expertos predicen que el cambio clim�tico generar� al menos 150 millones de refugiados clim�ticos en los pr�ximos a�os, y si el clima se deteriora "realmente", esta cifra podr�a estar m�s cerca del millardo. Ser� un fen�meno de gran relevancia que causar� gran tensi�n internacional.
Porque en verdad, �a d�nde van esos refugiados? �A los pa�ses vac�os, como Rusia? �A aquellos que han contribuido de manera especial al calentamiento del planeta como los Estados Unidos? �O, m�s probablemente, a los pa�ses vecinos, tambi�n pobres, lo que lleva a la cadena de desestabilizaci�n y de hambrunas, especialmente en el Indo-Pakist�n, Asia tropical, �frica y el Sahel? No creamos que estos cambios clim�ticos afectar�n s�lo a los pa�ses pobres y tropicales. Los expertos predicen que para el a�o 2050, el tiempo que habr� en Angers ser� como el actual de Niza, mientras en Niza habr� un tiempo como el de Argel. Si tienen raz�n, eso significa que se deber�n transformar los sistemas de producci�n en la mitad septentrional de Francia, favoreciendo la adopci�n de cultivos de invierno y construyendo infraestructuras de riego; y s�lo habr�a agricultura eficiente en el SE de Francia si se establecieran regad�os permanentes. Todo ello exigir� grandes inversiones agroambientales muy r�pidamente, incluso en Francia.
La superficie de tierras cultivadas est� disminuyendo
Las buenas tierras de cultivo, ni demasiado calientes ni demasiado fr�as ni excesivamente pendientes, ni urbanizadas ni erosionadas ni contaminadas y que reciban lluvias regulares, son un bien muy escaso en el planeta. De hecho, no se cultivan (excluyendo pastizales y bosques) m�s que alrededor de 1.500 millones de hect�reas, o sea el 12% de los 13.100 millones de hect�reas emergidas (sin contar la Ant�rtida y el indlansis groenland�s).
A escala mundial existen todav�a algunas reservas, pero se encuentran principalmente en las selvas tropicales de la cuenca del Amazonas, el Congo y el Sudeste de Asia, en particular Indonesia y Malasia. Ponerlas en cultivo representa un riesgo real de empeoramiento del calentamiento global y de desertificaci�n
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relativamente r�pida de estas zonas ambientalmente sensibles (recordemos que un d�a tambi�n el Sahara era un bosque virgen). Eso es lo que hacemos, a raz�n de 140.000 km2 cada a�o, y sabiendo que s�lo se replanta la mitad del bosque roturado. Desafortunadamente esto no sirve para aumentar la superficie total de la "granja-mundo", porque a�o tras a�o perdemos m�s tierra de la que ganamos. En efecto, la erosi�n y la urbanizaci�n est�n ganando terreno a un ritmo alarmante. Incluso en Francia, ya muy bien dotada de equipamientos, la construcci�n de viviendas principales y secundarias, las infraestructuras de transporte, aparcamientos, parques de atracciones y campos de golf llevan a perder el equivalente a un departamento agr�cola cada diez a�os. En China, donde cada a�o se instalan en las ciudades entre 15 y 20 millones de habitantes rurales, sacrifica para ello alrededor de 1 mill�n de hect�reas.
Es as� como, en 1960, cada habitante del planeta dispon�a potencialmente de 0,43 hect�reas de tierra cultivable. Hoy en d�a no cuenta con m�s de 0,25 ha. A este ritmo, los terr�colas de 2050 no tendr�n m�s de 0,15 hect�reas per c�pita, es decir, si hoy una hect�rea da de comer a 4 personas, en 2050 tendr� que alimentar a 6.
Va a faltar agua para riego
El agua es simplemente indispensable para el cultivo de las plantas. Adem�s de alimentarlas, es una especie de combustible para su crecimiento. En efecto, si la planta no transpira constantemente, -lo que provoca el secado de las partes extremas-, la savia no puede subir por capilaridad. Por lo tanto, se necesitan cantidades muy grandes de agua para la agricultura: un promedio de 1 tonelada de agua para producir un kilogramo de cereales. Un europeo medio consume con su comida el equivalente de m�s de 4 toneladas de agua �virtual� al d�a (agua virtual es la cantidad de agua necesaria para producir y suministrar todo lo que ingiere o tiene en su mesa).
A lo largo de la historia, los hombres han intentado superar la aleatoriedad de las lluvias. En el siglo XX, se ha invertido mucho en la puesta en regad�o para compensar la irregularidad pluvial. El planeta tiene actualmente 200 millones de hect�reas de regad�o, equivalentes a 1 de cada 7 hect�reas cultivadas; sabemos que es imposible duplicar esa superficie; las 44.000 presas que se han construido necesitan, todas, labores de mantenimiento, debido a su encenagamiento, a las grietas, etc. Las nuevas obras ser�n mucho m�s caras, ya que se encuentran en lugares menos accesibles o menos favorables para el almacenamiento de agua (por fuerte evaporaci�n, por ejemplo), y no se tiene seguridad de poder mantener el agua almacenada.
Otro obst�culo para el riego: el descenso del nivel de las aguas subterr�neas (los niveles piezom�tricos). Es un gran problema en todo el mundo porque a menudo se bombea mucha m�s agua de la que se regenera. Ejemplos: los 200.000 pozos del acu�fero Oglala en el centro sur de Estados Unidos ya han agotado casi la mitad del agua almacenada; el acu�fero del valle del Ganges ha descendido unos 60 metros; se observa una r�pida p�rdida del nivel de las aguas subterr�neas, de 2 a 3 metros por
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a�o, en pa�ses tan diversos como M�jico (Guanajuato), China (Hebei), Pakist�n (Baluchist�n) e Ir�n (Chanaran).
R�os, actualmente muy cargados en el verano debido al derretimiento acelerado de los glaciares, -lo que permite un intenso bombeo de sus aguas para el riego- est�n comenzando a secarse uno tras otro, en todos los continentes. Muchos lagos y mares interiores desaparecen por completo, como el lago Chad, el Mar de Aral o el lago Owens. En el siglo XXI, el acceso al agua es seguro que ser� una fuente de grandes conflictos en todos los continentes, especialmente en el Oriente Medio y Asia.
En suma, el riego de los cultivos puede llegar a ser mucho m�s complicado en el siglo XXI que lo que fue en el XX. Los expertos estiman que el nivel m�ximo de las zonas regables en el mundo podr�a llegar a unos 240 millones de hect�reas, s�lo el 20% m�s que en la actualidad. Inevitablemente, tendr�n que hacerse grandes esfuerzos para economizar agua (las p�rdidas de caudal en las conducciones de agua y las p�rdidas de agua potable son penosas), y para encontrar maneras de alimentarse con plantas ahorradoras de agua.
As�, se corre el riesgo de que el comercio internacional de productos alimenticios se haga m�s en t�rminos de equivalencia de agua, siguiendo el principio: "Si no ten�is agua, importad carne y cereales!" Desde finales de 1980, el Medio Oriente y Am�rica del Norte ha comprado un promedio de 40 millones de toneladas de grano por a�o, en t�rminos de agua virtual representa 40.000 millones de toneladas, es decir, m�s que la cantidad de agua utilizada para la agricultura en todo Egipto.
La energ�a escasa y cara obliga a revisar todas las t�cnicas agr�colas
Llegamos al final de un largo periodo de energ�a abundante y barata. Las t�cnicas agr�colas, como todas las t�cnicas inventadas en este per�odo, son particularmente grandes consumidoras de energ�a. En la agricultura altamente mecanizada y con elevados suministros (= insumos: fertilizantes, pesticidas, etc.), se necesitan actualmente m�s de un centenar de litros de equivalente de petr�leo para producir 1 tonelada de trigo.
Los 28 millones de agricultores de todo el mundo que poseen un tractor (y todo lo que ello conlleva: semillas mejoradas, fertilizantes, pesticidas, riego, asistencia t�cnica, instalaciones de almacenamiento, etc.), tienen hoy una ventaja comparativa con respecto a los 250 millones de campesinos que trabajan con tracci�n animal (bueyes, ceb�es, burros, camellos, mulos) y con t�cnicas a menudo rudimentarias, y una ventaja formidable con respecto a los m�s de mil millones de campesinos que s�lo tienen su propia fuerza f�sica y normalmente no tienen acceso a estas mejoras t�cnicas. Pero con un precio del petr�leo permanentemente elevado, deberemos reinventar completamente otras t�cnicas agr�colas modernas.
Para empezar, ser� necesario dar muchas menos labores, reducir el uso de fertilizantes sint�ticos, dejar de calentar los invernaderos en invierno y reubicar a una parte significativa de la producci�n agr�cola lo m�s cercana a las zonas de consumo.
La qu�mica agr�cola est� a punto de terminar
Una parte importante del aumento masivo de la producci�n agr�cola en la segunda mitad del siglo XX se debe a la qu�mica. La "revoluci�n verde" que se ha impulsado en Europa, Norteam�rica y Asia, en particular, ha ayudado a alimentar a una humanidad recrecida. En Francia se obtiene actualmente de manera regular tres o cuatro veces m�s de trigo por hect�rea que despu�s de la Segunda Guerra Mundial (80 quintales en lugar de 25). Esto se debe a la externalizaci�n de cuatro funciones simult�neas: alimentaci�n de las plantas (fertilizantes), tratamiento (fungicidas), eliminaci�n de plagas (insecticidas) y eliminaci�n de "malas hierbas" (herbicidas). Los �xitos han sido notables durante los �ltimos cincuenta a�os, la producci�n agr�cola mundial se ha multiplicado por 2,6.
Ahora se deben afrontar tres problemas simult�neos: el creciente precio de la energ�a y el agotamiento de las minas hacen que estos materiales sean cada vez m�s escasos y caros; las desventajas en t�rminos de contaminaci�n de suelos, aguas subterr�neas, costas y, finalmente, de la cadena humana, son cada vez m�s asumidos y, por lo tanto, cada vez menos aceptados socialmente; estamos viendo desde la d�cada de 1990 que los rendimientos est�n llegando a su techo, lo que nos hace pensar que hemos alcanzado los l�mites de esta tecnolog�a. Pero hay un problema mayor: no hay nuevas funciones por inventar que podr�an impulsar el crecimiento de la productividad. En general, la qu�mica, probablemente no podr� "salvar" a la humanidad por segunda vez, como lo hizo en el siglo anterior.
Cada vez menos diversidad biol�gica, cada vez m�s enfermedades
Nosotros asumimos colectivamente enormes riesgos relacionados con la biodiversidad. En primer lugar, somos responsables de la r�pida extinci�n de especies de plantas y animales que ni siquiera conocemos, sobre todo mediante la destrucci�n de su h�bitat: selvas tropicales en la tierra, corales y manglares en el mar, y, por lo tanto, nos privamos de riquezas que podr�an servirnos. Por otra parte ponemos "todos los huevos en el mismo cesto� en lo que se refiere al uso de recursos alimentarios, manteniendo s�lo las variedades y razas m�s productivas (y a menudo las m�s fr�giles). A t�tulo de ejemplo, los 4 millones de vacas lecheras francesas proceden de tan s�lo un centenar de toros proveedores de semen, al tiempo que 4 variedades de trigo producen los dos tercios de lo cosechado en el pa�s; y de las 30.000 especies de plantas comestibles del planeta, 30 proporcionan el 90% de los alimentos; y 15 especies animales, el 90% de los productos ganaderos.
Al mismo tiempo, las epidemias se multiplican en el planeta; algunas se deben al calentamiento, lo que reduce el n�mero de d�as de helada en los pa�ses templados, y, por lo tanto, la destrucci�n de las larvas; Europa ya ha sufrido la lengua azul y en breve ser� afectada por la peste equina, la fiebre del Valle del Rift, la fiebre del Nilo Occidental, la leishmaniosis, leptospirosis, etc.
Por otro lado, la creciente concentraci�n de personas y ganado en algunos pa�ses tropicales c�lidos y h�medos, sin sistemas de salud eficaces, y la convivencia en la selva de hombres y animales, previamente aislados, son circunstancias objetivamente favorables a las mutaciones de virus y microbios y a su transmisi�n entre aves y seres humanos. Por ejemplo, Francia no cr�a m�s que 215 millones de pollos, casi todos confinados en granjas sin tierra, mientras que Brasil cr�a 1.100 millones, Indonesia 1.249 millones y China 4.360 millones! En lo que respecta a los cerdos, hay 15 millones en Francia frente a 489 millones en China ...
La conjunci�n de dos fen�menos, la disminuci�n de la biodiversidad y la aparici�n de epidemias, podr�a ser realmente explosiva en el siglo XXI, tanto en el ganado y la dieta c�rnica como en la salud humana.
En total, la "granja-mundo" puede tener dificultades para aumentar de manera constante su producci�n en un 2% por a�o, y, en consecuencia, para satisfacer la demanda. Aprendi� a producir m�s con m�s y consumir para ello cantidad de recursos no renovables. Ahora debe producir m�s (y mejor) con menos, lo que es mucho m�s dif�cil. Los a�os de escasez relativa y de aumento espectacular de los precios pueden multiplicarse si no se toman medidas proactivas. Se deben buscar nuevas t�cnicas de producci�n y medidas de apoyo a los agricultores y de reorganizaci�n del comercio internacional.
Las nuevas t�cnicas para satisfacer esta demanda
Gran parte de las t�cnicas de producci�n agr�cola que se aplican hoy en d�a, que ayudaron a alimentar a 4.500 millones m�s de personas en el planeta, se inventaron en la segunda mitad del siglo XX, durante lo que se ha denominado la "revoluci�n verde". Lamentablemente, la productividad comenz� a estancarse en los �ltimos quince a�os.
No est� claro que los avances en la gen�tica conduzcan a encontrar plantas que produzcan aun mucho m�s. Adem�s, estas variedades de alto rendimiento son extremadamente sensibles y s�lo aportan su pleno potencial en condiciones �ptimas de temperatura, humedad, cuidados y pr�cticas de cultivo.
Al mismo tiempo, la demanda social de alimentos m�s saludables, m�s variados, m�s naturales y conteniendo menos productos qu�micos aumenta progresivamente; tambi�n preocupa la ruptura de la confianza entre los consumidores urbanos y los productores rurales. Las alternativas actuales, como la agricultura biol�gica sin productos qu�micos, son ciertamente prometedoras, pero desafortunadamente a�n muy lejos de ser suficientes.
En suma, el �c�ctel tecnol�gico� actual no podr� probablemente alimentar adecuadamente a 9.000 millones de personas. Y mucho menos responder, adem�s, a la mayor�a de las atenciones que exige el desorden del mundo actual: almacenar el carbono, regenerar el agua y el aire, producir energ�a y materias primas industriales, mantener un campo acogedor, etc.
Una nueva agricultura ecol�gica intensiva
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Por lo tanto, necesitamos urgentemente una nueva revoluci�n agron�mica "doblemente verde" y una agricultura "ecol�gicamente intensiva", de base reducida, para lo que es necesario reemplazar r�pidamente la mayor parte de los insumos artificiales por otros naturales. Hay que obligar a las plantas y animales a generar elementos potenciadores de los cultivos (hongos, lombrices, abejas, escarabajos, bacterias, etc.), que actualmente hemos confiado a la m�quina y a la qu�mica.
El progreso esperado es grande, y para ello es necesario superar las divisiones actuales entre los que quieren producir mejor y los que quieren producir m�s, posiciones que, por desgracia, mantienen su oposici�n e incompatibilidad hasta hoy (casi todos los agricultores que se pasan a la agricultura ecol�gica producen menos). Lo que era una cuesti�n de calidad cuando, circunstancialmente, hab�a demasiada producci�n en Europa, se convierte en un problema justo cuando la escasez comienza a ense�orear el mundo. Por otro lado, la agricultura llamada "productivista" realmente no ha podido crecer, lo mismo que la mayor�a de las t�cnicas del siglo XX, m�s que merced a la privatizaci�n de la producci�n y a la socializaci�n de sus efectos en t�rminos de medio ambiente o de salud p�blica.
Dos grandes culturas intelectuales deben ahora encontrar la manera de trabajar juntas: la de los agr�nomos, -cultura de la acci�n- y la de los ecologistas, -cultura de la observaci�n-. Tenemos que comprender y actuar a la vez para encontrar las claves de la agroecolog�a, que producir� al mismo tiempo m�s y mejor con menos. Tambi�n hay que superar la brecha entre los investigadores y los agricultores para reconstruir una nueva b�squeda en el di�logo local entre te�ricos y pr�cticos, puesto que no se trata de inventar una agricultura, sino decenas de miles (una por municipio o por cuenca hidrogr�fica), todas ellas adaptadas a las condiciones locales. En suma, una triple alianza entre las ciencias agron�micas, sociales y ecol�gicas.
Entre las posibilidades a contemplar, todas aquellas que mejoren la fertilidad natural del suelo, lo que va mucho m�s all� de la vuelta a los arados cada vez m�s agresivos; incluso es probable que vayamos a arar menos la tierra, ya que esta t�cnica no es realmente apropiada para el siglo XXI (consume mucha energ�a, expone las lombrices de tierra a la voracidad de los p�jaros, apelmaza el suelo, favorece la erosi�n y el volteado de las rocas hacia la superficie, expone los restos de fertilizantes a los vientos del oto�o y los transforma en las emisiones de gases de efecto invernadero, etc.)
Otra idea es que ya no podemos permitirnos el lujo de desperdiciar los rayos de sol que llegan a una tierra desnuda; debemos capturar todos mediante hojas de plantas que los utilicen para almacenar carbono a trav�s de la fotos�ntesis; ya se han conseguido dos cosechas por a�o en los pa�ses tropicales, es imperativo tratar de conseguir dos tambi�n en pa�ses de clima templado: una de invierno para abonar la tierra con las plantas que fijan, especialmente, el carbono y el nitr�geno, permitiendo as� ahorrar fertilizantes, y otra de verano para alimentar a la gente. O por el contrario, el trigo para alimentar a los hombres en invierno y, a continuaci�n una leguminosa para fijar el nitr�geno (ahorro de petr�leo) y capturar carbono.
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Otra l�nea a seguir es la exploraci�n sistem�tica de todas las asociaciones de diferentes especies y variedades en el mismo campo para alimentar y proteger a las plantas de una manera m�s natural; aqu� podemos citar los sistemas agroforestales que combinan ciertas especies de �rboles permanentes con cultivos anuales. La idea es combinar de manera �ptima las funciones espec�ficas de ciertas plantas: bombeo de nutrientes, fijaci�n de nitr�geno, repulsi�n de insectos, resistencia a enfermedades, apoyo a todo lo que ayude a los cultivos, resistencia al viento, conservaci�n de la humedad , enriquecimiento del suelo, etc.
Todo lo que sirva para ahorrar agua y para utilizarla al m�ximo y durante todo el a�o ser� bienvenido, as� como las t�cnicas indispensables de drenaje: trabajos y cubiertas del suelo, t�cnicas de infiltraci�n, captura y almacenamiento de agua, uso de variedades que requieran menos agua, etc.
Tambi�n ser� necesario hacer progresos decisivos en el control menos agresivo de enfermedades y plagas. Las t�cnicas de control biol�gico se han abandonado en gran medida a favor de las t�cnicas de control qu�mico; es el momento de invertir las prioridades. El programa es duro; se trata de un esfuerzo deliberado y sostenido comparable a lo que hicieron los americanos y los rusos para ganar la carrera a la Luna.
Pero tambi�n hay que cambiar la mentalidad y no buscar una �nica soluci�n v�lida para todos, sino un abanico de soluciones, cada una con un valor exclusivamente micro-local, a escala de una aldea o incluso de un valle! Una agricultura ultra-diversificada, localizada, y de gran intensidad o ingenio local.
Progresos posibles gracias a la mejora gen�tica
El reto que se nos viene encima para alimentar a la humanidad en el siglo XXI es tan serio e importante que parece una locura privarnos de uno de los avances m�s importantes del siglo XX: el dominio m�s completo de la gen�tica. Esta ciencia es tan antigua como la humanidad; se basa en la sabidur�a popular: "La buena sangre no enga�a" La actividad humana ha conducido por selecciones sucesivas a mejorar significativamente las variedades de plantas y las razas de animales. El umbral del siglo XXI nos permite comprender estos fen�menos merced al desciframiento del genoma. Ya no se trata de saber si tal variedad de planta o tal raza de animal es m�s productiva, sino que empezamos a saber por qu�. Es tentador, pues, seleccionar s�lo los individuos que poseen el gen de inter�s por sus cualidades intr�nsecas, o transferir este gen a un conjunto de individuos para obtener un grupo homog�neo con la caracter�stica deseada. Estamos en el comienzo mismo de esta ciencia y los primeros OGM del principio, en el siglo XX, har�n sonre�r dentro de 50 a�os, cuando habr� millares de ellos utilizados regularmente.
Creer que algunos genes salvar�n a la humanidad parece simplista en un momento en que todo se har� m�s complejo, m�s diverso, m�s adaptado a las condiciones ecol�gicas locales. Pero creer que se puede prescindir de todo un conocimiento cient�fico para alimentar a 9 mil millones de personas en 2050 parece una creencia angelical. Si encontramos plantas que crecen con menos agua, porque,
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como las que logran crecer en el desierto, cierran sus estomas y dejan de transpirar cuando hace mucho calor, esto puede representar un gran avance para la humanidad, especialmente en este per�odo de calentamiento global. Lo mismo se puede decir si aumenta la resistencia de algunas plantas al fr�o, al calor, a la altitud, a la sal, al agua estancada, o a la pudrici�n. O si se encuentran plantas m�s ricas en prote�nas, vitaminas, antioxidantes, �cidos grasos omega 3, amino�cidos, etc., o que contengan menos elementos al�rgenos o dif�ciles de digerir. O plantas que proporcionan energ�a barata para nuestros coches, etc.� los �mbitos de investigaci�n son innumerables.
As� vemos que las aplicaciones de los primeros OGM puestos en el mercado -resistencia a un herbicida y repulsi�n de ciertos insectos- ser�n sin duda alguna marginales en 2050, por no hablar de que se trata de OGMs destructivos (sirven para matar insectos o malas hierbas) y, por lo tanto, llevan asociada una carga emocional para quienes los comen. La mayor�a de los descubrimientos futuros deber�n basarse en progresos percibidos como positivos por los agricultores y los consumidores"; ser�n los �OGM de la vida".
Desanimarse por el car�cter imperfecto de los primeros OGM, y por el ambiente social, jur�dico y econ�mico impuesto por la primera empresa que comenz� esta actividad parece caprichoso. De la misma manera que la inform�tica comenz� su andadura a partir de un modelo m�s o menos militarista e intervencionista que tuvo como principal representante a una gran empresa americana (IBM primero y Microsoft despu�s) antes de que explotase el modelo, la investigaci�n sobre los OGM ha estado marcada por las condiciones de su despegue promovido por una gran empresa privada de EE.UU. (Monsanto) a la que el gobierno americano le permiti� todo: permisividad jur�dica con la privatizaci�n de los seres vivos y homologaci�n de resultados sobre la base de pruebas no independientes y no contradictorias, protecci�n de la Justicia en contra de cualquier sugerencia independiente de los agricultores, e incluso ojos cerrados para no ver las primeras pifias�, etc. Los estadounidenses contin�an aceptando el modelo que se hab�a planteado desde hace d�cadas con el lema: "Lo que es bueno para General Motors es bueno para los EE.UU." (y, en consecuencia, para el resto del mundo) y que acaban de reemplazar a General Motors, un poco pasada de moda, por Monsanto, m�s moderna!
El otro gran pa�s agr�cola mundial, China, tambi�n ha emprendido esta b�squeda de conocimiento, con sus propios valores y pr�cticas jur�dicas, sociales y econ�micas, amparadas por el "partido comunista", sin transparencia igualmente.
Europa tiene algo que decir sobre este asunto, diferente a lo que dicen los EE.UU. y China; Europa tiene sus propios valores, prioridades, su propia manera de hacer las cosas, y su entorno jur�dico-socio-econ�mico y es hora de que lo haga, en lugar de simplemente reaccionar a la acci�n de los dem�s. En particular, con el lanzamiento de grandes programas de investigaci�n p�blicos o financiados con fondos p�blicos sobre la base de prioridades democr�ticamente debatidas, con su propio equilibrio entre la innovaci�n y la precauci�n, y con una pol�tica diferente a la privatizaci�n de lo vivo...
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Una organizaci�n m�s eficaz de la agricultura y la alimentaci�n
No es suficiente con producir, se necesita una buena organizaci�n para que los alimentos producidos en todo el mundo lleguen con regularidad y a un precio aceptable a todos los consumidores, dondequiera que vivan. Hist�ricamente, la mayor�a de los grandes pa�ses han intervenido para regular el mercado de alimentos, por lo menos en las grandes ciudades, para compensar la aleatoriedad de la producci�n debida al mal tiempo o a las circunstancias sanitarias (el precio del pan en Par�s ha sido fijado por el Gobierno desde 1268... hasta 1986)
A primera vista, es mediante el desarrollo de las zonas rurales y de la agricultura como se puede conseguir de la mejor manera el suministro regular de alimentos a las ciudades. Pero a finales del siglo XX, cuando los precios del transporte descendieron fuertemente, debido a la proximidad de la mayor�a de las principales capitales y ciudades a las v�as de comunicaci�n terrestres o a los puertos, y, dada la constante aleatoriedad de las cosechas, muchos dirigentes pol�ticos vieron m�s f�cil acudir al mercado mundial, que a menudo es mucho m�s barato que el mercado local, tanto m�s cuanto que, de este modo, ahorran recursos p�blicos o privados. Tratan, as�, de favorecer a las ciudades (y a s� mismos), haciendo desesperar a la gente del campo.
La crisis mundial de la agricultura y la energ�a de 2007-2008, seguida del colapso financiero mundial en el oto�o de 2008, obligan a reconsiderar una serie de creencias bien asentadas.
Anteriormente, el liberalismo triunf� en todas partes, en diversos grados pero de manera tanto m�s excluyente cuanto su principal oponente del siglo XX -el comunismo- se derrumb�. En la agricultura, se vio claramente la filosof�a liberal triunfante, sobre todo en los principales pa�ses exportadores del Sur, como Brasil y Australia, recogida en un sencillo principio: abrir fronteras, eliminar subvenciones a la agricultura y permitir que el comercio mundial regule el problema del abastecimiento.
Se ha producido, as�, una transferencia de responsabilidad de la organizaci�n de la agricultura mundial (la FAO) a la Organizaci�n Mundial del Comercio (OMC). La teor�a subyacente es que lo que hab�a funcionado bien en la industria (la privatizaci�n, la liberalizaci�n del comercio y la especializaci�n de cada pa�s en lo que tiene la mayor ventaja comparativa) tambi�n deber�a beneficiar a la agricultura.
Cada vez que un pa�s ha tenido dificultades para pagar su deuda, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han impuesto a ese Estado una condici�n para ayudarlo: cese de las subvenciones a la agricultura de subsistencia, cara y que "no aporta nada"; s�lo se aceptaron las ayudas dirigidas hacia las producciones tropicales exportables y que no compet�an con las producciones del Norte (caf�, cacao, man�, algod�n, etc.), que deb�an permitir obtener divisas y, as�, pagar las deudas.
La mayor�a de los gobiernos acogieron favorablemente estos consejos (no se olvide que, en general, estos gobiernos se componen de ciudadanos urbanos, provenientes del mundo del comercio y no de la agricultura, lo que les predispone intelectual y materialmente a favorecer al primero frente a la segunda)
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Este ciclo ha durado varias d�cadas. Continuaba habiendo hambre en el planeta, pero sobre todo en el campo (hab�a tantas personas desnutridas en 2007 como un siglo antes, en 1900, o sea, 850 millones, pero viv�an discretamente en el campo y se convirtieron en minoritarias a escala mundial). Toda la poblaci�n de los pa�ses ricos, as� como la mayor�a de las personas de las principales ciudades del Tercer Mundo se alimentaba sin problemas (en parte debido a los excedentes vendidos a bajo precio por los agricultores excedentarios)
Todo el mundo ha podido comprobar desde el verano de 2007 que, finalmente, este problema del abastecimiento a las grandes ciudades no estaba resuelto. En lo sucesivo cada vez menos gente sostiene la idea de que las fronteras no han sido lo bastante abiertas, o las subvenciones a la agricultura no han sido lo bastante aminoradas o que los Estados y las organizaciones internacionales han sido demasiado intervencionistas.
El equilibrio liberal era en realidad muy fr�gil, porque se basaba en la capacidad de un determinado n�mero de pa�ses de generar excedentes sostenidos y en la posibilidad de transportar enormes tonelaje de productos perecederos por todo el mundo de una manera segura y a bajo precio. En consecuencia, alimentar a las ciudades de esta manera provoca indirectamente el crecimiento de los bidonvilles, a los que llegan los agricultores obligados a abandonar sus tierras, -de hecho, ya no pueden darles de comer en ausencia de una pol�tica agr�cola que les d� tiempo y medios de mejorar la productividad de sus explotaciones, a la vez que les proteja de la competencia desigual de los excedentes de los pa�ses agr�colas m�s eficaces-.
Gab�n importa el 86% de sus cereales y Argelia el 82%. �Volver�n a regenerar una agricultura cuando no tengan m�s petr�leo para pagar? �Y qu� pensar acerca de la situaci�n de los pa�ses con recursos muy limitados, tales como Hait�, que importa el 70% de sus cereales, Senegal (61%) y Colombia (56%)?
Senegal, por ejemplo, dej� caer la producci�n de cereales un 20% entre 1995 y 2002, mientras que sus importaciones de cereales aumentaron un 68%, haciendo, entre otras, compras baratas de arroz picado tailand�s, lo que arruina a sus productores de arroz de la regi�n del r�o Senegal, que no gozan del mismo clima o condiciones de producci�n (resultado: en 2005, la producci�n nacional lleg� a 200.000 toneladas, frente a 900.000 importadas). Tambi�n importa trigo -fuertemente subsidiado- de la UE y los EE.UU. Los senegaleses, por lo tanto, han cambiado sus h�bitos alimentarios y consumen m�s cantidad de pan y de otros productos alimenticios derivados del trigo, mientras que su clima nunca les permitir� producirlo de manera significativa. La dependencia de pa�ses extranjeros es cada vez mayor en un pa�s cuya vocaci�n industrial, que permitir�a generar sosteniblemente divisas para importar algunos de sus alimentos, parece s�lo una hip�tesis.
M�jico, que firm� el acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos y Canad�, se ha beneficiado de un importante desarrollo de la industria de montaje (f�bricas llamadas "maquiladoras"). Este pa�s, �l solo, exporta m�s que todos los
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dem�s pa�ses de Am�rica Latina, hasta un 89%, a los Estados Unidos. El comercio entre estos dos pa�ses s�lo representa el 10% de todo el comercio internacional en el mundo. Pero en el rubro de la agricultura, las cosas fueron muy diferentes. La productividad del trabajo agr�cola es 18 veces mayor en los EE.UU., las condiciones del clima y de los suelos son mucho m�s favorables y los rendimientos medios del ma�z son cuatro veces m�s altos; eso, sin contar con que la agricultura mejicana recibe la mitad de subsidios que la estadounidense (en 2000, el sector del ma�z de los EE.UU. recibi� 10 mil millones d�lares, diez veces m�s que el total del presupuesto agr�cola de M�jico). En total, M�jico compra el 30% del ma�z a su vecino. Cuando, a principios de 2007, los EE.UU. decidieron dedicar sus excedentes de ma�z a producir etanol para sus veh�culos en lugar de exportarlo, el precio de las �tortitas�, -el pan de ma�z, base de la dieta mejicana-, aument� un 50% y el nivel de vida de los trabajadores mejicanos cay� de golpe un 18%.
Adem�s, el comercio internacional de productos alimenticios afecta s�lo al 15% de la producci�n mundial y a menos del 10% de los intercambios de todo tipo de mercanc�as del mundo. En caso de problemas, los pa�ses exportadores empiezan por preservar su producci�n para ellos, porque el primer mercado, para la mayor�a de ellos, contin�a siendo el interior, por lo que s�lo sacrifican la parte que exportan.
�Qu� deber�a hacerse para poner fin a la crisis?
Probablemente volver a las soluciones del decenio de 1980, es decir, la situaci�n anterior a la ola liberal, conservando lo que funcionaba mejor entonces. No se excluye que deber�amos ir directamente en sentido contrario de lo que se defend�a hasta hace poco, es decir, cerrar las fronteras y subsidiar a los agricultores.
Las grandes agriculturas del mundo (China, Estados Unidos, Europa...) se desarrollaron al amparo de fronteras protegidas y merced a pol�ticas p�blicas de apoyo a la modernizaci�n de la producci�n agr�cola y la regulaci�n del mercado. Por otra parte, en la crisis de 2008, los pa�ses que apoyaron a sus sectores agr�colas han sido capaces de alimentar a su poblaci�n. As� que dejemos de charlar sobre el cese de las ayudas a la agricultura y generalic�moslas (teniendo cuidado, sin embargo, de distribuirlas bien); reintroduzcamos en cada caso y en todas las latitudes pol�ticas agrarias adaptadas a las condiciones locales.
Los enormes desaf�os de hoy no debe llevarnos a reducir, por falta de recursos, las inversiones en la agricultura mundial. Muy al contrario, no hay nada m�s urgente que reorientar las prioridades de los diferentes gobiernos en favor de un fuerte apoyo a la agricultura, a los agricultores y a la investigaci�n en esta campo.
Debemos estar dispuestos a volver a cerrar algunas fronteras para que cada gran regi�n del mundo pueda alimentarse a s� misma, sobre la base de productos regionales, con cierta seguridad. Por lo tanto, debe ponerse en marcha un plan muy ambicioso para apoyar el resurgimiento de la agricultura de subsistencia, en particular la de �frica, y para proteger a esta agricultura contra la violencia de la competencia directa con el mundo exterior.
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Ser�a el equivalente en t�rminos financieros de un nuevo "Plan Marshall"1
, consistente, por tanto, en la inversi�n de decenas de miles de millones de d�lares, con la salvedad de que no se trata de imponer desde fuera el modelo de Am�rica del Norte o de Europa, a partir de la mecanizaci�n y de la artificializaci�n y de poca mano de obra, que todo el mundo ha podido comprobar que no es v�lido, sino de apoyar el surgimiento de modelos locales.
Recordemos, por si hubiera dudas, que la agricultura est� en el coraz�n de los grandes problemas del siglo XXI: es la agricultura la que debe cargar con la enorme responsabilidad de alimentar a toda la poblaci�n mundial en las mejores condiciones posibles (garantizando sus necesidades inmediatas y su salud a largo plazo), al tiempo que proporciona empleo y sustento a miles de millones de campesinos. Pero tambi�n tiene la misi�n de fijar el exceso de carbono de la atm�sfera, de regenerar el ox�geno, de preservar la calidad del agua, la biodiversidad y los paisajes acogedores, que deben ser protegidos contra las construcciones urbanas a cualquier precio. Para ello, se necesita una reorientaci�n en la pol�tica de investigaci�n, para inventar lo m�s r�pidamente posible una nueva agricultura de alta intensidad ambiental y para desarrollar los genes que simplifiquen la tarea. Al mismo tiempo, se impone una nueva organizaci�n de la agricultura, sobre la base de un fuerte apoyo a los agricultores en las grandes regiones geo-ecol�gicas y econ�micas, relativamente protegidas de la competencia exterior.
Si, falta de apoyo fuerte y eficaz del resto de la sociedad, fracasara, las crisis y la escasez venideras ser�an terribles para una parte cada vez mayor de los 7 mil millones de seres humanos que habitar�n en la tierra en 2011 (9 mil millones en 2050). De crisis en crisis, la �ltima palabra podr�an tenerla los reg�menes autoritarios, que intentar�an resolver muchos de estos problemas por las armas.
Probablemente dentro de unos a�os dir�n, refiri�ndose a la alimentaci�n mundial, que el siglo XXI comenz� en 2007, pues hemos pasado en ese momento de una situaci�n de abundancia (en algunos pa�ses solamente, por supuesto) a otra de escasez (ligero exceso de la demanda sobre la oferta mundial). Los precios agr�colas, que no pararon de caer durante d�cadas, est�n empezando a repuntar con fuerza sorprendente, ganando en pocas semanas el terreno perdido durante veinte a treinta a�os de declive (cereales, pan, arroz, leche, carne, etc.)
Los pa�ses exportadores tradicionales han cerrado sus fronteras para mantener sus cultivos para ellos, los especuladores se han frotado las manos, y muchos pa�ses importadores, en Am�rica, �frica y Asia, han sufrido las revueltas del hambre; en los pa�ses ricos, preocupa el poder adquisitivo y se teme por la escasez de alimentos y la reaparici�n del hambre en ciertos sectores sociales de la poblaci�n. Esta inversi�n de la situaci�n global tendr� consecuencias duraderas. Ahora nos damos cuenta de que la sensaci�n de seguridad del suministro de alimentos que caracteriz� a los pa�ses ricos a fines del siglo XX ha sido probablemente un doble par�ntesis hist�rico y geogr�fico: hist�rico, ya que dur� s�lo unas d�cadas, y geogr�fico, porque afecta a un tercio de la humanidad.
Las consecuencias, en cadena, han sido innumerables: muchos pa�ses que hab�an descuidado su agricultura desde hace varias d�cadas han tomado conciencia de la fragilidad de una pol�tica de abastecimiento basada en la compra de excedentes de alimentos baratos en el mercado mundial. Los barrios bajos de muchas capitales del Sur se han visto privados del acceso al arroz tailand�s, al trigo franc�s o al ma�z americano. Los antiguos campesinos, que hab�an sido expulsados de sus tierras, ante la indiferencia de sus gobiernos y de la comunidad internacional cuando tuvieron que abandonar la agricultura de subsistencia, precisamente por estas importaciones a bajo precio que los hab�an arruinado, se encuentran una vez m�s en una situaci�n cr�tica: emigrados a la ciudad, no pueden pagar los alimentos a precios asequibles, y tienen muy pocas oportunidades de regresar a la agricultura de subsistencia en sus antiguas tierras.
El fen�meno del aumento de precios de los cereales es mucho m�s grave en el Tercer Mundo que en los pa�ses ricos. Por un lado, como en los pa�ses pobres se comen muchos productos sin procesar (arroz, frijoles, ma�z, harina de trigo, soja, etc), los precios mundiales tienen un impacto directo sobre el poder adquisitivo; por el contrario, en los pa�ses ricos s�lo se consumen sin transformar algunos productos agr�colas, como frutas y verduras, mientras en el resto, muy elaborados, intervienen otros muchos factores en la evoluci�n de los precios al consumidor (costo de salarios,
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energ�a, transporte, alquileres, etc.). Por otra parte, las barriadas pobres de las ciudades del Tercer Mundo destinan entre la mitad y las tres cuartas partes de sus ingresos a la compra de alimentos, mientras que la poblaci�n rica de los pa�ses desarrollados apenas gasta entre el 10% y el 20% de su presupuesto en alimentos. El efecto de los aumentos de precios en los distintos conjuntos sociales no es, ni con mucho, el mismo.
Seg�n el Fondo Internacional de Desarrollo Agr�cola (FIDA), una agencia de la ONU, por cada aumento del 1% en el precio de los alimentos b�sicos, 16 millones m�s de personas se ven afectadas por la inseguridad alimentaria. Se estima que 1.200 millones de personas podr�an estar cr�nicamente hambrientas desde ahora hasta el a�o 2025, el doble de lo que se hab�a previsto anteriormente. De hecho, la FAO estima que el n�mero de personas subnutridas ha aumentado s�lo durante 2007 en 75 millones (de 850 a 925 millones), mientras que el �ndice de precios de los alimentos creci� un 12% en 2006 respecto al a�o anterior, un 24% en 2007 y un 50% durante los siete primeros meses de 2008.
La demanda de alimentos no deja de crecer
El crecimiento de la poblaci�n, por una parte, contin�a. El incremento de la poblaci�n mundial supera las 200.000 personas al d�a, y, por lo tanto, cerca de 80 millones al a�o (es el saldo entre nacimientos y defunciones), lo que significa 80 M m�s de consumidores. Se debe estabilizar la poblaci�n mundial en alrededor de 9.000 millones en 2050, lo que representa 1.100 millones de asi�ticos, 800 millones de africanos y 400 millones de latinoamericanos m�s. Estos incrementos requieren aumentar de manera constante la producci�n agr�cola mundial en un 1,2% anual.
En segundo lugar, hay mucha m�s gente que come carne. Tambi�n se debe contar con el cambio de la dieta. En todas las latitudes y en todas las culturas, se observa un fen�meno absolutamente universal: cuando las personas que han comido alimentosa b�sicos durante generaciones consiguen elevar su bienestar material, se apresuran a comprar y consumir az�cares, grasas y en general productos de origen animal (carne, leche, huevos). Eso es lo que ocurri� en Francia en el siglo XX: desde 1950, se ha pasado de 44 a 85 kg de carne al a�o por habitante, de 5 a 18 kg de queso, de 10 a 25 kg de pescado, de 5 a 14 kg de aceite. Sin embargo, se redujo en m�s de la mitad el consumo de pan y patatas. Podemos observar este fen�meno ahora en las clases medias de los pa�ses emergentes, especialmente en China (en carne) y la India (en leche). Estamos hablando de cientos de millones de personas. Y, sin embargo no hemos visto lo peor: supongamos que los trabajadores chinos, que ahora se pueden comer un ala de pollo con el arroz, empiezan a comer m�s queso, y que los trabajadores indios, que beben m�s leche, dejan de creer en la reencarnaci�n y tambi�n empiezan a comer carne ...
Se necesita una media de 4 kg de prote�na vegetal para producir un kilo de pollo. Esta proporci�n es de 6 a 1 para carne de cerdo y de 12 a 1 para la carne de vacuno. Las poblaciones que anteriormente estaban obligadas a ser vegetarianas y que se convierten en carn�voras, ejercen fuertes presiones sobre los recursos del planeta, en especial sobre todos los que son escasos: tierra, agua y energ�a.
Si la sobrepoblaci�n en el mundo es un fen�meno preocupante, no debemos olvidar otro hecho: la sobrepoblaci�n real es la de la ganader�a. El peso acumulado de los 1.400 millones de cabezas de bovinos es actualmente superior a los 6.500 millones de seres humanos del planeta. El 80% de los alimentos animales proviene de cultivos aptos para el consumo humano: ma�z, trigo, sorgo, soja, etc. La cr�a del ganado consume por s� sola el 44% de la producci�n mundial de cereales. Un vegetariano consume en promedio 180 kg de grano al a�o y un consumidor de carne alcanza el equivalente de 930 kg de grano al a�o.
Es muy poco probable que se impida a las clases medias del mundo comprar m�s productos de origen animal. La pol�tica m�s realista es, por tanto, acelerar lo m�s posible la evoluci�n natural, que hace que despu�s de varias generaciones de abundancia, despilfarro y obesidad, la gente se vuelve m�s razonable y terminan comiendo menos carne y m�s frutas y verduras para bajar de peso de nuevo. Podr�amos entonces compensar parcialmente el aumento del consumo de la clase media del Tercer Mundo por una disminuci�n de la de las clases acomodadas del mundo occidental. Pero no est� claro cu�les son las pol�ticas adoptadas para acelerar el proceso de compartir informaci�n y formaci�n en el consumo de alimentos "responsable"
Un desorden claramente escandaloso
Entre el 10% y 15% de los cultivos del mundo se pierden, con picos de hasta un 50% en algunas zonas. En el caso de los cereales, las causas son muchas: p�rdida de grano antes o durante la cosecha, ca�da de los tallos, pudrici�n o deterioro durante el almacenamiento, comida de los p�jaros, deterioro por insectos o mohos, p�rdidas durante el transporte o la limpia, etc. Hay un enorme nicho por explotar en el siglo XXI, siguiendo el modelo de lo que han hecho, por ejemplo, los pa�ses europeos; son especialmente necesarias importantes inversiones en almacenamiento en muchos pa�ses del Sur.
Pero los pa�ses ricos occidentales y los denominados en transici�n tambi�n tienen sus propios problemas de desorden, que se trasladan de la producci�n al consumo. La cantidad de alimentos tirados a la basura en todas las etapas es fenomenal. Desde los supermercados, cuyos empleados a menudo dicen que "su principal cliente es el contenedor de basura�, a los restaurantes y cafeter�as, con normas de higiene que les proh�ben reutilizar los restos de comida, pasando por los particulares. Desde la reciente crisis de salud, se hace a�n m�s dif�cil recuperar los restos de los restaurantes y panader�as para d�rselo a los cerdos.
Por otra parte, se consolida la tendencia hacia el aumento del tama�o y el contenido de elementos complejos en las raciones servidas, especialmente en los EE.UU. (las raciones servidas en Am�rica del Norte en los restaurantes son 30-40% m�s abundantes que las de Europa), lo que incrementa tanto la obesidad como la cantidad de desechos. Se inicia, as�, el siglo XXI con m�s personas con sobrepeso que desnutridas (1.100 millones, de los que alrededor de 400 son francamente obesos). Y esos n�meros est�n aumentando r�pidamente. Seg�n la Organizaci�n Mundial de la Salud, la obesidad es la primera epidemia no infecciosa en la historia de la humanidad.
Por no mencionar el considerable peso de los envases de alimentos (en su mayor�a no retornables y no reciclables), los kil�metros recorridos en coche para ir de compras al supermercado, y la desfachatez de los occidentales de a�adir mil millones de nuevos consumidores� Tanto que no se han encontrado formas efectivas para almacenar energ�a ni energ�a alternativa al petr�leo, transportable a buen precio; a lo que se suma la voracidad de los miles de millones de coches (>60 millones por a�o), cuyos propietarios, solventes, representan una amenaza considerable de aumento de la demanda de productos agr�colas. Si se materializa esa amenaza, es inevitable que cause grandes conflictos entre la atenci�n a la alimentaci�n b�sica de los pobres o al tanque de gasolina de los ricos. En el estado actual de la t�cnica de los biocombustibles de primera generaci�n, una hect�rea de colza permite el funcionamiento de un veh�culo diesel durante 25.000 km y 1 hect�rea de remolacha azucarera permite doblar esa cifra para un coche de gasolina. Adem�s, hay que contar con que una tonelada de petr�leo equivalente es capaz de producir tres toneladas de di�ster (y los balances son mucho m�s pobres para producir etanol del ma�z o de la remolacha) Para hacer rodar a todos los coches franceses mediante bio-combustibles con las tecnolog�as actuales, deber�amos dedicar todas las tierras de cultivo del pa�s a ese fin. Pero entonces �qu� comemos?
La primera generaci�n de bio-combustibles a base de cereales y oleaginosas, representa un verdadero error hist�rico. No se pens� m�s que en sus bondades: iban a sostener la ca�da de los precios, serv�an para luchar contra el efecto invernadero, iban a crear empleo y a contribuir a la independencia energ�tica nacional. Decepci�n cruel: producen penurias graves y tienen un costo ecol�gico prohibitivo, hasta tal punto que se empieza a preguntar si, en �ltima instancia, no agravan el efecto invernadero. Si no ten�amos suficientes granos y oleaginosas producidos sosteniblemente, �c�mo se puede elegir quemarlos en los motores?
Es probable que pronto tengamos que reconvertir las plantas de bioetanol y di�ster europeas de primera generaci�n; afortunadamente, no se han construido muchas, a diferencia de los EE.UU. que han levantado 170. Este pa�s reserva ahora sus excedentes de ma�z para la fabricaci�n de gasolina, a expensas del suministro de alimentos a M�jico; existe una relaci�n directa entre el tanque de combustible de los ricos y el avituallamiento de la mesa de los pobres: ha sido lo que ha provocado las primeras revueltas del Hambre, en enero de 2007, cuando el precio de las tortitas de ma�z, un alimento b�sico de este pa�s, se increment� en un 50 %. Si los europeos persisten en esta pol�tica, tambi�n pueden convertirse en "causantes del hambre del planeta"
La hoja de ruta es sencilla: hay que encontrar, al estilo de lo que est� sucediendo en Brasil con la ca�a de az�car, plantas que proporcionen mucha biomasa y requieran poca energ�a (probablemente, pues, deber�n ser plantas perennes), que consuman la menor cantidad de agua posible (puesto que va a haber escasez), y que se desarrollen en tierras distintas a las que ya se utilizan para producir alimentos (puesto que no hay suficientes). Este es el reto de los biocombustibles de segunda generaci�n, en cuyo desarrollo se debe invertir de manera r�pida y eficaz para reducir los plazos de diez a�os que se est�n manejando para su puesta a punto. Se deber�a acelerar el proceso desarrollando nuevas plantas mediante ingenier�a gen�tica, aunque surgen otros problemas: si la biomasa se utiliza para mover nuestros veh�culos, tendremos menos para fertilizar la tierra, y si se consiguen plantas resistentes que crecen muy r�pidamente, �c�mo asegurarse de que no invadan todo, incluidos los campos de cereales?
En suma, el desaf�o al que se enfrenta la agricultura mundial es simple: aumentar la producci�n agr�cola constantemente en el 2% anual con el fin �ltimo de que se duplique para 2050. Pero con diferencias considerables seg�n continentes: se debe multiplicar por cinco la producci�n agr�cola en �frica, e incluso "s�lo por tres" si los africanos permanecen como vegetarianos (la poblaci�n se duplicar�, pasando de 800 a m�s de 1.500 millones, y ya hay entre un 30 y un 50% de personas que no comen suficiente)
Es pr�cticamente imposible. En Asia, ser�a necesario multiplicar la producci�n por 2,3, otro reto enorme, dados los altos rendimientos actuales y la falta de tierras. Por el contrario, en Am�rica Latina, bastar�a con multiplicar "s�lo" por 1,9, que es probablemente posible porque puede aumentar los rendimientos y la superficie cultivada. La poblaci�n europea, por su lado, debe disminuir (no hay m�s que dos pa�ses por encima del nivel de reemplazo de la poblaci�n, Irlanda y Francia) y probablemente no tenga problemas de abastecimiento. Hay que tener en cuenta, sin embargo, a pesar de todas las proclamas sobre el cierre de las fronteras, es probable que sobrevenga una inmigraci�n masiva, aunque s�lo sea para mantener en su proporci�n actual la fuerza de trabajo.
Dificultades reales para aumentar el suministro de alimentos
En cuanto a la producci�n agr�cola mundial, se puede ser optimista y observar que se ha hecho mucho en el siglo XX, que comenz� con 1.800 millones de personas y termin� con 6.300, o 4.500 millones de personas adicionales. Como hab�a casi tantas personas que pasaban hambre en 2000 que en 1900 (alrededor de 850 millones) se logr� esta haza�a de alimentar a 4.500 millones m�s de bocas suplementarias. Desde este punto de vista, el alimentar a un poco menos de tres mil millones m�s en el siglo XXI debe ser relativamente f�cil.
Pero tambi�n se puede ser pesimista, se�alando que lo hecho era lo m�s f�cil: producir m�s alimentos con muchos m�s suministros (inputs) en la tierra (m�s agua, m�s energ�a y m�s productos qu�micos). El reto del siglo XXI ser� mucho m�s complicado para el futuro: esta vez se debe producir m�s (y mejor), pero con menos: menos tierra, menos agua, menos energ�a y menos productos qu�micos. Se llegan a tocar los l�mites del planeta, y se necesita mucha inteligencia y movilizaci�n colectiva para lograr cruzar este nuevo umbral.
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El calentamiento plantea enormes problemas para la agricultura. 2007 fue el a�o de la toma generalizada de conciencia sobre la realidad del calentamiento global y de la enorme amenaza que representa para la humanidad desde ahora, con el punto de inflexi�n que signific� la asignaci�n del Nobel de la Paz a Al Gore y el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Clim�tico).
Por desgracia, este calentamiento no promete casi nada bueno para la agricultura (incluso si significase que se pudieran cultivar algunas nuevas tierras en Siberia, y en Tierra del Fuego y en el norte de Canad�), pues no veremos generalizarse las lluvias benefactoras, sino m�s bien intensificar los meteoros extremos: avance de los desiertos, secado de r�os y aguas subterr�neas, por un lado; inundaciones, tormentas y huracanes de alta potencia, por otro. La cantidad total de agua que caer� del cielo ser� ligeramente superior, dada la mayor evaporaci�n, pero estar� peor repartida, por no hablar ya de la invasi�n marina de las tierras muy f�rtiles de los grandes deltas y del ascenso del nivel del agua salada en los acu�feros.
Los expertos predicen que el cambio clim�tico generar� al menos 150 millones de refugiados clim�ticos en los pr�ximos a�os, y si el clima se deteriora "realmente", esta cifra podr�a estar m�s cerca del millardo. Ser� un fen�meno de gran relevancia que causar� gran tensi�n internacional.
Porque en verdad, �a d�nde van esos refugiados? �A los pa�ses vac�os, como Rusia? �A aquellos que han contribuido de manera especial al calentamiento del planeta como los Estados Unidos? �O, m�s probablemente, a los pa�ses vecinos, tambi�n pobres, lo que lleva a la cadena de desestabilizaci�n y de hambrunas, especialmente en el Indo-Pakist�n, Asia tropical, �frica y el Sahel? No creamos que estos cambios clim�ticos afectar�n s�lo a los pa�ses pobres y tropicales. Los expertos predicen que para el a�o 2050, el tiempo que habr� en Angers ser� como el actual de Niza, mientras en Niza habr� un tiempo como el de Argel. Si tienen raz�n, eso significa que se deber�n transformar los sistemas de producci�n en la mitad septentrional de Francia, favoreciendo la adopci�n de cultivos de invierno y construyendo infraestructuras de riego; y s�lo habr�a agricultura eficiente en el SE de Francia si se establecieran regad�os permanentes. Todo ello exigir� grandes inversiones agroambientales muy r�pidamente, incluso en Francia.
La superficie de tierras cultivadas est� disminuyendo
Las buenas tierras de cultivo, ni demasiado calientes ni demasiado fr�as ni excesivamente pendientes, ni urbanizadas ni erosionadas ni contaminadas y que reciban lluvias regulares, son un bien muy escaso en el planeta. De hecho, no se cultivan (excluyendo pastizales y bosques) m�s que alrededor de 1.500 millones de hect�reas, o sea el 12% de los 13.100 millones de hect�reas emergidas (sin contar la Ant�rtida y el indlansis groenland�s).
A escala mundial existen todav�a algunas reservas, pero se encuentran principalmente en las selvas tropicales de la cuenca del Amazonas, el Congo y el Sudeste de Asia, en particular Indonesia y Malasia. Ponerlas en cultivo representa un riesgo real de empeoramiento del calentamiento global y de desertificaci�n
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relativamente r�pida de estas zonas ambientalmente sensibles (recordemos que un d�a tambi�n el Sahara era un bosque virgen). Eso es lo que hacemos, a raz�n de 140.000 km2 cada a�o, y sabiendo que s�lo se replanta la mitad del bosque roturado. Desafortunadamente esto no sirve para aumentar la superficie total de la "granja-mundo", porque a�o tras a�o perdemos m�s tierra de la que ganamos. En efecto, la erosi�n y la urbanizaci�n est�n ganando terreno a un ritmo alarmante. Incluso en Francia, ya muy bien dotada de equipamientos, la construcci�n de viviendas principales y secundarias, las infraestructuras de transporte, aparcamientos, parques de atracciones y campos de golf llevan a perder el equivalente a un departamento agr�cola cada diez a�os. En China, donde cada a�o se instalan en las ciudades entre 15 y 20 millones de habitantes rurales, sacrifica para ello alrededor de 1 mill�n de hect�reas.
Es as� como, en 1960, cada habitante del planeta dispon�a potencialmente de 0,43 hect�reas de tierra cultivable. Hoy en d�a no cuenta con m�s de 0,25 ha. A este ritmo, los terr�colas de 2050 no tendr�n m�s de 0,15 hect�reas per c�pita, es decir, si hoy una hect�rea da de comer a 4 personas, en 2050 tendr� que alimentar a 6.
Va a faltar agua para riego
El agua es simplemente indispensable para el cultivo de las plantas. Adem�s de alimentarlas, es una especie de combustible para su crecimiento. En efecto, si la planta no transpira constantemente, -lo que provoca el secado de las partes extremas-, la savia no puede subir por capilaridad. Por lo tanto, se necesitan cantidades muy grandes de agua para la agricultura: un promedio de 1 tonelada de agua para producir un kilogramo de cereales. Un europeo medio consume con su comida el equivalente de m�s de 4 toneladas de agua �virtual� al d�a (agua virtual es la cantidad de agua necesaria para producir y suministrar todo lo que ingiere o tiene en su mesa).
A lo largo de la historia, los hombres han intentado superar la aleatoriedad de las lluvias. En el siglo XX, se ha invertido mucho en la puesta en regad�o para compensar la irregularidad pluvial. El planeta tiene actualmente 200 millones de hect�reas de regad�o, equivalentes a 1 de cada 7 hect�reas cultivadas; sabemos que es imposible duplicar esa superficie; las 44.000 presas que se han construido necesitan, todas, labores de mantenimiento, debido a su encenagamiento, a las grietas, etc. Las nuevas obras ser�n mucho m�s caras, ya que se encuentran en lugares menos accesibles o menos favorables para el almacenamiento de agua (por fuerte evaporaci�n, por ejemplo), y no se tiene seguridad de poder mantener el agua almacenada.
Otro obst�culo para el riego: el descenso del nivel de las aguas subterr�neas (los niveles piezom�tricos). Es un gran problema en todo el mundo porque a menudo se bombea mucha m�s agua de la que se regenera. Ejemplos: los 200.000 pozos del acu�fero Oglala en el centro sur de Estados Unidos ya han agotado casi la mitad del agua almacenada; el acu�fero del valle del Ganges ha descendido unos 60 metros; se observa una r�pida p�rdida del nivel de las aguas subterr�neas, de 2 a 3 metros por
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a�o, en pa�ses tan diversos como M�jico (Guanajuato), China (Hebei), Pakist�n (Baluchist�n) e Ir�n (Chanaran).
R�os, actualmente muy cargados en el verano debido al derretimiento acelerado de los glaciares, -lo que permite un intenso bombeo de sus aguas para el riego- est�n comenzando a secarse uno tras otro, en todos los continentes. Muchos lagos y mares interiores desaparecen por completo, como el lago Chad, el Mar de Aral o el lago Owens. En el siglo XXI, el acceso al agua es seguro que ser� una fuente de grandes conflictos en todos los continentes, especialmente en el Oriente Medio y Asia.
En suma, el riego de los cultivos puede llegar a ser mucho m�s complicado en el siglo XXI que lo que fue en el XX. Los expertos estiman que el nivel m�ximo de las zonas regables en el mundo podr�a llegar a unos 240 millones de hect�reas, s�lo el 20% m�s que en la actualidad. Inevitablemente, tendr�n que hacerse grandes esfuerzos para economizar agua (las p�rdidas de caudal en las conducciones de agua y las p�rdidas de agua potable son penosas), y para encontrar maneras de alimentarse con plantas ahorradoras de agua.
As�, se corre el riesgo de que el comercio internacional de productos alimenticios se haga m�s en t�rminos de equivalencia de agua, siguiendo el principio: "Si no ten�is agua, importad carne y cereales!" Desde finales de 1980, el Medio Oriente y Am�rica del Norte ha comprado un promedio de 40 millones de toneladas de grano por a�o, en t�rminos de agua virtual representa 40.000 millones de toneladas, es decir, m�s que la cantidad de agua utilizada para la agricultura en todo Egipto.
La energ�a escasa y cara obliga a revisar todas las t�cnicas agr�colas
Llegamos al final de un largo periodo de energ�a abundante y barata. Las t�cnicas agr�colas, como todas las t�cnicas inventadas en este per�odo, son particularmente grandes consumidoras de energ�a. En la agricultura altamente mecanizada y con elevados suministros (= insumos: fertilizantes, pesticidas, etc.), se necesitan actualmente m�s de un centenar de litros de equivalente de petr�leo para producir 1 tonelada de trigo.
Los 28 millones de agricultores de todo el mundo que poseen un tractor (y todo lo que ello conlleva: semillas mejoradas, fertilizantes, pesticidas, riego, asistencia t�cnica, instalaciones de almacenamiento, etc.), tienen hoy una ventaja comparativa con respecto a los 250 millones de campesinos que trabajan con tracci�n animal (bueyes, ceb�es, burros, camellos, mulos) y con t�cnicas a menudo rudimentarias, y una ventaja formidable con respecto a los m�s de mil millones de campesinos que s�lo tienen su propia fuerza f�sica y normalmente no tienen acceso a estas mejoras t�cnicas. Pero con un precio del petr�leo permanentemente elevado, deberemos reinventar completamente otras t�cnicas agr�colas modernas.
Para empezar, ser� necesario dar muchas menos labores, reducir el uso de fertilizantes sint�ticos, dejar de calentar los invernaderos en invierno y reubicar a una parte significativa de la producci�n agr�cola lo m�s cercana a las zonas de consumo.
La qu�mica agr�cola est� a punto de terminar
Una parte importante del aumento masivo de la producci�n agr�cola en la segunda mitad del siglo XX se debe a la qu�mica. La "revoluci�n verde" que se ha impulsado en Europa, Norteam�rica y Asia, en particular, ha ayudado a alimentar a una humanidad recrecida. En Francia se obtiene actualmente de manera regular tres o cuatro veces m�s de trigo por hect�rea que despu�s de la Segunda Guerra Mundial (80 quintales en lugar de 25). Esto se debe a la externalizaci�n de cuatro funciones simult�neas: alimentaci�n de las plantas (fertilizantes), tratamiento (fungicidas), eliminaci�n de plagas (insecticidas) y eliminaci�n de "malas hierbas" (herbicidas). Los �xitos han sido notables durante los �ltimos cincuenta a�os, la producci�n agr�cola mundial se ha multiplicado por 2,6.
Ahora se deben afrontar tres problemas simult�neos: el creciente precio de la energ�a y el agotamiento de las minas hacen que estos materiales sean cada vez m�s escasos y caros; las desventajas en t�rminos de contaminaci�n de suelos, aguas subterr�neas, costas y, finalmente, de la cadena humana, son cada vez m�s asumidos y, por lo tanto, cada vez menos aceptados socialmente; estamos viendo desde la d�cada de 1990 que los rendimientos est�n llegando a su techo, lo que nos hace pensar que hemos alcanzado los l�mites de esta tecnolog�a. Pero hay un problema mayor: no hay nuevas funciones por inventar que podr�an impulsar el crecimiento de la productividad. En general, la qu�mica, probablemente no podr� "salvar" a la humanidad por segunda vez, como lo hizo en el siglo anterior.
Cada vez menos diversidad biol�gica, cada vez m�s enfermedades
Nosotros asumimos colectivamente enormes riesgos relacionados con la biodiversidad. En primer lugar, somos responsables de la r�pida extinci�n de especies de plantas y animales que ni siquiera conocemos, sobre todo mediante la destrucci�n de su h�bitat: selvas tropicales en la tierra, corales y manglares en el mar, y, por lo tanto, nos privamos de riquezas que podr�an servirnos. Por otra parte ponemos "todos los huevos en el mismo cesto� en lo que se refiere al uso de recursos alimentarios, manteniendo s�lo las variedades y razas m�s productivas (y a menudo las m�s fr�giles). A t�tulo de ejemplo, los 4 millones de vacas lecheras francesas proceden de tan s�lo un centenar de toros proveedores de semen, al tiempo que 4 variedades de trigo producen los dos tercios de lo cosechado en el pa�s; y de las 30.000 especies de plantas comestibles del planeta, 30 proporcionan el 90% de los alimentos; y 15 especies animales, el 90% de los productos ganaderos.
Al mismo tiempo, las epidemias se multiplican en el planeta; algunas se deben al calentamiento, lo que reduce el n�mero de d�as de helada en los pa�ses templados, y, por lo tanto, la destrucci�n de las larvas; Europa ya ha sufrido la lengua azul y en breve ser� afectada por la peste equina, la fiebre del Valle del Rift, la fiebre del Nilo Occidental, la leishmaniosis, leptospirosis, etc.
Por otro lado, la creciente concentraci�n de personas y ganado en algunos pa�ses tropicales c�lidos y h�medos, sin sistemas de salud eficaces, y la convivencia en la selva de hombres y animales, previamente aislados, son circunstancias objetivamente favorables a las mutaciones de virus y microbios y a su transmisi�n entre aves y seres humanos. Por ejemplo, Francia no cr�a m�s que 215 millones de pollos, casi todos confinados en granjas sin tierra, mientras que Brasil cr�a 1.100 millones, Indonesia 1.249 millones y China 4.360 millones! En lo que respecta a los cerdos, hay 15 millones en Francia frente a 489 millones en China ...
La conjunci�n de dos fen�menos, la disminuci�n de la biodiversidad y la aparici�n de epidemias, podr�a ser realmente explosiva en el siglo XXI, tanto en el ganado y la dieta c�rnica como en la salud humana.
En total, la "granja-mundo" puede tener dificultades para aumentar de manera constante su producci�n en un 2% por a�o, y, en consecuencia, para satisfacer la demanda. Aprendi� a producir m�s con m�s y consumir para ello cantidad de recursos no renovables. Ahora debe producir m�s (y mejor) con menos, lo que es mucho m�s dif�cil. Los a�os de escasez relativa y de aumento espectacular de los precios pueden multiplicarse si no se toman medidas proactivas. Se deben buscar nuevas t�cnicas de producci�n y medidas de apoyo a los agricultores y de reorganizaci�n del comercio internacional.
Las nuevas t�cnicas para satisfacer esta demanda
Gran parte de las t�cnicas de producci�n agr�cola que se aplican hoy en d�a, que ayudaron a alimentar a 4.500 millones m�s de personas en el planeta, se inventaron en la segunda mitad del siglo XX, durante lo que se ha denominado la "revoluci�n verde". Lamentablemente, la productividad comenz� a estancarse en los �ltimos quince a�os.
No est� claro que los avances en la gen�tica conduzcan a encontrar plantas que produzcan aun mucho m�s. Adem�s, estas variedades de alto rendimiento son extremadamente sensibles y s�lo aportan su pleno potencial en condiciones �ptimas de temperatura, humedad, cuidados y pr�cticas de cultivo.
Al mismo tiempo, la demanda social de alimentos m�s saludables, m�s variados, m�s naturales y conteniendo menos productos qu�micos aumenta progresivamente; tambi�n preocupa la ruptura de la confianza entre los consumidores urbanos y los productores rurales. Las alternativas actuales, como la agricultura biol�gica sin productos qu�micos, son ciertamente prometedoras, pero desafortunadamente a�n muy lejos de ser suficientes.
En suma, el �c�ctel tecnol�gico� actual no podr� probablemente alimentar adecuadamente a 9.000 millones de personas. Y mucho menos responder, adem�s, a la mayor�a de las atenciones que exige el desorden del mundo actual: almacenar el carbono, regenerar el agua y el aire, producir energ�a y materias primas industriales, mantener un campo acogedor, etc.
Una nueva agricultura ecol�gica intensiva
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Por lo tanto, necesitamos urgentemente una nueva revoluci�n agron�mica "doblemente verde" y una agricultura "ecol�gicamente intensiva", de base reducida, para lo que es necesario reemplazar r�pidamente la mayor parte de los insumos artificiales por otros naturales. Hay que obligar a las plantas y animales a generar elementos potenciadores de los cultivos (hongos, lombrices, abejas, escarabajos, bacterias, etc.), que actualmente hemos confiado a la m�quina y a la qu�mica.
El progreso esperado es grande, y para ello es necesario superar las divisiones actuales entre los que quieren producir mejor y los que quieren producir m�s, posiciones que, por desgracia, mantienen su oposici�n e incompatibilidad hasta hoy (casi todos los agricultores que se pasan a la agricultura ecol�gica producen menos). Lo que era una cuesti�n de calidad cuando, circunstancialmente, hab�a demasiada producci�n en Europa, se convierte en un problema justo cuando la escasez comienza a ense�orear el mundo. Por otro lado, la agricultura llamada "productivista" realmente no ha podido crecer, lo mismo que la mayor�a de las t�cnicas del siglo XX, m�s que merced a la privatizaci�n de la producci�n y a la socializaci�n de sus efectos en t�rminos de medio ambiente o de salud p�blica.
Dos grandes culturas intelectuales deben ahora encontrar la manera de trabajar juntas: la de los agr�nomos, -cultura de la acci�n- y la de los ecologistas, -cultura de la observaci�n-. Tenemos que comprender y actuar a la vez para encontrar las claves de la agroecolog�a, que producir� al mismo tiempo m�s y mejor con menos. Tambi�n hay que superar la brecha entre los investigadores y los agricultores para reconstruir una nueva b�squeda en el di�logo local entre te�ricos y pr�cticos, puesto que no se trata de inventar una agricultura, sino decenas de miles (una por municipio o por cuenca hidrogr�fica), todas ellas adaptadas a las condiciones locales. En suma, una triple alianza entre las ciencias agron�micas, sociales y ecol�gicas.
Entre las posibilidades a contemplar, todas aquellas que mejoren la fertilidad natural del suelo, lo que va mucho m�s all� de la vuelta a los arados cada vez m�s agresivos; incluso es probable que vayamos a arar menos la tierra, ya que esta t�cnica no es realmente apropiada para el siglo XXI (consume mucha energ�a, expone las lombrices de tierra a la voracidad de los p�jaros, apelmaza el suelo, favorece la erosi�n y el volteado de las rocas hacia la superficie, expone los restos de fertilizantes a los vientos del oto�o y los transforma en las emisiones de gases de efecto invernadero, etc.)
Otra idea es que ya no podemos permitirnos el lujo de desperdiciar los rayos de sol que llegan a una tierra desnuda; debemos capturar todos mediante hojas de plantas que los utilicen para almacenar carbono a trav�s de la fotos�ntesis; ya se han conseguido dos cosechas por a�o en los pa�ses tropicales, es imperativo tratar de conseguir dos tambi�n en pa�ses de clima templado: una de invierno para abonar la tierra con las plantas que fijan, especialmente, el carbono y el nitr�geno, permitiendo as� ahorrar fertilizantes, y otra de verano para alimentar a la gente. O por el contrario, el trigo para alimentar a los hombres en invierno y, a continuaci�n una leguminosa para fijar el nitr�geno (ahorro de petr�leo) y capturar carbono.
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Otra l�nea a seguir es la exploraci�n sistem�tica de todas las asociaciones de diferentes especies y variedades en el mismo campo para alimentar y proteger a las plantas de una manera m�s natural; aqu� podemos citar los sistemas agroforestales que combinan ciertas especies de �rboles permanentes con cultivos anuales. La idea es combinar de manera �ptima las funciones espec�ficas de ciertas plantas: bombeo de nutrientes, fijaci�n de nitr�geno, repulsi�n de insectos, resistencia a enfermedades, apoyo a todo lo que ayude a los cultivos, resistencia al viento, conservaci�n de la humedad , enriquecimiento del suelo, etc.
Todo lo que sirva para ahorrar agua y para utilizarla al m�ximo y durante todo el a�o ser� bienvenido, as� como las t�cnicas indispensables de drenaje: trabajos y cubiertas del suelo, t�cnicas de infiltraci�n, captura y almacenamiento de agua, uso de variedades que requieran menos agua, etc.
Tambi�n ser� necesario hacer progresos decisivos en el control menos agresivo de enfermedades y plagas. Las t�cnicas de control biol�gico se han abandonado en gran medida a favor de las t�cnicas de control qu�mico; es el momento de invertir las prioridades. El programa es duro; se trata de un esfuerzo deliberado y sostenido comparable a lo que hicieron los americanos y los rusos para ganar la carrera a la Luna.
Pero tambi�n hay que cambiar la mentalidad y no buscar una �nica soluci�n v�lida para todos, sino un abanico de soluciones, cada una con un valor exclusivamente micro-local, a escala de una aldea o incluso de un valle! Una agricultura ultra-diversificada, localizada, y de gran intensidad o ingenio local.
Progresos posibles gracias a la mejora gen�tica
El reto que se nos viene encima para alimentar a la humanidad en el siglo XXI es tan serio e importante que parece una locura privarnos de uno de los avances m�s importantes del siglo XX: el dominio m�s completo de la gen�tica. Esta ciencia es tan antigua como la humanidad; se basa en la sabidur�a popular: "La buena sangre no enga�a" La actividad humana ha conducido por selecciones sucesivas a mejorar significativamente las variedades de plantas y las razas de animales. El umbral del siglo XXI nos permite comprender estos fen�menos merced al desciframiento del genoma. Ya no se trata de saber si tal variedad de planta o tal raza de animal es m�s productiva, sino que empezamos a saber por qu�. Es tentador, pues, seleccionar s�lo los individuos que poseen el gen de inter�s por sus cualidades intr�nsecas, o transferir este gen a un conjunto de individuos para obtener un grupo homog�neo con la caracter�stica deseada. Estamos en el comienzo mismo de esta ciencia y los primeros OGM del principio, en el siglo XX, har�n sonre�r dentro de 50 a�os, cuando habr� millares de ellos utilizados regularmente.
Creer que algunos genes salvar�n a la humanidad parece simplista en un momento en que todo se har� m�s complejo, m�s diverso, m�s adaptado a las condiciones ecol�gicas locales. Pero creer que se puede prescindir de todo un conocimiento cient�fico para alimentar a 9 mil millones de personas en 2050 parece una creencia angelical. Si encontramos plantas que crecen con menos agua, porque,
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como las que logran crecer en el desierto, cierran sus estomas y dejan de transpirar cuando hace mucho calor, esto puede representar un gran avance para la humanidad, especialmente en este per�odo de calentamiento global. Lo mismo se puede decir si aumenta la resistencia de algunas plantas al fr�o, al calor, a la altitud, a la sal, al agua estancada, o a la pudrici�n. O si se encuentran plantas m�s ricas en prote�nas, vitaminas, antioxidantes, �cidos grasos omega 3, amino�cidos, etc., o que contengan menos elementos al�rgenos o dif�ciles de digerir. O plantas que proporcionan energ�a barata para nuestros coches, etc.� los �mbitos de investigaci�n son innumerables.
As� vemos que las aplicaciones de los primeros OGM puestos en el mercado -resistencia a un herbicida y repulsi�n de ciertos insectos- ser�n sin duda alguna marginales en 2050, por no hablar de que se trata de OGMs destructivos (sirven para matar insectos o malas hierbas) y, por lo tanto, llevan asociada una carga emocional para quienes los comen. La mayor�a de los descubrimientos futuros deber�n basarse en progresos percibidos como positivos por los agricultores y los consumidores"; ser�n los �OGM de la vida".
Desanimarse por el car�cter imperfecto de los primeros OGM, y por el ambiente social, jur�dico y econ�mico impuesto por la primera empresa que comenz� esta actividad parece caprichoso. De la misma manera que la inform�tica comenz� su andadura a partir de un modelo m�s o menos militarista e intervencionista que tuvo como principal representante a una gran empresa americana (IBM primero y Microsoft despu�s) antes de que explotase el modelo, la investigaci�n sobre los OGM ha estado marcada por las condiciones de su despegue promovido por una gran empresa privada de EE.UU. (Monsanto) a la que el gobierno americano le permiti� todo: permisividad jur�dica con la privatizaci�n de los seres vivos y homologaci�n de resultados sobre la base de pruebas no independientes y no contradictorias, protecci�n de la Justicia en contra de cualquier sugerencia independiente de los agricultores, e incluso ojos cerrados para no ver las primeras pifias�, etc. Los estadounidenses contin�an aceptando el modelo que se hab�a planteado desde hace d�cadas con el lema: "Lo que es bueno para General Motors es bueno para los EE.UU." (y, en consecuencia, para el resto del mundo) y que acaban de reemplazar a General Motors, un poco pasada de moda, por Monsanto, m�s moderna!
El otro gran pa�s agr�cola mundial, China, tambi�n ha emprendido esta b�squeda de conocimiento, con sus propios valores y pr�cticas jur�dicas, sociales y econ�micas, amparadas por el "partido comunista", sin transparencia igualmente.
Europa tiene algo que decir sobre este asunto, diferente a lo que dicen los EE.UU. y China; Europa tiene sus propios valores, prioridades, su propia manera de hacer las cosas, y su entorno jur�dico-socio-econ�mico y es hora de que lo haga, en lugar de simplemente reaccionar a la acci�n de los dem�s. En particular, con el lanzamiento de grandes programas de investigaci�n p�blicos o financiados con fondos p�blicos sobre la base de prioridades democr�ticamente debatidas, con su propio equilibrio entre la innovaci�n y la precauci�n, y con una pol�tica diferente a la privatizaci�n de lo vivo...
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Una organizaci�n m�s eficaz de la agricultura y la alimentaci�n
No es suficiente con producir, se necesita una buena organizaci�n para que los alimentos producidos en todo el mundo lleguen con regularidad y a un precio aceptable a todos los consumidores, dondequiera que vivan. Hist�ricamente, la mayor�a de los grandes pa�ses han intervenido para regular el mercado de alimentos, por lo menos en las grandes ciudades, para compensar la aleatoriedad de la producci�n debida al mal tiempo o a las circunstancias sanitarias (el precio del pan en Par�s ha sido fijado por el Gobierno desde 1268... hasta 1986)
A primera vista, es mediante el desarrollo de las zonas rurales y de la agricultura como se puede conseguir de la mejor manera el suministro regular de alimentos a las ciudades. Pero a finales del siglo XX, cuando los precios del transporte descendieron fuertemente, debido a la proximidad de la mayor�a de las principales capitales y ciudades a las v�as de comunicaci�n terrestres o a los puertos, y, dada la constante aleatoriedad de las cosechas, muchos dirigentes pol�ticos vieron m�s f�cil acudir al mercado mundial, que a menudo es mucho m�s barato que el mercado local, tanto m�s cuanto que, de este modo, ahorran recursos p�blicos o privados. Tratan, as�, de favorecer a las ciudades (y a s� mismos), haciendo desesperar a la gente del campo.
La crisis mundial de la agricultura y la energ�a de 2007-2008, seguida del colapso financiero mundial en el oto�o de 2008, obligan a reconsiderar una serie de creencias bien asentadas.
Anteriormente, el liberalismo triunf� en todas partes, en diversos grados pero de manera tanto m�s excluyente cuanto su principal oponente del siglo XX -el comunismo- se derrumb�. En la agricultura, se vio claramente la filosof�a liberal triunfante, sobre todo en los principales pa�ses exportadores del Sur, como Brasil y Australia, recogida en un sencillo principio: abrir fronteras, eliminar subvenciones a la agricultura y permitir que el comercio mundial regule el problema del abastecimiento.
Se ha producido, as�, una transferencia de responsabilidad de la organizaci�n de la agricultura mundial (la FAO) a la Organizaci�n Mundial del Comercio (OMC). La teor�a subyacente es que lo que hab�a funcionado bien en la industria (la privatizaci�n, la liberalizaci�n del comercio y la especializaci�n de cada pa�s en lo que tiene la mayor ventaja comparativa) tambi�n deber�a beneficiar a la agricultura.
Cada vez que un pa�s ha tenido dificultades para pagar su deuda, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han impuesto a ese Estado una condici�n para ayudarlo: cese de las subvenciones a la agricultura de subsistencia, cara y que "no aporta nada"; s�lo se aceptaron las ayudas dirigidas hacia las producciones tropicales exportables y que no compet�an con las producciones del Norte (caf�, cacao, man�, algod�n, etc.), que deb�an permitir obtener divisas y, as�, pagar las deudas.
La mayor�a de los gobiernos acogieron favorablemente estos consejos (no se olvide que, en general, estos gobiernos se componen de ciudadanos urbanos, provenientes del mundo del comercio y no de la agricultura, lo que les predispone intelectual y materialmente a favorecer al primero frente a la segunda)
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Este ciclo ha durado varias d�cadas. Continuaba habiendo hambre en el planeta, pero sobre todo en el campo (hab�a tantas personas desnutridas en 2007 como un siglo antes, en 1900, o sea, 850 millones, pero viv�an discretamente en el campo y se convirtieron en minoritarias a escala mundial). Toda la poblaci�n de los pa�ses ricos, as� como la mayor�a de las personas de las principales ciudades del Tercer Mundo se alimentaba sin problemas (en parte debido a los excedentes vendidos a bajo precio por los agricultores excedentarios)
Todo el mundo ha podido comprobar desde el verano de 2007 que, finalmente, este problema del abastecimiento a las grandes ciudades no estaba resuelto. En lo sucesivo cada vez menos gente sostiene la idea de que las fronteras no han sido lo bastante abiertas, o las subvenciones a la agricultura no han sido lo bastante aminoradas o que los Estados y las organizaciones internacionales han sido demasiado intervencionistas.
El equilibrio liberal era en realidad muy fr�gil, porque se basaba en la capacidad de un determinado n�mero de pa�ses de generar excedentes sostenidos y en la posibilidad de transportar enormes tonelaje de productos perecederos por todo el mundo de una manera segura y a bajo precio. En consecuencia, alimentar a las ciudades de esta manera provoca indirectamente el crecimiento de los bidonvilles, a los que llegan los agricultores obligados a abandonar sus tierras, -de hecho, ya no pueden darles de comer en ausencia de una pol�tica agr�cola que les d� tiempo y medios de mejorar la productividad de sus explotaciones, a la vez que les proteja de la competencia desigual de los excedentes de los pa�ses agr�colas m�s eficaces-.
Gab�n importa el 86% de sus cereales y Argelia el 82%. �Volver�n a regenerar una agricultura cuando no tengan m�s petr�leo para pagar? �Y qu� pensar acerca de la situaci�n de los pa�ses con recursos muy limitados, tales como Hait�, que importa el 70% de sus cereales, Senegal (61%) y Colombia (56%)?
Senegal, por ejemplo, dej� caer la producci�n de cereales un 20% entre 1995 y 2002, mientras que sus importaciones de cereales aumentaron un 68%, haciendo, entre otras, compras baratas de arroz picado tailand�s, lo que arruina a sus productores de arroz de la regi�n del r�o Senegal, que no gozan del mismo clima o condiciones de producci�n (resultado: en 2005, la producci�n nacional lleg� a 200.000 toneladas, frente a 900.000 importadas). Tambi�n importa trigo -fuertemente subsidiado- de la UE y los EE.UU. Los senegaleses, por lo tanto, han cambiado sus h�bitos alimentarios y consumen m�s cantidad de pan y de otros productos alimenticios derivados del trigo, mientras que su clima nunca les permitir� producirlo de manera significativa. La dependencia de pa�ses extranjeros es cada vez mayor en un pa�s cuya vocaci�n industrial, que permitir�a generar sosteniblemente divisas para importar algunos de sus alimentos, parece s�lo una hip�tesis.
M�jico, que firm� el acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos y Canad�, se ha beneficiado de un importante desarrollo de la industria de montaje (f�bricas llamadas "maquiladoras"). Este pa�s, �l solo, exporta m�s que todos los
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dem�s pa�ses de Am�rica Latina, hasta un 89%, a los Estados Unidos. El comercio entre estos dos pa�ses s�lo representa el 10% de todo el comercio internacional en el mundo. Pero en el rubro de la agricultura, las cosas fueron muy diferentes. La productividad del trabajo agr�cola es 18 veces mayor en los EE.UU., las condiciones del clima y de los suelos son mucho m�s favorables y los rendimientos medios del ma�z son cuatro veces m�s altos; eso, sin contar con que la agricultura mejicana recibe la mitad de subsidios que la estadounidense (en 2000, el sector del ma�z de los EE.UU. recibi� 10 mil millones d�lares, diez veces m�s que el total del presupuesto agr�cola de M�jico). En total, M�jico compra el 30% del ma�z a su vecino. Cuando, a principios de 2007, los EE.UU. decidieron dedicar sus excedentes de ma�z a producir etanol para sus veh�culos en lugar de exportarlo, el precio de las �tortitas�, -el pan de ma�z, base de la dieta mejicana-, aument� un 50% y el nivel de vida de los trabajadores mejicanos cay� de golpe un 18%.
Adem�s, el comercio internacional de productos alimenticios afecta s�lo al 15% de la producci�n mundial y a menos del 10% de los intercambios de todo tipo de mercanc�as del mundo. En caso de problemas, los pa�ses exportadores empiezan por preservar su producci�n para ellos, porque el primer mercado, para la mayor�a de ellos, contin�a siendo el interior, por lo que s�lo sacrifican la parte que exportan.
�Qu� deber�a hacerse para poner fin a la crisis?
Probablemente volver a las soluciones del decenio de 1980, es decir, la situaci�n anterior a la ola liberal, conservando lo que funcionaba mejor entonces. No se excluye que deber�amos ir directamente en sentido contrario de lo que se defend�a hasta hace poco, es decir, cerrar las fronteras y subsidiar a los agricultores.
Las grandes agriculturas del mundo (China, Estados Unidos, Europa...) se desarrollaron al amparo de fronteras protegidas y merced a pol�ticas p�blicas de apoyo a la modernizaci�n de la producci�n agr�cola y la regulaci�n del mercado. Por otra parte, en la crisis de 2008, los pa�ses que apoyaron a sus sectores agr�colas han sido capaces de alimentar a su poblaci�n. As� que dejemos de charlar sobre el cese de las ayudas a la agricultura y generalic�moslas (teniendo cuidado, sin embargo, de distribuirlas bien); reintroduzcamos en cada caso y en todas las latitudes pol�ticas agrarias adaptadas a las condiciones locales.
Los enormes desaf�os de hoy no debe llevarnos a reducir, por falta de recursos, las inversiones en la agricultura mundial. Muy al contrario, no hay nada m�s urgente que reorientar las prioridades de los diferentes gobiernos en favor de un fuerte apoyo a la agricultura, a los agricultores y a la investigaci�n en esta campo.
Debemos estar dispuestos a volver a cerrar algunas fronteras para que cada gran regi�n del mundo pueda alimentarse a s� misma, sobre la base de productos regionales, con cierta seguridad. Por lo tanto, debe ponerse en marcha un plan muy ambicioso para apoyar el resurgimiento de la agricultura de subsistencia, en particular la de �frica, y para proteger a esta agricultura contra la violencia de la competencia directa con el mundo exterior.
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Ser�a el equivalente en t�rminos financieros de un nuevo "Plan Marshall"1
, consistente, por tanto, en la inversi�n de decenas de miles de millones de d�lares, con la salvedad de que no se trata de imponer desde fuera el modelo de Am�rica del Norte o de Europa, a partir de la mecanizaci�n y de la artificializaci�n y de poca mano de obra, que todo el mundo ha podido comprobar que no es v�lido, sino de apoyar el surgimiento de modelos locales.
Recordemos, por si hubiera dudas, que la agricultura est� en el coraz�n de los grandes problemas del siglo XXI: es la agricultura la que debe cargar con la enorme responsabilidad de alimentar a toda la poblaci�n mundial en las mejores condiciones posibles (garantizando sus necesidades inmediatas y su salud a largo plazo), al tiempo que proporciona empleo y sustento a miles de millones de campesinos. Pero tambi�n tiene la misi�n de fijar el exceso de carbono de la atm�sfera, de regenerar el ox�geno, de preservar la calidad del agua, la biodiversidad y los paisajes acogedores, que deben ser protegidos contra las construcciones urbanas a cualquier precio. Para ello, se necesita una reorientaci�n en la pol�tica de investigaci�n, para inventar lo m�s r�pidamente posible una nueva agricultura de alta intensidad ambiental y para desarrollar los genes que simplifiquen la tarea. Al mismo tiempo, se impone una nueva organizaci�n de la agricultura, sobre la base de un fuerte apoyo a los agricultores en las grandes regiones geo-ecol�gicas y econ�micas, relativamente protegidas de la competencia exterior.
Si, falta de apoyo fuerte y eficaz del resto de la sociedad, fracasara, las crisis y la escasez venideras ser�an terribles para una parte cada vez mayor de los 7 mil millones de seres humanos que habitar�n en la tierra en 2011 (9 mil millones en 2050). De crisis en crisis, la �ltima palabra podr�an tenerla los reg�menes autoritarios, que intentar�an resolver muchos de estos problemas por las armas.
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Colección
Citación
Bruno Parmentier, “�C�mo alimentar a 9 mil millones de personas?,” Repositorio HISREDUC, consulta 8 de diciembre de 2025, http://repositorio.historiarecienteenlaeducacion.com/items/show/4285.
